¿De qué se habla hoy en San Sebastián? Aparte de que hoy toca la perla donostiarra de Woody Allen, Irrational Man, apenas tres días antes de que se estrene en nuestro cine más cercano, hoy éramos conscientes de estar ante un día marcado con colorines flúor: madrugamos para ver la primera película de animación que compite en la Sección Oficial en los 63 años de historia del Festival: Bakemono No Ko (El niño y la bestia), de Mamoru Hosoda. Todavía resonaban por los corrillos del Zinemaldi la frescura de Sienna Miller y el carisma de Tom Hiddleston, agradables, guapos, sonrientes, que pasaron por Donostia para presentar High-Rise. No podía ser menos (¡Aúpa, Altuna!) la amama de Amama, la encantadora Amparo Badiola, una presencia ineludible en la película de Asier Altuna, y una de las estampas con más fuerza del Festival.
¿Qué hemos visto? La mejor manera de engancharse a la sección oficial parecía una adaptación de la novela de J. G. Ballard, High-Rise, dirigida por el realizador que nos dejó una mueca profunda y dislocada, seguramente imperecedera, con Turistas. Ben Wheatley llevando a su terreno al autor de Crash, no me digáis que la cosa no prometía. Y la cosa, el relato retroapocalíptico de Ballard, barnizado por el humor soez y depravadamente colega que le gusta al cineasta (aunque curiosamente no suele firmar los guiones), funciona, pese a la desmesura, sólo controlada por curiosa la recreación setentera del filme, el logro menos controvertido del realizador. Este edificio ordenado por castas, una Babel distópica inmobiliaria en manos de la clases altas, acaba aturdiendo, pero aguanta el envite, logro de cineasta tozudo. Además, ¿qué otra cosa, además de implosiones antithatcheristas, esperábamos de un delirio así? Pues a un potente Tom Hiddleston, llamado a gestas aún mayores.
Previo a su pase en el Velódromo de Anoeta, fiesta grande del cine en el Festival de Donosti, vimos El desconocido, de Dani de la Torre. Ya habíamos escuchado su potencial torrente de emociones y unas escenas de acción por Coruña impecables. Y es cierto, nada hay que reprochar a la carcasa técnica, que también es meollo adrenalínico, del filme, un guión cerradito en sus dos nobles sentidos, al estilo Buried: el claustrofóbico de la acción dentro del coche con bomba adosada, y el de una historia en la que todo encaje. Ahí surgen algunos peros de verosimilitud que no lastran pero sí difuminan el aparente buen bagaje del filme.
Nuestra vela anual a Woody Allen sucedió después de disfrutar (aunque se hizo un pelín larga) con el anime japonés que abre la vía de la animación a las películas a competición en San Sebastián. Mamoru Hosoda (La chica que cambiaba a través del tiempo, Los niños lobo) lleva a un huérfano rebelde, perdido en las calles de Tokyo (Shibuya y sus pasos de cebra como iconos), a una realidad paralela habitada por animales antropomórficos en la que acabará siendo escudero y a la vez maestro de un héroe local en horas bajas. Completísima y diversa visualmente, no se aparta un ápice la línea clásica de aventuras solitarias de un joven en busca de familia, necesitado de afectos. Carne para adolescentes eternos. De libro, igual que la referencia a los monstruos internos de Moby Dick. A las 9 de la mañana, hay cosas que parecen cansinas y culturalmente revisitadísimas que todavía se agradecen. Que incluso se gozan.
Irrational Man, la nueva película de Woody Allen, tiene varias virtudes, además de haber encontrado una pareja curiosa y versátil, diferente, para Joaquin Phoenix y Emma Stone. Sí, es cierto que adolece de esos gestos de genio veterano, los mismos descuidos (sobre todo formales: el abuso del gozoso Ramsey Lewis Trio en la BSO, su parquedad, la voz en off repetitiva) de los que adolecen las últimas obras de Oliveira o del fallecido hace un año Alain Resnais en sus últimos filmes. Da la sensación de que algunos flecos les dan igual. Pero la cintura de genialidad, como la linterna, sigue ahí: la filosofía de COU, el ambiente universitario de Nueva Inglaterra, Dostoyevski, y una curiosa mezcla entre Delitos y faltas y Misterioso Asesinato en (Newport) Manhattan hacen de su nueva película, para algunos fruslería, su crimen imperfecto más agradable.
¿Con quién hemos hablado? Con los responsables del nuevo -novísimo- centro de cultura Tabakalera, la punta de lanza de la capitalidad europe de la cultura que ostenta la ciudad de San Sebastián en 2016 (junto a la polaca Wroklaw) y el espacio que cualquier ciudad europea envidiaría. Recién inaugurado oficialmente su emblemático edificio hace apenas 10 días (el 11 de septiembre), reformado sobre la antigua sede de Tabacalera en Donostia, el cine ya tiene su espacio, abierto a las propuestas más innovadoras y alternativas, y ya colabora con el Festival de San Sebastián desde esta edición. Pudimos charlar con su reponsable del área de cine, Víctor Iriarte, y con la directora del centro, Ane Rodríguez, contentos y responsabilizados ante la ilusionante andadura que acaba de comenzar. Tuvimos la oportunidad de estrenar la sala de proyecciones, coqueta y modernísima, de negro ‘títulos de crédito’, con el nuevo filme de Alexander Sokurov, Francofonia, un estudio documental sobre la suerte de las obras de arte del Museo (una de las obsesiones del autor de El arca rusa) del Louvre durante la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi de París, sobre el mar de fondo del peligro que corren las obras de arte en los conflictos bélicos (una mirada hacia Isis y el esplendor asirio). Suena durito, así como es el ruso Sokurov, pero damos fe de que esta vez el archivo de imágenes históricas y sus habituales recreaciones son más asequibles, menos punzantes también, más àrecidas a los documentales del canal Historia que le flipaban a Tony Soprano.
¿Qué hemos comido? Tres pintxos a la carrera (servidor se tira siempre a por el clásico taco de bonito con guindilla) después de bajar del tren de 5 horas y media largas (337 minutos de vida que me deben, señores de RENFE) que casi han durado hasta el desayuno del bufé del hotel esta mañana. Ahí sí que no he dejado ni las raspas, mientras simulaba que escuchaba lo que los compañeros de la prensa cinematográfica auguraban para la jornada del martes.
Conchómetro: Un Jurado atrevido tendría que darle algo a la película de Wheatley, más allá de Tom Hiddleston, por su estilazo y su aparente falta de complejo. Cine de género y a la vez personal, una combinación muy de agradecer, aunque tal vez no del gusto de todos los públicos. Para la animación de Hosoda, digna y refrescante entre los atunes irracionales del mar donostiarra, la consolación de ser pionera en la Sección Oficial parece bastante.
Via:cinemania
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