Empezó como un drama deprimente, y acabó siendo la comedia romántica
definitiva: celebra con nosotros el 25 aniversario del filme que marcó
los 90.
25 años ya: hay que ver cómo pasa el tiempo. Han transcurrido dos décadas y media desde que un millonario sin escrúpulos (falto de cariño, en realidad, y muy parecido a Richard Gere) abordó a una ‘trotona’ de Hollywood Boulevard (muy reacia a los besos en la boca, y clavadita a Julia Roberts) para proponerle un acuerdo poco frecuente: hacerse pasar por su pareja durante un viaje de negocios. El resultado de dicho encuentro puede ser descrito como “la comedia romántica por antonomasia de los 90″, “el filme que redefinió el negocio del cine durante una década larga (o más)”, “la película que convirtió a la Roberts en superestrella” o, sencillamente, como Pretty Woman, una cinta que todos y todas hemos visto sin excepción, y que la mayoría de nosotros hemos disfrutado hasta el llanto. Ahora que los implicados en aquel cuento de hadas moderno se han reunido para celebrar que su triunfo cumple un cuarto de siglo, nosotros no vamos a ser menos: aquí te ofrecemos una ristra de anécdotas y datos sobre “la historia de ‘Putanieves’ y el príncipe”.
Empecemos mencionando un hecho cierto: la Pretty Woman que todos conocemos, esa que resucitó la comedia romántica como género, fue concebida como un drama social, realista y deprimente por el guionista J. F. Lawton, un cachorro del cine indie con ganas de epatar. La primera versión de su libreto se titulaba $ 3.000 (el precio que la prosti cobra por cada ‘servicio’) y tenía bien poco de encantador: en él, Vivian era una yonqui enganchada al crack, y ansiosa de cobrar su tarifa para costearse un viaje a Disneylandia. El financiero Edward Lewis, por su parte, quedaba como un maldito bastardo: su acuerdo con la prostituta habría prohibido a ésta consumir drogas mientras éste estuviera en vigo (con lo cual, Vivian se habría pasado todo el metraje sufriendo un mono del tamaño de King Kong) y, para colmo, acababa dejándola tirada a ella al final (en una escena extremadamente patética) para casarse con su muy adinerada novia. Si quieres descubrir lo que Pretty Woman pudo haber sido y no fue (arruinando, de paso, tus recuerdos de adolescencia) puedes leer el texto original de $ 3.000 aquí (en inglés).
Irónicamente, por cosas de los tejemanejes empresariales, el guión de Jonathan Lawton acabó cayendo en manos de Touchstone Pictures, una filial de la mismísima Disney. El presidente de la firma, Jeffrey Katzenberg (futuro fundador de Dreamworks junto a Spielberg y David Geffen) decidió que la historia tenía posibilidades, siempre que se la llenase de sacarina y se la convirtiera en un romance al uso: a causa de ésto, Lawton fue despedido, y se llevaron a cabo seis reescrituras del guión, a cargo de otros tantos ‘machacas’ de la productora. Katzenberg, por otra parte, decidió que aquello de $ 3.000 “sonaba demasiado como una película de ciencia-ficción”, con lo que urgía un cambio de título. La solución a este dilema llegó de manos de Roy Orbison, titán del rock’n’roll que había regresado a primer plano antes de su fallecimiento en 1988. Una de las canciones más emblemáticas del músico, dedicada a todas las beldades que paseaban por Los Ángeles, se titulaba Oh, Pretty Woman! Y, fijándose en ella, Touchstone no sólo tenía un título de lo más pegadizo, sino también una banda sonora inmejorable para el comienzo del filme.
Tras el drástico cambio de orientación impuesto por Katzenberg, la preproducción de Pretty Woman fue como la seda… salvo por un ‘pequeño’ detalle. Y ese detalle era que ninguna estrella de Hollywood (del Hollywood de entonces, queremos decir) quería interpretar a la prostituta Vivian. El director Garry Marshall, solvente mercenario, pensaba en Karen Allen para el papel, pero cuando la actriz de En busca del Arca perdida le dijo “nones”, recurrió a Meg Ryan (la opción favorita de los ejecutivos de Disney), Daryl Hannah, Sarah Jessica Parker, Michelle Pfeiffer, Jodie Foster, Jennifer Connelly, Kim Basinger y la ex musa teen Molly Ringwald, quien hoy considera su negativa como el peor error de su carrera. Y eso, citando sólo unas pocas. Por otra parte, tanto Drew Barrymore como Winona Ryder mostraron interés en el proyecto, pero Marshall las rechazó por considerarlas demasiado jóvenes. Así las cosas, y descartada la candidatura de Valeria Golino, hubo que recurrir a cierta intérprete de 21 años, no muy conocida, pero que había llamado la atención de la industria por su papel en Magnolias de acero. ¿Hace falta decir cuál era su nombre?
Si encontrar a una protagonista femenina para Pretty Woman fue difícil, dar con un partenaire adecuado también costó lo suyo. Entre los nombres barajados por Touchstone para dar vida a Edward Lewis se encontraron Christopher Reeve (quien, muy quemado con la industria del cine, prefirió negarse), Denzel Washington, Daniel Day-Lewis, el siempre estrábico Christopher Lambert, Burt Reynolds, Dennis Quaid e incluso Sylvester Stallone. El actor que más cerca estuvo de llegar al plató fue Al Pacino, pero éste decidió apearse por las malas tras un primer ensayo con Julia Roberts. Una vez más, los productores y Garry Marshall acabaron tirando de un suplente: ese Richard Gere aún popular, pero cuyos encantos de galán parecían algo marchitos tras los días de American Gigoló y Oficial y caballero. Si bien precipitada, la decisión acabó probándose como extremadamente rentable.
Lejos de conflictos épicos y escaseces monetarias, el rodaje de Pretty Woman quedó como un esfuerzo algo breve (cuatro meses de nada) y bastante agradable para los implicados: la película contaba con un presupuesto de 14 millones de dólares (24 millones de euros, ajustados), algo más que suficiente para los requisitos de la producción. El único contratiempo severo, siempre desde lo económico, lo puso el product placement: al menos dos firmas de automovilismo (Ferrari y Porsche) se negaron a que sus vehículos apareciesen en el filme, para no dar a entender que sus clientes recurrían a los servicios de prostituta. La compañía británica Lotus fue más lista, aviniéndose a que Richard Gere apareciera conduciendo su deportivo Sprit SE: gracias a la maniobra, las ventas del modelo se triplicaron durante 1990 y 1991. Dado que estamos hablando de un coche tan caro como estiloso, dejamos a la imaginación del lector o lectora el cálculo de beneficios.
A lo mejor hemos exagerado un poco diciendo que Pretty Woman no sufrió contratiempos. Para empezar, las leyes de la ciudad de Los Ángeles dificultaron bastante el rodaje de las escenas ambientadas en Rodeo Drive: para no alterar el horario comercial de las tiendas de dicha calle (esas cuyos dependientes eran tan bordes con la pobre Vivian), Marshall sólo pudo montar allí sus cámaras en domingo. Para seguir, cuando el cineasta quiso llevarse a sus actores a la Ópera de San Francisco, para que Julia Roberts llorase a mares viendo una representación de La Traviata, se encontró con que un terremoto había obligado a clausurar el edificio. Pero, como ya hemos dicho, el filme andaba bien de fondos: bastó con construir un decorado en uno de los platós de Disney, y a correr.
Pese a que Pretty Woman no cuenta con una sola escena de acción, hubo un día en el que su set se vio lleno de señores armados hasta los dientes. El collar de diamantes y rubíes que un Edward cada vez más ‘pillado’ regala a su acompañante estaba valorado en más de 41.000 euros (ajustados), con lo que la joyería de turno prefirió no correr riesgos, enviando a un pequeño ejército de seguratas al hotel Beverly Wiltshire, donde se rodó buena parte de la película. Sería por la tensión del momento, pero el caso es que dicha escena permitió a Richard Gere improvisar uno de los momentos más entrañables de la película: el momento en el que el millonario cierra de golpe la tapa del joyero, no estaba en el guión. El gesto pícaro de Gere, y la risa contagiosa de Julia Roberts, resultaron tan encantadores que Garry Marshall decidió conservar el instante.
Pese a sufrir problemas dentales bastante considerables (algo debido a lo cual, en una escena, se le ve moviendo la lengua con fruición dentro de su boca), Richard Gere se portó como un señor rodando Pretty Woman. Además de la antedicha broma a Julia Roberts, Gere insistió en tocar él mismo el piano durante la escena nocturna en el bar del hotel, alegando que así se le vería más vulnerable. Como veremos, el actor dio en la diana: dicho momento no sólo sirvió como prólogo al momento más tórrido de la película, sino que dejó a Julia Roberts bastante alterada. Por cosas de los nervios, a la actriz se le hinchó una vena de la frente antes de rodar la escena de sexo, algo que la afeaba de forma considerable… y que obligó a Garry Marshall a tumbarse junto a ella en la cama, masajeando las sienes de la actriz hasta que logró relajar el vaso sanguíneo.
En otra ocasión, Garry Marshall empleó métodos poco ortodoxos para conseguir reacciones realistas de Julia Roberts. Durante la escena en la que su personaje ve episodios de la serie I Love Lucy por la tele, la actriz no se reía ni a tiros, con lo que el director tuvo que hacerle cosquillas en los pies con una pluma. Por otra parte, Julia se lo pasó en grande durante otro momento mítico, aquel en el que Gere la sorprende en la bañera escuchando a Prince en su walkman: tan relajada y tan a gusto se quedó la actriz con el agua caliente y las burbujas, que decidió cerrar los ojos… y, al abrirlos, descubrió que estaba sola en el plató. Todo el personal de rodaje, incluyendo al cámara y al director, se habían marchado de allí.
El mayor despliegue de efectos especiales de Pretty Woman no tuvo lugar en su metraje, sino a la hora de diseñar su póster. Porque, como se supo tras el estreno del filme, el cuerpo que aparece en dicha imagen no es el de Julia Roberts, sino el de Shelley Michelle, su doble de cuerpo: la cara de la protagonista fue sobreimpresa de forma bastante sutil, sobre todo si contamos con que, por entonces, no había Photoshop. Por otra parte, Richard Gere aparece en el cartel luciendo una hermosa cabellera castaña, pese a que durante todo el filme aparece como un distinguido canoso. Uy…
Hablemos claro: Pretty Woman ha pasado a la conciencia colectiva de los espectadores por multitud de motivos, pero si ha quedado como un hito en la historia de Hollywood es porque resultó de lo más rentable. Sólo con su primer fin de semana en EE UU, en el que amasó más de 11 millones de dólares (18,6 millones de euros, ajustados), la película había amortizado casi la totalidad de su presupuesto. Y, según datos de Box Office Mojo, sus ganancias totales rayan los 765 millones de euros. A lo cual hay que sumar las ganancias obtenidas por las ventas de su banda sonora, uno de los primeros soundtrack albums compuestos por canciones (y no por los temas originales de James Newton Howard), que arrasó gracias a la popularidad del tema homónimo de Roy Orbison y, sobre todo, de It Must Have Been Love, el baladón interpretado por el dúo sueco Roxette. No en vano la crítico del New York Times, Carina Chocano, había definido la película con un veredicto implacable: “Esto no es una historia de amor, sino una historia de dinero”.
En nuestro país, los ejecutivos de televisión lo tienen claro: cada vez que Pretty Woman sale a antena, las cifras de audiencia revientan clamorosamente. Según cifras reveladas en 2014, la película se ha emitido en nuestro país 157 veces (20 veces en abierto, 137 en canales de pago). La primera de dichas emisiones, ofrecida por TVE en 1994, congregó frente a la pantalla a 9.223.000 espectadores (el 54% de la cuota total), mientras que la última a fecha de la realización del análisis, en Telecinco, obtuvo casi dos millones de espectadores y un 16,6 por ciento del share. Aun así, proseguía el estudio, un 34% de nuestros compatriotas afirman no haber visto nunca la película. Mentirosillos…
Via:Cinemania
25 años ya: hay que ver cómo pasa el tiempo. Han transcurrido dos décadas y media desde que un millonario sin escrúpulos (falto de cariño, en realidad, y muy parecido a Richard Gere) abordó a una ‘trotona’ de Hollywood Boulevard (muy reacia a los besos en la boca, y clavadita a Julia Roberts) para proponerle un acuerdo poco frecuente: hacerse pasar por su pareja durante un viaje de negocios. El resultado de dicho encuentro puede ser descrito como “la comedia romántica por antonomasia de los 90″, “el filme que redefinió el negocio del cine durante una década larga (o más)”, “la película que convirtió a la Roberts en superestrella” o, sencillamente, como Pretty Woman, una cinta que todos y todas hemos visto sin excepción, y que la mayoría de nosotros hemos disfrutado hasta el llanto. Ahora que los implicados en aquel cuento de hadas moderno se han reunido para celebrar que su triunfo cumple un cuarto de siglo, nosotros no vamos a ser menos: aquí te ofrecemos una ristra de anécdotas y datos sobre “la historia de ‘Putanieves’ y el príncipe”.
Del drama yonqui al cuento de hadas
Empecemos mencionando un hecho cierto: la Pretty Woman que todos conocemos, esa que resucitó la comedia romántica como género, fue concebida como un drama social, realista y deprimente por el guionista J. F. Lawton, un cachorro del cine indie con ganas de epatar. La primera versión de su libreto se titulaba $ 3.000 (el precio que la prosti cobra por cada ‘servicio’) y tenía bien poco de encantador: en él, Vivian era una yonqui enganchada al crack, y ansiosa de cobrar su tarifa para costearse un viaje a Disneylandia. El financiero Edward Lewis, por su parte, quedaba como un maldito bastardo: su acuerdo con la prostituta habría prohibido a ésta consumir drogas mientras éste estuviera en vigo (con lo cual, Vivian se habría pasado todo el metraje sufriendo un mono del tamaño de King Kong) y, para colmo, acababa dejándola tirada a ella al final (en una escena extremadamente patética) para casarse con su muy adinerada novia. Si quieres descubrir lo que Pretty Woman pudo haber sido y no fue (arruinando, de paso, tus recuerdos de adolescencia) puedes leer el texto original de $ 3.000 aquí (en inglés).
“Mujer guapa, paseando por la calle…”
Irónicamente, por cosas de los tejemanejes empresariales, el guión de Jonathan Lawton acabó cayendo en manos de Touchstone Pictures, una filial de la mismísima Disney. El presidente de la firma, Jeffrey Katzenberg (futuro fundador de Dreamworks junto a Spielberg y David Geffen) decidió que la historia tenía posibilidades, siempre que se la llenase de sacarina y se la convirtiera en un romance al uso: a causa de ésto, Lawton fue despedido, y se llevaron a cabo seis reescrituras del guión, a cargo de otros tantos ‘machacas’ de la productora. Katzenberg, por otra parte, decidió que aquello de $ 3.000 “sonaba demasiado como una película de ciencia-ficción”, con lo que urgía un cambio de título. La solución a este dilema llegó de manos de Roy Orbison, titán del rock’n’roll que había regresado a primer plano antes de su fallecimiento en 1988. Una de las canciones más emblemáticas del músico, dedicada a todas las beldades que paseaban por Los Ángeles, se titulaba Oh, Pretty Woman! Y, fijándose en ella, Touchstone no sólo tenía un título de lo más pegadizo, sino también una banda sonora inmejorable para el comienzo del filme.
Nadie quiere ser ‘Putanieves’
Tras el drástico cambio de orientación impuesto por Katzenberg, la preproducción de Pretty Woman fue como la seda… salvo por un ‘pequeño’ detalle. Y ese detalle era que ninguna estrella de Hollywood (del Hollywood de entonces, queremos decir) quería interpretar a la prostituta Vivian. El director Garry Marshall, solvente mercenario, pensaba en Karen Allen para el papel, pero cuando la actriz de En busca del Arca perdida le dijo “nones”, recurrió a Meg Ryan (la opción favorita de los ejecutivos de Disney), Daryl Hannah, Sarah Jessica Parker, Michelle Pfeiffer, Jodie Foster, Jennifer Connelly, Kim Basinger y la ex musa teen Molly Ringwald, quien hoy considera su negativa como el peor error de su carrera. Y eso, citando sólo unas pocas. Por otra parte, tanto Drew Barrymore como Winona Ryder mostraron interés en el proyecto, pero Marshall las rechazó por considerarlas demasiado jóvenes. Así las cosas, y descartada la candidatura de Valeria Golino, hubo que recurrir a cierta intérprete de 21 años, no muy conocida, pero que había llamado la atención de la industria por su papel en Magnolias de acero. ¿Hace falta decir cuál era su nombre?
El príncipe se hace de rogar
Si encontrar a una protagonista femenina para Pretty Woman fue difícil, dar con un partenaire adecuado también costó lo suyo. Entre los nombres barajados por Touchstone para dar vida a Edward Lewis se encontraron Christopher Reeve (quien, muy quemado con la industria del cine, prefirió negarse), Denzel Washington, Daniel Day-Lewis, el siempre estrábico Christopher Lambert, Burt Reynolds, Dennis Quaid e incluso Sylvester Stallone. El actor que más cerca estuvo de llegar al plató fue Al Pacino, pero éste decidió apearse por las malas tras un primer ensayo con Julia Roberts. Una vez más, los productores y Garry Marshall acabaron tirando de un suplente: ese Richard Gere aún popular, pero cuyos encantos de galán parecían algo marchitos tras los días de American Gigoló y Oficial y caballero. Si bien precipitada, la decisión acabó probándose como extremadamente rentable.
“¡Nuestros coches no están para ‘eso’!”
Lejos de conflictos épicos y escaseces monetarias, el rodaje de Pretty Woman quedó como un esfuerzo algo breve (cuatro meses de nada) y bastante agradable para los implicados: la película contaba con un presupuesto de 14 millones de dólares (24 millones de euros, ajustados), algo más que suficiente para los requisitos de la producción. El único contratiempo severo, siempre desde lo económico, lo puso el product placement: al menos dos firmas de automovilismo (Ferrari y Porsche) se negaron a que sus vehículos apareciesen en el filme, para no dar a entender que sus clientes recurrían a los servicios de prostituta. La compañía británica Lotus fue más lista, aviniéndose a que Richard Gere apareciera conduciendo su deportivo Sprit SE: gracias a la maniobra, las ventas del modelo se triplicaron durante 1990 y 1991. Dado que estamos hablando de un coche tan caro como estiloso, dejamos a la imaginación del lector o lectora el cálculo de beneficios.
La Terremoto de San Francisco
A lo mejor hemos exagerado un poco diciendo que Pretty Woman no sufrió contratiempos. Para empezar, las leyes de la ciudad de Los Ángeles dificultaron bastante el rodaje de las escenas ambientadas en Rodeo Drive: para no alterar el horario comercial de las tiendas de dicha calle (esas cuyos dependientes eran tan bordes con la pobre Vivian), Marshall sólo pudo montar allí sus cámaras en domingo. Para seguir, cuando el cineasta quiso llevarse a sus actores a la Ópera de San Francisco, para que Julia Roberts llorase a mares viendo una representación de La Traviata, se encontró con que un terremoto había obligado a clausurar el edificio. Pero, como ya hemos dicho, el filme andaba bien de fondos: bastó con construir un decorado en uno de los platós de Disney, y a correr.
¡Hombres armados en el plató!
Pese a que Pretty Woman no cuenta con una sola escena de acción, hubo un día en el que su set se vio lleno de señores armados hasta los dientes. El collar de diamantes y rubíes que un Edward cada vez más ‘pillado’ regala a su acompañante estaba valorado en más de 41.000 euros (ajustados), con lo que la joyería de turno prefirió no correr riesgos, enviando a un pequeño ejército de seguratas al hotel Beverly Wiltshire, donde se rodó buena parte de la película. Sería por la tensión del momento, pero el caso es que dicha escena permitió a Richard Gere improvisar uno de los momentos más entrañables de la película: el momento en el que el millonario cierra de golpe la tapa del joyero, no estaba en el guión. El gesto pícaro de Gere, y la risa contagiosa de Julia Roberts, resultaron tan encantadores que Garry Marshall decidió conservar el instante.
Gere toca el piano, a Julia se le hincha la vena
Pese a sufrir problemas dentales bastante considerables (algo debido a lo cual, en una escena, se le ve moviendo la lengua con fruición dentro de su boca), Richard Gere se portó como un señor rodando Pretty Woman. Además de la antedicha broma a Julia Roberts, Gere insistió en tocar él mismo el piano durante la escena nocturna en el bar del hotel, alegando que así se le vería más vulnerable. Como veremos, el actor dio en la diana: dicho momento no sólo sirvió como prólogo al momento más tórrido de la película, sino que dejó a Julia Roberts bastante alterada. Por cosas de los nervios, a la actriz se le hinchó una vena de la frente antes de rodar la escena de sexo, algo que la afeaba de forma considerable… y que obligó a Garry Marshall a tumbarse junto a ella en la cama, masajeando las sienes de la actriz hasta que logró relajar el vaso sanguíneo.
Julia, ¿te ríes, o qué?
En otra ocasión, Garry Marshall empleó métodos poco ortodoxos para conseguir reacciones realistas de Julia Roberts. Durante la escena en la que su personaje ve episodios de la serie I Love Lucy por la tele, la actriz no se reía ni a tiros, con lo que el director tuvo que hacerle cosquillas en los pies con una pluma. Por otra parte, Julia se lo pasó en grande durante otro momento mítico, aquel en el que Gere la sorprende en la bañera escuchando a Prince en su walkman: tan relajada y tan a gusto se quedó la actriz con el agua caliente y las burbujas, que decidió cerrar los ojos… y, al abrirlos, descubrió que estaba sola en el plató. Todo el personal de rodaje, incluyendo al cámara y al director, se habían marchado de allí.
¿De quién son estas curvas?
El mayor despliegue de efectos especiales de Pretty Woman no tuvo lugar en su metraje, sino a la hora de diseñar su póster. Porque, como se supo tras el estreno del filme, el cuerpo que aparece en dicha imagen no es el de Julia Roberts, sino el de Shelley Michelle, su doble de cuerpo: la cara de la protagonista fue sobreimpresa de forma bastante sutil, sobre todo si contamos con que, por entonces, no había Photoshop. Por otra parte, Richard Gere aparece en el cartel luciendo una hermosa cabellera castaña, pese a que durante todo el filme aparece como un distinguido canoso. Uy…
El ‘servicio’ mejor pagado
Hablemos claro: Pretty Woman ha pasado a la conciencia colectiva de los espectadores por multitud de motivos, pero si ha quedado como un hito en la historia de Hollywood es porque resultó de lo más rentable. Sólo con su primer fin de semana en EE UU, en el que amasó más de 11 millones de dólares (18,6 millones de euros, ajustados), la película había amortizado casi la totalidad de su presupuesto. Y, según datos de Box Office Mojo, sus ganancias totales rayan los 765 millones de euros. A lo cual hay que sumar las ganancias obtenidas por las ventas de su banda sonora, uno de los primeros soundtrack albums compuestos por canciones (y no por los temas originales de James Newton Howard), que arrasó gracias a la popularidad del tema homónimo de Roy Orbison y, sobre todo, de It Must Have Been Love, el baladón interpretado por el dúo sueco Roxette. No en vano la crítico del New York Times, Carina Chocano, había definido la película con un veredicto implacable: “Esto no es una historia de amor, sino una historia de dinero”.
¿Qué nos da a los españoles?
En nuestro país, los ejecutivos de televisión lo tienen claro: cada vez que Pretty Woman sale a antena, las cifras de audiencia revientan clamorosamente. Según cifras reveladas en 2014, la película se ha emitido en nuestro país 157 veces (20 veces en abierto, 137 en canales de pago). La primera de dichas emisiones, ofrecida por TVE en 1994, congregó frente a la pantalla a 9.223.000 espectadores (el 54% de la cuota total), mientras que la última a fecha de la realización del análisis, en Telecinco, obtuvo casi dos millones de espectadores y un 16,6 por ciento del share. Aun así, proseguía el estudio, un 34% de nuestros compatriotas afirman no haber visto nunca la película. Mentirosillos…
Via:Cinemania
Comentarios