'Black Mass', estrictamente correcta

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‘Black Mass: Estrictamente confidencialcriminal’ (‘Black Mass’, Scott Cooper, 2015) es la tercera película de su director, en la que vemos de nuevo el excelente reparto que Cooper es capaz de reunir en un solo film. Tres películas y su currículum de actores a los que ha dirigido, es envidiable. Pero al igual que las anteriores ‘Corazón rebelde’ (‘Crazy on Heart’, 2009) y ‘Out of the Furnace’ (2013) el resultado es tan correcto como olvidable. Esta vez con una historia de gánsteres que recoge hechos reales de los años setenta y ochenta.
En aquella época, en la muy cinematográfica Boston, el mundo del crimen tenía su rey particular. Se trataba del temible James “Whitley” Bulger, que actualmente cumple condena por varios asesinatos. Todo un capo que sembró el terror entre los suyos, y que sirve a Johnny Depp para realizar una de esas interpretaciones con la mirada puesta en la dorada estatuilla. Lo cierto es que el elenco entero está sensacional, sobre todo un matizado Joel Edgerton y un breve Benedict Cumberbatch. Sobre el resto de la película planea la sombra de apellidos como Coppola o Scorsese.
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(From here to the end, Spoilers) Todo lo visto en ‘Black Mass’ —me voy a ahorrar a partir de aquí el subtítulo español— suena a ya visto, en varias películas de sobra conocidas por cualquier aficionado. Los ecos de films como la saga sobre los Corleone de Coppola, o cualquier film mafioso de Scorsese, pueden oírse en el film de Cooper, a quien el peso del recuerdo daña demasiado. Con todo, creo que estamos ante el mejor film de su director, aquel en el que logra varios instantes poderosos, sobre todo en lo que respecta en el retrato del personaje central. Cierto es que el trabajo actoral es de órdago.
Narrada a través de una serie de flashbacks, el film cuenta los pormenores del mafioso Bulger, al aceptar ser un informador del FBI, dejando que la famosa agencia anchas en un mundo lleno de violencia. Dos personajes serán clave en la vida del delincuente, su hermano, todo un senador —personaje a cargo de un breve pero intenso Benedecit Cumberbatch—, y el amigo de la infancia Connolly, agente del FBI, y que da al ascendente Joel Edgerton la oportunidad de lucirse como pocos, con una interpretación muy matizada, al borde del histrionismo y los molestos tics, pero sin caer en ello.
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Sin grises

La evolución de dicho personaje, un hombre correcto y cumplidor, que ve en su asociación con Bulger la oportunidad de escalar muy alto dentro del FBI, es de lo más interesante del film; atención a cómo va variando gestos y caminar, tal y como le dicen en cierto instante —momento que sobra, subrayado innecesario—, según pasa el tiempo. Una escalada hacia el poder que encuentra en los planos de Bulger, cual personaje intocable, siempre al acecho, siempre desconfiando, tejiendo argucias con su retorcida mente, el punto álgido en esta hagiografía de lo criminal. Tanto que parece que ensalza a un hombre que en realidad no hizo nada bueno, sino todo lo contrario.
El esquematismo a veces llama a la puerta de ‘Black Mass’. El personaje central, salvo en esa puesta en imagen de Cooper, pasa de ser un padre o hijo preocupado, esto es, un hombre de familia, a ser el psicópata más peligroso que uno pueda encontrarse. Llama la atención el episodio en casa de Connolly, donde se las arregla para atemorizar a la esposa de aquél (Julianna Nicholson) y a uno de los invitados. Instante que se debe más a la interpretación de Depp, quien con su maquillaje recuerda constantemente a Leonardo DiCaprio.
Así pues, ‘Black Mass’ camina de forma muy entretenida entre la labor de su director —las sensacionales secuencias de violencia— y sus actores —anotemos todas las apariciones de Edgerton, sobre todo su “enfrentamiento” con Cumberbatch—, pasándose la pelota continuamente. Pero no deja huella, es un film que no hace historia, porque el estilo es demasiado evocador de otros estilos bien reconocidos. Y con un mensaje muy, muy claro, sin conservantes ni colorantes. Si eres malo, lo pagarás, como le pasó a Bulger, detenido hace cuatro años. Lo más atractivo de esa vida, en la que el poder se consigue a base de quebrantar la ley, queda velada entre tanta corrección.
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