Alejandro Amenábar y Hou Hsiao-Hsien nos dan la bienvenida a la 63 edición de Zinemaldia. Un año más
¿De qué se habla hoy en San Sebastián? De regresar. De volver a empezar. Del arranque del año cinéfilo, ni chino ni calendario romano; más bien, curso escolar. En este oficio los libros no se forran hasta que arranca Zinemaldia en la planta baja del Kursaal, allí donde te dan la acreditación de prensa y tu foto, la que llevas enviando al festival los últimos seis años, se pregunta quién eres tú, la que miras desde arriba con cara de chasco y el pelo corto, muy corto. Ah, tempus fugit. Iba a ser verdad. Hace nada estabas llegando por primera vez a esta ciudad, bola de navidad de esas que giras y cae la nieve, tan fresca y cuca, y ahora, entre ir de un lado al otro de la Concha han pasado seis años. Pero aquí estás, otra vez. Por el Boulevard, cargando con el catálogo de turno. En el María Cristina, entrevistando a periquito y fulanito. O en el bar de enfrente, respondiendo mails mientras deglutes pintxos. Y, claro, viendo películas, los Corticoles de los cinéfilos.
¿Qué hemos visto? Regresión, de Alejandro Amenábar. No somos los únicos que hemos vuelto atrás. Veinte años después de su arrollador debut en el cine, el director de Tesis regresa con un thriller que ha sido recibido por la prensa con tibieza por ser, paradojas, muy frío. Seis años ha tardado el director en dar con una historia –un detective chapado a la antigua que investiga un caso de abuso de menores cuya principal víctima es Emma Watson– que le inspirase lo suficiente para suceder en imdB a Ágora, su anterior y colosal película. La variante satánica de la indagación le sirve a Amenábar para volver a la exploración del miedo que ya desarrolló en Los otros, su primer asalto al cine en otro idioma y de terror. A caballo entre esta y su ópera prima, Regresión, homenaje estético al thriller setentero, ataca al espectador por dos flancos distintos como ya sucedía en Tesis: por un lado, no podrás dejar de preguntarte si el protagonista siente un miedo real o inventado; por otro, tú mismo estarás sintiendo ese miedo.
¿Con quién hemos hablado? Con el director de Abycine, que a su vez había hablado con un replicante de Robert De Niro. Ha sido en la fiesta de inauguración de la 63 edición del Festival, patrocinada por Jaeger-LeCoultre. El clon del actor se paseaba por el bonito claustro del museo de San Telmo en smoking, haciéndose fotos con los incrédulos y alguien, incluso, le escuchó decir: “Soy la única estrella de esta fiesta”.
¿Qué hemos comido? Un montadito de jamón. A la carrera, entre la estación de tren, dejar las maletas en el hotel y correr al Victoria Eugenia para ver The Assassin, la película revelación del pasado Festival de Cannes. He llegado por los pelos al pase de las once de la noche, con migas en la pechera, y la advertencia de que era una película densa, con unas elipsis morrocotudas y china. He sobrevivido. Incluso me ha gustado. A mí y al improbable club de fans de Hou Hsiao-Hsien que me rodeaba en el palco del tercer piso y que aplaudían a la primera de cambio.
¿Qué esperamos de la jornada? Ver Truman y Sunset Song, primeras apuestas a concurso en Sección Oficial, dirigidas por Cesc Gay y Terrence Davies. Y si consigo entradas, Evolution, de Lucile Hadzihalilovic. También tendré el honor de entrevistar al director de The Assessin, que no volvía a San Sebastián desde la retrospectiva que le dedicaron en 1995. “Fue hace mucho tiempo, pero es un placer volver”, ha dicho el cineasta al presentar la película en el Victoria Eugenia. En eso no estás solo, Hou Hsiao-Hsien. Aunque igual es momento de renovar la fotografía.
Via:cinemania
¿De qué se habla hoy en San Sebastián? De regresar. De volver a empezar. Del arranque del año cinéfilo, ni chino ni calendario romano; más bien, curso escolar. En este oficio los libros no se forran hasta que arranca Zinemaldia en la planta baja del Kursaal, allí donde te dan la acreditación de prensa y tu foto, la que llevas enviando al festival los últimos seis años, se pregunta quién eres tú, la que miras desde arriba con cara de chasco y el pelo corto, muy corto. Ah, tempus fugit. Iba a ser verdad. Hace nada estabas llegando por primera vez a esta ciudad, bola de navidad de esas que giras y cae la nieve, tan fresca y cuca, y ahora, entre ir de un lado al otro de la Concha han pasado seis años. Pero aquí estás, otra vez. Por el Boulevard, cargando con el catálogo de turno. En el María Cristina, entrevistando a periquito y fulanito. O en el bar de enfrente, respondiendo mails mientras deglutes pintxos. Y, claro, viendo películas, los Corticoles de los cinéfilos.
¿Qué hemos visto? Regresión, de Alejandro Amenábar. No somos los únicos que hemos vuelto atrás. Veinte años después de su arrollador debut en el cine, el director de Tesis regresa con un thriller que ha sido recibido por la prensa con tibieza por ser, paradojas, muy frío. Seis años ha tardado el director en dar con una historia –un detective chapado a la antigua que investiga un caso de abuso de menores cuya principal víctima es Emma Watson– que le inspirase lo suficiente para suceder en imdB a Ágora, su anterior y colosal película. La variante satánica de la indagación le sirve a Amenábar para volver a la exploración del miedo que ya desarrolló en Los otros, su primer asalto al cine en otro idioma y de terror. A caballo entre esta y su ópera prima, Regresión, homenaje estético al thriller setentero, ataca al espectador por dos flancos distintos como ya sucedía en Tesis: por un lado, no podrás dejar de preguntarte si el protagonista siente un miedo real o inventado; por otro, tú mismo estarás sintiendo ese miedo.
¿Con quién hemos hablado? Con el director de Abycine, que a su vez había hablado con un replicante de Robert De Niro. Ha sido en la fiesta de inauguración de la 63 edición del Festival, patrocinada por Jaeger-LeCoultre. El clon del actor se paseaba por el bonito claustro del museo de San Telmo en smoking, haciéndose fotos con los incrédulos y alguien, incluso, le escuchó decir: “Soy la única estrella de esta fiesta”.
¿Qué hemos comido? Un montadito de jamón. A la carrera, entre la estación de tren, dejar las maletas en el hotel y correr al Victoria Eugenia para ver The Assassin, la película revelación del pasado Festival de Cannes. He llegado por los pelos al pase de las once de la noche, con migas en la pechera, y la advertencia de que era una película densa, con unas elipsis morrocotudas y china. He sobrevivido. Incluso me ha gustado. A mí y al improbable club de fans de Hou Hsiao-Hsien que me rodeaba en el palco del tercer piso y que aplaudían a la primera de cambio.
¿Qué esperamos de la jornada? Ver Truman y Sunset Song, primeras apuestas a concurso en Sección Oficial, dirigidas por Cesc Gay y Terrence Davies. Y si consigo entradas, Evolution, de Lucile Hadzihalilovic. También tendré el honor de entrevistar al director de The Assessin, que no volvía a San Sebastián desde la retrospectiva que le dedicaron en 1995. “Fue hace mucho tiempo, pero es un placer volver”, ha dicho el cineasta al presentar la película en el Victoria Eugenia. En eso no estás solo, Hou Hsiao-Hsien. Aunque igual es momento de renovar la fotografía.
Via:cinemania
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