Al igual que Stephen Dorff, estos aspirantes a divos de la pantalla prometían mucho, pero se quedaron en (casi) nada.
Al descubrir que, entre los estrenos de esta semana, figura La deuda, un cinemaníaco o cinemaníaca puede reaccionar de dos maneras: si su reacción al ver el reparto de la película es pensar “mira, Stephen Dorff, el vampiro buenorro de Blade”, entonces podemos suponer que ya no cumple los veinticinco. Si, en cambio, lo primero que le viene a la mente es “¿Stephen quién?”, entonces estamos ante un cinéfilo o cinéfila joven. Porque, nos tememos, el pobre Stephen se ha convertido en aquello que por la parte de Hollywood llaman un ‘has been': una de esas viejas glorias prematuras que, tras haber estado a un paso de llegar al estrellato, se quedaron en (casi) nada.
¿Acabó este fenómeno con el cambio de siglo? Ni muchísimo menos: cualquiera diría que se ha incrementado. Todos los rostros que hallarás a continuación figuraron en listas de actrices y actores que prometían mucho, o acapararon titulares cuando los estudios les escogieron para protagonizar sus blockbusters más fuertes. Pero ni los años, ni las críticas ni las preferencias del público han sido clementes con ellos, así que ahora van camino de quedar relegados como secundarios o protagonistas de serie B. Toma ejemplo, ídolo de la pantalla en ciernes: dentro de un lustro, o de menos, puedes verte a ti misma haciéndoles compañía.
Su ascenso: A estas alturas, es difícil acordarse, pero en 2009 este cachas anglo-australiano estaba en boca de todo el mundo. No en vano James Cameron le había elegido para protagonizar Avatar. Por si eso fuese poco, Worthington iba a protagonizar Terminator Salvation y Furia de titanes, dos remakes/reboots que (estaba clarísimo) iban a cubrirle de millones y convertirle en una estrella de primera clase. Aunque parezca raro, todo lo anterior es cierto.
Su caída: Para empezar, admitamos que, si bien Avatar impresionaba, la interpretación de Worthington no estaba entre sus mayores bazas. Para seguir, consignemos que tanto Terminator Salvation como Furia de titanes dejaron un poso bastante amargo tanto en el público como en la crítica. Así las cosas, y pese a contar con algún título estimable en su carrera posterior (La deuda) y con una película entrañable en su simplicidad (Sólo una noche), la agenda de Sam ha incluido desde entonces demasiados filmes de calidad, digamos, discutible, como Tierra de asesinatos o las aún inéditas en España Cake, Paper Planes y Drift. Everest, en la que comparte protagonismo con Josh Brolin, Jake Gyllenhaal y Keira Knightley, podría ser su pasaporte de regreso al estrellato, pero eso no está nada claro. A las malas, siempre le quedarán las secuelas de Avatar…
Su ascenso: Vale: contar con Serpientes en el avión como el título más ilustre de tu filmografía no es precisamente un aval de confianza, al menos según para quienes. Pero, cuando actúas en una serie tan fetén como Luces del viernes noche y además luces un físico de impresión (el cual te ha hecho entrar en el reparto de X-Men Orígenes: Lobezno interpretando a Gambito, sex symbol mutante donde los haya), es natural que tu nombre comience a sonar como protagonista de varias superproducciones. Lo cual, según se mire, puede ser una suerte… o todo lo contrario.
Su caída: ¿Dónde comenzó a brillar la mala estrella de Taylor Kitsch? Pues, seguramente, en John Carter: la película de Andrew Stanton no era ni mucho menos tan mala como dicen por ahí, pero su mala prensa y pésimo resultado financiero resultaron una losa difícil de superar. Por si eso fuera poco, Kitsch protagonizó también la inefable Battleship, una película que causó burlas desde su fase promocional, y a la que no pudieron poner a flote ni los esfuerzos combinados de Liam Neeson y una Rihanna muy futbolera. Como no hay dos sin tres, Kitsch acabó de sepultar su futuro dándole el “sí” a Oliver Stone para actuar en Salvajes, una de las películas más impresentables del autor de Platoon. Y, para colmo, su presencia en la muy estimable El único superviviente pasó desapercibida. Esperemos que su papel en la nueva temporada de True Detective consiga que Taylor levante cabeza, pero vista su trayectoria nosotros pensamos que a este chaval le ha mirado de reojo el Rey Amarillo.
Su ascenso: Tras una larga militancia televisiva, que le ganó el afecto del público en su Australia natal, y de curtirse en el terror de serie B (Ghost Ship), a Browning le cayó encima un caramelito de los buenos: en Una serie de catastróficas desdichas, esta jovencísima actriz iba a codearse con Jim Carrey, Meryl Streep, Dustin Hoffman, Helena Bonham Carter y Timothy Spall, entre otros, sin haber cumplido aún los dieciséis. ¿Estaba mal aquella película? En absoluto. El problema es que casi nadie se enteró.
Su caída: Tras el descalabro (injusto, insistimos) de Una serie de catastróficas desdichas, Emily Browning aspiró a los galones de scream queen (Presencias extrañas), mostró signos de valor poco común protagonizando Sleeping Beauty… y, cuando le tocó volver al cine de gran presupuesto, lo hizo con la discutidísima Sucker Punch de Zack Snyder. Pero el punto en el que su fortuna comenzó realmente a declinar fue cuando aceptó protagonizar La huésped: la adaptación de la novela ‘post-Crepúsculo’ de Stephenie Meyer estaba marcada por el signo de la indiferencia (cuando no por el del desprecio) desde antes de su primer día de rodaje, con lo cual la Browning no se convirtió ni de lejos en la sucesora de Kristen Stewart tras el estreno. Ni su alianza con los Belle & Sebastian en God Help the Girl (demasiado indie) ni su connivencia con el gañán de Paul W. S. Anderson en Pompeya (demasiado palomitera y orgullosamente cutre) han podido devolverle la vitalidad a su carrera.
Su ascenso: En una palabra: “abdominales”. Mientras sus compañeros Kristen Stewart y Robert Pattinson estaban deseando el fin de la franquicia Crepúsculo prácticamente desde su comienzo, este nativo de Michigan se tomó muy en serio su participación en el serial de vampiros castos, hasta el punto de ganar músculo por arrobas para seguir interpretando a Jacob Black (el licántropo amerindio y descamisado) de Luna nueva en adelante. Más que al compromiso con la saga, sospechamos que eso se debía a que Taylor no se hacía ilusiones sobre lo que le esperaba tras el fin de aquella.
Su caída: Con los fuegos del ‘Team Edward’ y el ‘Team Jacob’ a punto de extinguirse, y con el proyecto Max Steel muerto y enterrado (para bien, puede decirse: ¿quién quiere pasar a la historia como intérprete de un muñeco elástico?), Lautner tuvo un momento “ahora o nunca” con Sin salida, un thriller hecho a su medida que le llevó a compartir encuadres con Lily Collins (otra que tal: ahí ha quedado la pobre tras Cazadores de sombras: ciudad de hueso) y que fracasó aparatosamente. Otro intento de convertirle en héroe de acción (Tracers, dirigida por el barcelonés Daniel Benmayor) ha tenido críticas aún peores, y todavía tenemos que verle en el estreno de The Ridiculous Six, ese western paródico que tantos disgustos le está costando a Adam Sandler. Ahora bien: el drama indie Run the Tide está cosechando opiniones muy favorables, con lo que tal vez Taylor debería seguir el ejemplo de sus ex colegas Robert y Kristen, dejándose de blockbusters y buscando nuevos horizontes.
Su ascenso: No vamos a negar que le costó, máxime hallándose en su currículum una ocasión perdida como Guía del autoestopista galáctico. Pero, a la altura de (500) días juntos, diríase que la hija del director de fotografía Caleb Deschanel nos había conquistado a todos con su sonrisa, con su elegancia y con su forma de frustrar las esperanzas de Joseph Gordon-Levitt. ¿Qué podía salir mal?
Su caída: Pues lo que salió mal (o peor) fue que Zooey se convirtió desde ese momento en la manic pixie dream girl por antonomasia. Y, cuando dicho arquetipo se volvió odioso (lo cual ocurrió muy pronto), la chica prefirió concentrarse en su serie televisiva New Girl y en su grupo She and Him (tocando un instrumento tan hipster como puede serlo el ukelele) antes que en repetir despropósitos como Caballeros, princesas y otras bestias y seguir convirtiéndose en competidora de Anne Hathaway y Katherine Heigl por el puesto de Actriz Más Odiada de Hollywood. Aun así, no subestimemos el potencial de The Driftless Area y Rock the Kasbah (el regreso de un Barry Levinson revalorizado tras La sombra del actor), filmes ambos en los que Deschanel aparecerá como protagonista.
Su ascenso: Cuando has hecho cuatro películas, y el título de la cuarta es American Beauty, entonces tu carrera parece encarrilada ad aeternum. Para una generación entera, o varias, el rostro de Wes Bentley es el de Ricky Fitts, el adorable chico extraño que se extasiaba mirando una bolsa de papel. Pero, ¿es algo más?
Su caída: Pues va a ser que Bentley no llegó a nada más: su trayectoria se fue a freír espárragos con más celeridad aún que la de sus compañeras de reparto Mena Suvari y Thora Birch. Sólo que, si ellas tuvieron un breve intervalo en el que ejercieron como sex symbols postadolescentes, Bentley se embarcó casi de inmediato en una cuesta abajo que le llevó a intervenir en truños como el remake de Las cuatro plumas, Ghost Rider. Motorista fantasma (consejo para estrellas en ciernes: no os arriméis a Nicolas Cage si podéis evitarlo), la extremadamente gafe Jonah Hex y aquel disparate opusino que fue Encontrarás dragones. Tras haber tenido un papelito secundario en la primera entrega de Los juegos del hambre, y con las excepciones de Interstellar y Knight of Cups (la nueva de Terrence Malick), Bentley tiene una larga filmografía de títulos que nunca llegan a España, y de los cuales rueda un par o tres al año. La carrera de un actor de serie B, vamos.
Su ascenso: Una de las actrices infantiles más riquiñas del cambio de siglo, la Fanning se dio a conocer con Yo soy Sam (¡algo bueno tenía que tener esa película!) y nos hizo soltar “ooohs…” de ternura con La telaraña de Carlota, amén de convertirse en ‘chica Spielberg’ gracias a La guerra de los mundos. En los últimos filmes de la saga Crepúsculo descubrimos que también podía darnos miedo, y para colmo la pubertad la trató bien o muy bien, probándonos en The Runaways que podía convertirse en una gran intérprete adulta. ¿Por qué la incluimos aquí, entonces?
Su caída: Con 21 años recién cumplidos, Dakota aún puede dar una campanada que la salve de convertirse en una has been. Pero tendrá que hacerlo pronto: ni La última aventura de Robin Hood ni el dramón histórico Effie Grey han despertado entusiasmo, precisamente, mientras que su hermana pequeña Elle Fanning se va haciendo más y más famosa. Tal vez Brain on Fire (en la que compartirá encuadres con Charlize Theron), American Pastoral (el debut de Ewan McGregor como director) o Viena and the Fantomes consigan reactivar su carrera. Nosotros le deseamos suerte, porque la va a necesitar.
Su ascenso: Como prueba la carrera de Christian Bale, el hecho de que Steven Spielberg te elija, siendo un chavalín, para protagonizar uno de sus largos puede ser el preludio a una brillante carrera en Hollywood. Estamos seguros de que, al verse escogido por el hombre de la gorra para War Horse, este nativo de Cambridge se las veía muy felices.
Su caída: Omitiendo el hecho de que War Horse no fue precisamente la película más aclamada de Spielberg, diremos que la carrera de Jeremy Irvine se parece bien poco a la de Christian Bale y bastante más, para su desgracia, a la de Henry Thomas, aquel joven que se fue deslizando hacia el infierno de los secundarios tras haber protagonizado E.T. Entre los filmes posteriores de Jeremy hallamos el drama histórico de rigor (Grandes esperanzas), algún título bien valorado, pero sin excesiva repercusión (Un largo viaje) y nada menos que Una noche en el viejo México, la aventura estadounidense de Emilio Aragón. Para postre, una secuela de terror (La mujer de negro: El ángel de la muerte) y, entre sus trabajos en preproducción, la muy improbable Stonewall, crónica de las revueltas gays de 1969 dirigida por nada menos que Roland Emmerich. Excusemos chistes fáciles que incluyan la palabra “catástrofe”.
Su ascenso: Sin apenas experiencia previa, la jovencita Hailee fue fichada como protagonista en Valor de ley. Algo que la convertía en pupila de los hermanos Coen, y de rebote en discípula de todo un Jeff Bridges, viéndose aclamada desde entonces como una de las actrices más prometedoras de nuestra década. Lamentamos decirlo, pero sus andanzas posteriores parecen haber sido planeadas por los judíos más serios de Minnesota, dado lo gafes que resultan.
Su caída: Desde 2010, Hailee Steinfield se ha hinchado a rodar películas. Ahora bien, ¿cuántas de éstas resultan memorables? Pues casi que ninguna: un remake modernizado y sin fuste de Romeo y Julieta (lo sentimos, pero eso ya les funcionó a DiCaprio y Claire Danes), un aborto de blockbuster como El juego de Ender, un despropósito como Tres días para matar (ya te vale, bonita: juntarte con dos heraldos del mal fario como Kevin Costner y McG) y un título entrañable sin más, como Dando la nota… aún más alto no son los mimbres con los que se construye una carrera estelar, precisamente. El cúlmen de estos patinazos parece ser Barely Lethal, un híbrido de comedia de instituto y filme de espías coprotagonizado con Jessica Alba, Samuel L. Jackson y Sophie Turner, la Sansa Stark de Juego de tronos.
Su ascenso: Sabemos que está feo decirlo, pero los primeros hitos en la carrera de Hartnett fueron drogarse como un condenado (en The Faculty, a las órdenes de Rober Rodríguez) y desvirgar a la mismísima Kirsten Dunst en un campo de béisbol (tal y como vimos en Las vírgenes suicidas). Actor de talento por encima de la media, y extremadamente guapo, Josh se despidió de los 90 prometiendo ser un sex symbol y un titán del siglo XXI. ¿Qué le ocurrió?
Su caída: Ateniéndonos a las explicaciones del propio Hartnett, es fácil entender qué le vino encima. Porque, cuando uno ha sobrevivido a Pearl Harbor, y por tanto a los desafueros de un Michael Bay sin robots gigantes, es fácil cogerle tirria a las superproducciones. Después de vérselas con Ridley Scott (otro que tal) durante el rodaje de Black Hawk derribado, Josh decidió que lo suyo era mantener un perfil bajo. Eso, que le honra, le llevó a cometer un error imperdonable cuando un semidesconocido director inglés llamado Christopher Nolan se presentó ante su puerta con un traje de murciélago y un billete de ida y vuelta a Gotham City. Aunque, la verdad, a nosotros nos parece todavía más imperdonable su participación en aquel engendro sin pies ni cabeza llamado Bunraku. Ahora, en la serie Penny Dreadful, Hartnett purga sus penas como licántropo televisivo.
Al descubrir que, entre los estrenos de esta semana, figura La deuda, un cinemaníaco o cinemaníaca puede reaccionar de dos maneras: si su reacción al ver el reparto de la película es pensar “mira, Stephen Dorff, el vampiro buenorro de Blade”, entonces podemos suponer que ya no cumple los veinticinco. Si, en cambio, lo primero que le viene a la mente es “¿Stephen quién?”, entonces estamos ante un cinéfilo o cinéfila joven. Porque, nos tememos, el pobre Stephen se ha convertido en aquello que por la parte de Hollywood llaman un ‘has been': una de esas viejas glorias prematuras que, tras haber estado a un paso de llegar al estrellato, se quedaron en (casi) nada.
¿Acabó este fenómeno con el cambio de siglo? Ni muchísimo menos: cualquiera diría que se ha incrementado. Todos los rostros que hallarás a continuación figuraron en listas de actrices y actores que prometían mucho, o acapararon titulares cuando los estudios les escogieron para protagonizar sus blockbusters más fuertes. Pero ni los años, ni las críticas ni las preferencias del público han sido clementes con ellos, así que ahora van camino de quedar relegados como secundarios o protagonistas de serie B. Toma ejemplo, ídolo de la pantalla en ciernes: dentro de un lustro, o de menos, puedes verte a ti misma haciéndoles compañía.
Sam Worthington
Su ascenso: A estas alturas, es difícil acordarse, pero en 2009 este cachas anglo-australiano estaba en boca de todo el mundo. No en vano James Cameron le había elegido para protagonizar Avatar. Por si eso fuese poco, Worthington iba a protagonizar Terminator Salvation y Furia de titanes, dos remakes/reboots que (estaba clarísimo) iban a cubrirle de millones y convertirle en una estrella de primera clase. Aunque parezca raro, todo lo anterior es cierto.
Su caída: Para empezar, admitamos que, si bien Avatar impresionaba, la interpretación de Worthington no estaba entre sus mayores bazas. Para seguir, consignemos que tanto Terminator Salvation como Furia de titanes dejaron un poso bastante amargo tanto en el público como en la crítica. Así las cosas, y pese a contar con algún título estimable en su carrera posterior (La deuda) y con una película entrañable en su simplicidad (Sólo una noche), la agenda de Sam ha incluido desde entonces demasiados filmes de calidad, digamos, discutible, como Tierra de asesinatos o las aún inéditas en España Cake, Paper Planes y Drift. Everest, en la que comparte protagonismo con Josh Brolin, Jake Gyllenhaal y Keira Knightley, podría ser su pasaporte de regreso al estrellato, pero eso no está nada claro. A las malas, siempre le quedarán las secuelas de Avatar…
Taylor Kitsch
Su ascenso: Vale: contar con Serpientes en el avión como el título más ilustre de tu filmografía no es precisamente un aval de confianza, al menos según para quienes. Pero, cuando actúas en una serie tan fetén como Luces del viernes noche y además luces un físico de impresión (el cual te ha hecho entrar en el reparto de X-Men Orígenes: Lobezno interpretando a Gambito, sex symbol mutante donde los haya), es natural que tu nombre comience a sonar como protagonista de varias superproducciones. Lo cual, según se mire, puede ser una suerte… o todo lo contrario.
Su caída: ¿Dónde comenzó a brillar la mala estrella de Taylor Kitsch? Pues, seguramente, en John Carter: la película de Andrew Stanton no era ni mucho menos tan mala como dicen por ahí, pero su mala prensa y pésimo resultado financiero resultaron una losa difícil de superar. Por si eso fuera poco, Kitsch protagonizó también la inefable Battleship, una película que causó burlas desde su fase promocional, y a la que no pudieron poner a flote ni los esfuerzos combinados de Liam Neeson y una Rihanna muy futbolera. Como no hay dos sin tres, Kitsch acabó de sepultar su futuro dándole el “sí” a Oliver Stone para actuar en Salvajes, una de las películas más impresentables del autor de Platoon. Y, para colmo, su presencia en la muy estimable El único superviviente pasó desapercibida. Esperemos que su papel en la nueva temporada de True Detective consiga que Taylor levante cabeza, pero vista su trayectoria nosotros pensamos que a este chaval le ha mirado de reojo el Rey Amarillo.
Emily Browning
Su ascenso: Tras una larga militancia televisiva, que le ganó el afecto del público en su Australia natal, y de curtirse en el terror de serie B (Ghost Ship), a Browning le cayó encima un caramelito de los buenos: en Una serie de catastróficas desdichas, esta jovencísima actriz iba a codearse con Jim Carrey, Meryl Streep, Dustin Hoffman, Helena Bonham Carter y Timothy Spall, entre otros, sin haber cumplido aún los dieciséis. ¿Estaba mal aquella película? En absoluto. El problema es que casi nadie se enteró.
Su caída: Tras el descalabro (injusto, insistimos) de Una serie de catastróficas desdichas, Emily Browning aspiró a los galones de scream queen (Presencias extrañas), mostró signos de valor poco común protagonizando Sleeping Beauty… y, cuando le tocó volver al cine de gran presupuesto, lo hizo con la discutidísima Sucker Punch de Zack Snyder. Pero el punto en el que su fortuna comenzó realmente a declinar fue cuando aceptó protagonizar La huésped: la adaptación de la novela ‘post-Crepúsculo’ de Stephenie Meyer estaba marcada por el signo de la indiferencia (cuando no por el del desprecio) desde antes de su primer día de rodaje, con lo cual la Browning no se convirtió ni de lejos en la sucesora de Kristen Stewart tras el estreno. Ni su alianza con los Belle & Sebastian en God Help the Girl (demasiado indie) ni su connivencia con el gañán de Paul W. S. Anderson en Pompeya (demasiado palomitera y orgullosamente cutre) han podido devolverle la vitalidad a su carrera.
Taylor Lautner
Su ascenso: En una palabra: “abdominales”. Mientras sus compañeros Kristen Stewart y Robert Pattinson estaban deseando el fin de la franquicia Crepúsculo prácticamente desde su comienzo, este nativo de Michigan se tomó muy en serio su participación en el serial de vampiros castos, hasta el punto de ganar músculo por arrobas para seguir interpretando a Jacob Black (el licántropo amerindio y descamisado) de Luna nueva en adelante. Más que al compromiso con la saga, sospechamos que eso se debía a que Taylor no se hacía ilusiones sobre lo que le esperaba tras el fin de aquella.
Su caída: Con los fuegos del ‘Team Edward’ y el ‘Team Jacob’ a punto de extinguirse, y con el proyecto Max Steel muerto y enterrado (para bien, puede decirse: ¿quién quiere pasar a la historia como intérprete de un muñeco elástico?), Lautner tuvo un momento “ahora o nunca” con Sin salida, un thriller hecho a su medida que le llevó a compartir encuadres con Lily Collins (otra que tal: ahí ha quedado la pobre tras Cazadores de sombras: ciudad de hueso) y que fracasó aparatosamente. Otro intento de convertirle en héroe de acción (Tracers, dirigida por el barcelonés Daniel Benmayor) ha tenido críticas aún peores, y todavía tenemos que verle en el estreno de The Ridiculous Six, ese western paródico que tantos disgustos le está costando a Adam Sandler. Ahora bien: el drama indie Run the Tide está cosechando opiniones muy favorables, con lo que tal vez Taylor debería seguir el ejemplo de sus ex colegas Robert y Kristen, dejándose de blockbusters y buscando nuevos horizontes.
Zooey Deschanel
Su ascenso: No vamos a negar que le costó, máxime hallándose en su currículum una ocasión perdida como Guía del autoestopista galáctico. Pero, a la altura de (500) días juntos, diríase que la hija del director de fotografía Caleb Deschanel nos había conquistado a todos con su sonrisa, con su elegancia y con su forma de frustrar las esperanzas de Joseph Gordon-Levitt. ¿Qué podía salir mal?
Su caída: Pues lo que salió mal (o peor) fue que Zooey se convirtió desde ese momento en la manic pixie dream girl por antonomasia. Y, cuando dicho arquetipo se volvió odioso (lo cual ocurrió muy pronto), la chica prefirió concentrarse en su serie televisiva New Girl y en su grupo She and Him (tocando un instrumento tan hipster como puede serlo el ukelele) antes que en repetir despropósitos como Caballeros, princesas y otras bestias y seguir convirtiéndose en competidora de Anne Hathaway y Katherine Heigl por el puesto de Actriz Más Odiada de Hollywood. Aun así, no subestimemos el potencial de The Driftless Area y Rock the Kasbah (el regreso de un Barry Levinson revalorizado tras La sombra del actor), filmes ambos en los que Deschanel aparecerá como protagonista.
Wes Bentley
Su ascenso: Cuando has hecho cuatro películas, y el título de la cuarta es American Beauty, entonces tu carrera parece encarrilada ad aeternum. Para una generación entera, o varias, el rostro de Wes Bentley es el de Ricky Fitts, el adorable chico extraño que se extasiaba mirando una bolsa de papel. Pero, ¿es algo más?
Su caída: Pues va a ser que Bentley no llegó a nada más: su trayectoria se fue a freír espárragos con más celeridad aún que la de sus compañeras de reparto Mena Suvari y Thora Birch. Sólo que, si ellas tuvieron un breve intervalo en el que ejercieron como sex symbols postadolescentes, Bentley se embarcó casi de inmediato en una cuesta abajo que le llevó a intervenir en truños como el remake de Las cuatro plumas, Ghost Rider. Motorista fantasma (consejo para estrellas en ciernes: no os arriméis a Nicolas Cage si podéis evitarlo), la extremadamente gafe Jonah Hex y aquel disparate opusino que fue Encontrarás dragones. Tras haber tenido un papelito secundario en la primera entrega de Los juegos del hambre, y con las excepciones de Interstellar y Knight of Cups (la nueva de Terrence Malick), Bentley tiene una larga filmografía de títulos que nunca llegan a España, y de los cuales rueda un par o tres al año. La carrera de un actor de serie B, vamos.
Dakota Fanning
Su ascenso: Una de las actrices infantiles más riquiñas del cambio de siglo, la Fanning se dio a conocer con Yo soy Sam (¡algo bueno tenía que tener esa película!) y nos hizo soltar “ooohs…” de ternura con La telaraña de Carlota, amén de convertirse en ‘chica Spielberg’ gracias a La guerra de los mundos. En los últimos filmes de la saga Crepúsculo descubrimos que también podía darnos miedo, y para colmo la pubertad la trató bien o muy bien, probándonos en The Runaways que podía convertirse en una gran intérprete adulta. ¿Por qué la incluimos aquí, entonces?
Su caída: Con 21 años recién cumplidos, Dakota aún puede dar una campanada que la salve de convertirse en una has been. Pero tendrá que hacerlo pronto: ni La última aventura de Robin Hood ni el dramón histórico Effie Grey han despertado entusiasmo, precisamente, mientras que su hermana pequeña Elle Fanning se va haciendo más y más famosa. Tal vez Brain on Fire (en la que compartirá encuadres con Charlize Theron), American Pastoral (el debut de Ewan McGregor como director) o Viena and the Fantomes consigan reactivar su carrera. Nosotros le deseamos suerte, porque la va a necesitar.
Jeremy Irvine
Su ascenso: Como prueba la carrera de Christian Bale, el hecho de que Steven Spielberg te elija, siendo un chavalín, para protagonizar uno de sus largos puede ser el preludio a una brillante carrera en Hollywood. Estamos seguros de que, al verse escogido por el hombre de la gorra para War Horse, este nativo de Cambridge se las veía muy felices.
Su caída: Omitiendo el hecho de que War Horse no fue precisamente la película más aclamada de Spielberg, diremos que la carrera de Jeremy Irvine se parece bien poco a la de Christian Bale y bastante más, para su desgracia, a la de Henry Thomas, aquel joven que se fue deslizando hacia el infierno de los secundarios tras haber protagonizado E.T. Entre los filmes posteriores de Jeremy hallamos el drama histórico de rigor (Grandes esperanzas), algún título bien valorado, pero sin excesiva repercusión (Un largo viaje) y nada menos que Una noche en el viejo México, la aventura estadounidense de Emilio Aragón. Para postre, una secuela de terror (La mujer de negro: El ángel de la muerte) y, entre sus trabajos en preproducción, la muy improbable Stonewall, crónica de las revueltas gays de 1969 dirigida por nada menos que Roland Emmerich. Excusemos chistes fáciles que incluyan la palabra “catástrofe”.
Hailee Steinfield
Su ascenso: Sin apenas experiencia previa, la jovencita Hailee fue fichada como protagonista en Valor de ley. Algo que la convertía en pupila de los hermanos Coen, y de rebote en discípula de todo un Jeff Bridges, viéndose aclamada desde entonces como una de las actrices más prometedoras de nuestra década. Lamentamos decirlo, pero sus andanzas posteriores parecen haber sido planeadas por los judíos más serios de Minnesota, dado lo gafes que resultan.
Su caída: Desde 2010, Hailee Steinfield se ha hinchado a rodar películas. Ahora bien, ¿cuántas de éstas resultan memorables? Pues casi que ninguna: un remake modernizado y sin fuste de Romeo y Julieta (lo sentimos, pero eso ya les funcionó a DiCaprio y Claire Danes), un aborto de blockbuster como El juego de Ender, un despropósito como Tres días para matar (ya te vale, bonita: juntarte con dos heraldos del mal fario como Kevin Costner y McG) y un título entrañable sin más, como Dando la nota… aún más alto no son los mimbres con los que se construye una carrera estelar, precisamente. El cúlmen de estos patinazos parece ser Barely Lethal, un híbrido de comedia de instituto y filme de espías coprotagonizado con Jessica Alba, Samuel L. Jackson y Sophie Turner, la Sansa Stark de Juego de tronos.
Josh Hartnett
Su ascenso: Sabemos que está feo decirlo, pero los primeros hitos en la carrera de Hartnett fueron drogarse como un condenado (en The Faculty, a las órdenes de Rober Rodríguez) y desvirgar a la mismísima Kirsten Dunst en un campo de béisbol (tal y como vimos en Las vírgenes suicidas). Actor de talento por encima de la media, y extremadamente guapo, Josh se despidió de los 90 prometiendo ser un sex symbol y un titán del siglo XXI. ¿Qué le ocurrió?
Su caída: Ateniéndonos a las explicaciones del propio Hartnett, es fácil entender qué le vino encima. Porque, cuando uno ha sobrevivido a Pearl Harbor, y por tanto a los desafueros de un Michael Bay sin robots gigantes, es fácil cogerle tirria a las superproducciones. Después de vérselas con Ridley Scott (otro que tal) durante el rodaje de Black Hawk derribado, Josh decidió que lo suyo era mantener un perfil bajo. Eso, que le honra, le llevó a cometer un error imperdonable cuando un semidesconocido director inglés llamado Christopher Nolan se presentó ante su puerta con un traje de murciélago y un billete de ida y vuelta a Gotham City. Aunque, la verdad, a nosotros nos parece todavía más imperdonable su participación en aquel engendro sin pies ni cabeza llamado Bunraku. Ahora, en la serie Penny Dreadful, Hartnett purga sus penas como licántropo televisivo.
Comentarios