¿Fueron responsables Nirvana del éxito de Tarantino? Pues en cierto
modo, sí: analizamos la huella del grunge en el séptimo arte y en la
televisión.
Si Kurt Cobain siguiese con vida hoy en día, sería un padre orgulloso: Frances Bean Cobain, esa hija a la que apenas llegó a conocer, ha salido de lo más espabilada. Vale que a Frances Bean Cobain, esa hija a la que apenas llegó a conocer, no le hacen mucha gracia las canciones de Nirvana, pero ¿y qué? Al músico que puso de moda el sonido grunge a comienzos de los 90 tampoco le hacían gracia muchos grupos de la generación anterior a la suya, y ese detalle resulta insignificante si consideramos que la chica (nacida en 1992, dos años antes de que su padre decidiera suicidarse) ha salido pintora de talento, poco afín a la prensa y sus cotilleos, y lo bastante dispuesta a enfrentarse con el pasado como para coproducir Cobain: Montage of Heck, un documental biográfico que no se arredra ante los aspectos más oscuros del personaje y de su tan comentada relación con Courtney Love.
Ante el estreno de la película, nosotros constatamos una cosa: aunque ni Nirvana ni Kurt Cobain se prodigasen en el cine (algo normal, si consideramos que su temporada de estrellato sólo duró dos años) su huella en el séptimo arte ha sido enorme. En parte, porque la aparición del álbum Nevermind en 1992 llevó a la luz pública tendencias que ya estaban allí, y en parte porque la industria de Hollywood reaccionó a dichas tendencias de aquella manera. Te lo explicamos a continuación.
Es un hecho conocido para quienes han pasado por allí: en Seattle, cuando hace bueno, los días suelen ser inusitadamente benévolos para un lugar de esa latitud. Pero, con la noche, llega el frío, y entonces hay que abrigarse como sea. Si coges los requisitos de esa climatología y les sumas la precariedad económica, que te vuelve vintage a la fuerza, y ya tienes lo que se vino en llamar el look grunge, con su combinación de camisetas y camisas de franela, sus combinaciones de abrigo y pantalón corto, y todas esas cosas. Una moda que, por supuesto, acabó haciendo huella en el cine: ahí tenemos al Brian O’Halloran de Clerks para demostrarlo. En general, todos los protagonistas del debut de Kevin Smith mostraban las huellas de Kurt Cobain y Nirvana en su indumentaria, y eso que vivían en Nueva Jersey. Una pena, todo sea dicho, que no copiaran uno de los alardes más espectaculares de Kurt: ponerse un vestido para así sacar de sus casillas a los elementos más machistas y homófobos de su público. Con lo bien que habrían quedado Jay y Bob ‘El Silencioso’ con unos babydoll de florecitas…
Seguramente, esto no le haría ni maldita la gracia a Cobain, pero el auge de Nirvana (y del grunge en general) coincidió con el de las bandas sonoras hechas a base de canciones. A la altura de Pretty Woman, más o menos, muchos productores descubrieron que juntar temas de diversos grupos de rock salía bastante más barato que contratar a un compositor, especialmente si dichos grupos grababan con discográficas del mismo grupo mediático. Y, como por entonces el grunge era lo que más pegaba entre la chavalada, incluso una película tan pija (y a mucha honra) como Fuera de onda (1995) contó con grupos remotamente asociables a ese estilo, tales que Velocity Girl. Eso, por no hablar de desbarres como Judgement Night, filme cuya BSO constaba de colaboraciones entre rockeros de vanguardia y artistas de hip hop (Sonic Youth con Cypress Hill, Mudhoney con Sir Mix-A-Lot, etcétera). En todo caso, el acercamiento más digno fue el de Solteros (1992): para ambientar las andanzas de Bridget Fonda, Campbell Scott y Matt Dillon en Seattle, la cinta contó con temas de Alice in Chains, Mother Love Bone y otros grupos de la ciudad, antes de que éstos se hicieran famosos. En algo se le tenía que notar a Cameron Crowe que fue periodista musical antes que director de cine.
“If I’m wrong, please correct / You’re standing on my neck”: si estas palabras, y su melodía correspondiente, te dan ganas de soltar impertinencias con voz gélida mientras observas el mundo a través de tus gafas redondas, no te culpamos: eso es que conoces a la simpar Daria Mogendorffer, la adolescente más misántropa de la animación. Al igual que Beavis and Butt-Head, la serie de la que fue spin off, Daria nació en las ondas de la MTV, una cadena que aprovechó a fondo las tendencias juveniles de entonces. Mientras que Beavis y Butt-Head entroncaban con el aspecto más rockero del movimiento, ofreciéndonos las andanzas de aquellos dos garrulos de instituto, el show protagonizado por su ex compañera de clase se mantenía probablemente más fiel a las raíces del grunge: Daria está harta de todo pese a su juvenil edad, y sólo siente un poquito de emoción cuando escucha a los Mystic Spiral, ese grupo tristón y guitarrero que toca en las fiestas de su instituto. Beavis y Butt-Head sí tuvieron su propio filme (Beavis y Butt-Head recorren América, 1996), pero la Mogendorffer quedó inédita en pantalla grande: una pena que Daria’s High School Reunion fuese sólo un (descacharrante) tráiler falso pergeñado por Aubrey Plaza para la web College Humor.
En 1991, el mundo de la cultura popular sufrió dos terremotos de los que no se enteró casi nadie: desde Seattle, Nirvana publicaban Bleach, su primer elepé, y, desde Austin (Texas), un director llamado Richard Linklater estrenaba Slacker, su segundo largometraje. Para quienes le han conocido gracias a Antes del amanecer y sus secuelas (por no hablar de quienes llegaron a su filmografía a partir de Escuela de rock), descubrir que Linklater pergeñó esta crónica callejera protagonizada por colgados, parados, marginados y demás fauna puede suponer un pequeño shock. Sobre todo si pensamos en esa escena en la que una moza (Teresa Taylor, la baterista de Butthole Surfers) intenta venderles al cineasta y a una amiga nada menos que una citología de Madonna. Más grunge, imposible. En general, conviene recordar que el éxito de Kurt Cobain y su gente incitó al público y a los medios a buscar opciones culturales más allá de lo comercial, suscitando en parte el interés por el llamado ‘cine independiente': ¿fue el éxito de Tarantino un producto del nirvanazo? Pues no te diríamos que no: por lo pronto, sabemos que el genio de la gran mandíbula quiso al músico para su Pulp Fiction, como intérprete del camello al que acabaría dando vida Eric Stoltz.
Mira que, en esta casa, Ben Stiller cae bien por multitud de razones, empezando por Zoolander y por Tropic Thunder. Pero, visto con ojos de hoy, su debut largo Bocados de realidad queda como un trabajo de interés coyuntural, siendo generosos. Estrenado en 1994, el año de la muerte de Kurt Cobain, y con una banda sonora un tanto desorientada (¿qué demonios pintaban The Posies y Dinosaur Jr. junto a Big Mountain y su Baby, I Love Your Way?), el filme rellenaba con los cuerpos serranos de Winona Ryder, Ethan Hawke y el propio Stiller una empanada pretextada con todo aquello de la ‘Generación X’ y su agobio existencial, pero que no pasaba de ser una comedia romántica con pretexto moderno. En términos más dignos, cabe mencionar también cómo el fotógrafo Larry Clark se apuntó al asunto desde Nueva York, entregando su tremebunda Kids a la tierna edad de 52 años. Claro que, habiendo sexo chungo y drogas de por medio, lo raro era que Clark no se hubiese apuntado…
Aunque Kurt Cobain acabase con su vida en 1994, muchos de los filmes de este reportaje caben considerarse como productos del grunge por más que se estrenaran en fechas posteriores: al fin y al cabo, el movimiento no dejó de estar de moda hasta el umbral de los dosmiles. Y es entonces cuando aparecen las primeras películas que no retratan el suceso como algo vigente, sino que se centran en él (y en su mito máximo) a toro pasado. En 1998 se estrenan los primeros productos reseñables: The Vigil es una tragicomedia adolescente, virtualmente desconocida en España, protagonizada por un grupo de ultrafans de Nirvana que viajan desde Canadá a Seattle para asistir al funeral de su ídolo. Desde un punto de vista más carroñero, el documental ¿Quién mató a Kurt Cobain? (oportunista traducción del inglés Kurt & Courtney) se centraba en poner a la viuda del músico como un pingo a través de testimonios muy discutibles. Debemos destacar, por último, Last Days, esa película de 2005 en la que Gus Van Sant imaginó el viaje de Cobain hacia el suicidio, y en el que una amiga suya en la vida real (Kim Gordon, de los Sonic Youth) tenía ocasión de echarle una bronca post mortem al difunto, interpretado por Lukas Haas (el chaval de Único testigo, ya crecidito). Sólo por esa escena, la película merece un visionado.
Via:Cinemania
Si Kurt Cobain siguiese con vida hoy en día, sería un padre orgulloso: Frances Bean Cobain, esa hija a la que apenas llegó a conocer, ha salido de lo más espabilada. Vale que a Frances Bean Cobain, esa hija a la que apenas llegó a conocer, no le hacen mucha gracia las canciones de Nirvana, pero ¿y qué? Al músico que puso de moda el sonido grunge a comienzos de los 90 tampoco le hacían gracia muchos grupos de la generación anterior a la suya, y ese detalle resulta insignificante si consideramos que la chica (nacida en 1992, dos años antes de que su padre decidiera suicidarse) ha salido pintora de talento, poco afín a la prensa y sus cotilleos, y lo bastante dispuesta a enfrentarse con el pasado como para coproducir Cobain: Montage of Heck, un documental biográfico que no se arredra ante los aspectos más oscuros del personaje y de su tan comentada relación con Courtney Love.
Ante el estreno de la película, nosotros constatamos una cosa: aunque ni Nirvana ni Kurt Cobain se prodigasen en el cine (algo normal, si consideramos que su temporada de estrellato sólo duró dos años) su huella en el séptimo arte ha sido enorme. En parte, porque la aparición del álbum Nevermind en 1992 llevó a la luz pública tendencias que ya estaban allí, y en parte porque la industria de Hollywood reaccionó a dichas tendencias de aquella manera. Te lo explicamos a continuación.
Aquellos personajes con camisa a cuadros…
Es un hecho conocido para quienes han pasado por allí: en Seattle, cuando hace bueno, los días suelen ser inusitadamente benévolos para un lugar de esa latitud. Pero, con la noche, llega el frío, y entonces hay que abrigarse como sea. Si coges los requisitos de esa climatología y les sumas la precariedad económica, que te vuelve vintage a la fuerza, y ya tienes lo que se vino en llamar el look grunge, con su combinación de camisetas y camisas de franela, sus combinaciones de abrigo y pantalón corto, y todas esas cosas. Una moda que, por supuesto, acabó haciendo huella en el cine: ahí tenemos al Brian O’Halloran de Clerks para demostrarlo. En general, todos los protagonistas del debut de Kevin Smith mostraban las huellas de Kurt Cobain y Nirvana en su indumentaria, y eso que vivían en Nueva Jersey. Una pena, todo sea dicho, que no copiaran uno de los alardes más espectaculares de Kurt: ponerse un vestido para así sacar de sus casillas a los elementos más machistas y homófobos de su público. Con lo bien que habrían quedado Jay y Bob ‘El Silencioso’ con unos babydoll de florecitas…
Aquellas BSOs ‘alternativas’…
Seguramente, esto no le haría ni maldita la gracia a Cobain, pero el auge de Nirvana (y del grunge en general) coincidió con el de las bandas sonoras hechas a base de canciones. A la altura de Pretty Woman, más o menos, muchos productores descubrieron que juntar temas de diversos grupos de rock salía bastante más barato que contratar a un compositor, especialmente si dichos grupos grababan con discográficas del mismo grupo mediático. Y, como por entonces el grunge era lo que más pegaba entre la chavalada, incluso una película tan pija (y a mucha honra) como Fuera de onda (1995) contó con grupos remotamente asociables a ese estilo, tales que Velocity Girl. Eso, por no hablar de desbarres como Judgement Night, filme cuya BSO constaba de colaboraciones entre rockeros de vanguardia y artistas de hip hop (Sonic Youth con Cypress Hill, Mudhoney con Sir Mix-A-Lot, etcétera). En todo caso, el acercamiento más digno fue el de Solteros (1992): para ambientar las andanzas de Bridget Fonda, Campbell Scott y Matt Dillon en Seattle, la cinta contó con temas de Alice in Chains, Mother Love Bone y otros grupos de la ciudad, antes de que éstos se hicieran famosos. En algo se le tenía que notar a Cameron Crowe que fue periodista musical antes que director de cine.
Aquellas series de la MTV…
“If I’m wrong, please correct / You’re standing on my neck”: si estas palabras, y su melodía correspondiente, te dan ganas de soltar impertinencias con voz gélida mientras observas el mundo a través de tus gafas redondas, no te culpamos: eso es que conoces a la simpar Daria Mogendorffer, la adolescente más misántropa de la animación. Al igual que Beavis and Butt-Head, la serie de la que fue spin off, Daria nació en las ondas de la MTV, una cadena que aprovechó a fondo las tendencias juveniles de entonces. Mientras que Beavis y Butt-Head entroncaban con el aspecto más rockero del movimiento, ofreciéndonos las andanzas de aquellos dos garrulos de instituto, el show protagonizado por su ex compañera de clase se mantenía probablemente más fiel a las raíces del grunge: Daria está harta de todo pese a su juvenil edad, y sólo siente un poquito de emoción cuando escucha a los Mystic Spiral, ese grupo tristón y guitarrero que toca en las fiestas de su instituto. Beavis y Butt-Head sí tuvieron su propio filme (Beavis y Butt-Head recorren América, 1996), pero la Mogendorffer quedó inédita en pantalla grande: una pena que Daria’s High School Reunion fuese sólo un (descacharrante) tráiler falso pergeñado por Aubrey Plaza para la web College Humor.
Aquellos directores que ya estaban allí…
En 1991, el mundo de la cultura popular sufrió dos terremotos de los que no se enteró casi nadie: desde Seattle, Nirvana publicaban Bleach, su primer elepé, y, desde Austin (Texas), un director llamado Richard Linklater estrenaba Slacker, su segundo largometraje. Para quienes le han conocido gracias a Antes del amanecer y sus secuelas (por no hablar de quienes llegaron a su filmografía a partir de Escuela de rock), descubrir que Linklater pergeñó esta crónica callejera protagonizada por colgados, parados, marginados y demás fauna puede suponer un pequeño shock. Sobre todo si pensamos en esa escena en la que una moza (Teresa Taylor, la baterista de Butthole Surfers) intenta venderles al cineasta y a una amiga nada menos que una citología de Madonna. Más grunge, imposible. En general, conviene recordar que el éxito de Kurt Cobain y su gente incitó al público y a los medios a buscar opciones culturales más allá de lo comercial, suscitando en parte el interés por el llamado ‘cine independiente': ¿fue el éxito de Tarantino un producto del nirvanazo? Pues no te diríamos que no: por lo pronto, sabemos que el genio de la gran mandíbula quiso al músico para su Pulp Fiction, como intérprete del camello al que acabaría dando vida Eric Stoltz.
Aquellos directores que se subieron al carro…
Mira que, en esta casa, Ben Stiller cae bien por multitud de razones, empezando por Zoolander y por Tropic Thunder. Pero, visto con ojos de hoy, su debut largo Bocados de realidad queda como un trabajo de interés coyuntural, siendo generosos. Estrenado en 1994, el año de la muerte de Kurt Cobain, y con una banda sonora un tanto desorientada (¿qué demonios pintaban The Posies y Dinosaur Jr. junto a Big Mountain y su Baby, I Love Your Way?), el filme rellenaba con los cuerpos serranos de Winona Ryder, Ethan Hawke y el propio Stiller una empanada pretextada con todo aquello de la ‘Generación X’ y su agobio existencial, pero que no pasaba de ser una comedia romántica con pretexto moderno. En términos más dignos, cabe mencionar también cómo el fotógrafo Larry Clark se apuntó al asunto desde Nueva York, entregando su tremebunda Kids a la tierna edad de 52 años. Claro que, habiendo sexo chungo y drogas de por medio, lo raro era que Clark no se hubiese apuntado…
…Y las películas que llegaron después
Aunque Kurt Cobain acabase con su vida en 1994, muchos de los filmes de este reportaje caben considerarse como productos del grunge por más que se estrenaran en fechas posteriores: al fin y al cabo, el movimiento no dejó de estar de moda hasta el umbral de los dosmiles. Y es entonces cuando aparecen las primeras películas que no retratan el suceso como algo vigente, sino que se centran en él (y en su mito máximo) a toro pasado. En 1998 se estrenan los primeros productos reseñables: The Vigil es una tragicomedia adolescente, virtualmente desconocida en España, protagonizada por un grupo de ultrafans de Nirvana que viajan desde Canadá a Seattle para asistir al funeral de su ídolo. Desde un punto de vista más carroñero, el documental ¿Quién mató a Kurt Cobain? (oportunista traducción del inglés Kurt & Courtney) se centraba en poner a la viuda del músico como un pingo a través de testimonios muy discutibles. Debemos destacar, por último, Last Days, esa película de 2005 en la que Gus Van Sant imaginó el viaje de Cobain hacia el suicidio, y en el que una amiga suya en la vida real (Kim Gordon, de los Sonic Youth) tenía ocasión de echarle una bronca post mortem al difunto, interpretado por Lukas Haas (el chaval de Único testigo, ya crecidito). Sólo por esa escena, la película merece un visionado.
Via:Cinemania
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