Las nuevas películas de Naomi Kawase, Carlos Saura y Robert Guédiguian llegan a Valladolid.
La de un pastelero por encontrar el secreto de la receta para los dorayakis, la obsesión de un cowboy francés por encontrar a su hija, seducida por el islamismo más radical, a lo largo y ancho del globo, la de una mujer por adoptar a una beba muerta, la “bendita” obsesión de Carlos Saura por registrar cinematográficamente las raíces de la música popular y finalmente la obsesión más peligrosa de todas, la que en este caso lleva a una mujer (Marta Belaustegui) a enamorarse del hombre equivocado. Sobrevivir a la primera noche festivalera –no siempre he conseguido hacerlo- para darse de bruces con ellas…
¿Qué hemos visto? An, Una pastelería en Tokio es la película que se traía bajo la manga la prestigiosa cineasta de Nara (Japón) Naomi Kawase. Pocas miradas existen en el panorama actual tan complejas, y a la vez tan cristalinas, como la que posee ella. La SEMINCI estuvo alerta al despunte de esta creadora cuando programó su primer largometraje, Suzaku, en la 42ª Semana, y Nacimiento y maternidad, un espléndido documental autobiográfico protagonizado por ella misma y su abuela, en la 52ª. El problema es que sus últimas películas, al igual que le ocurre al otro gran director japonés del momento, Hirokazu Kore-eda, están cayendo en cierto academicismo, lo que a lo mejor tiene que ver con su autoconsciencia en el legado que van dejando, con su mutación en clásicos contemporáneos. En su encuentro con los medios, la Kawase se mostró –como buena japonesa- sutilmente emocionada por estrenar su película en el 60ª Aniversario del Festival. “Es un honor”, aseguró, para después añadir que “en Japón cuando una persona cumple 60 años significa que vuelve a nacer. En todos estos años el festival habrá pasado por sus momentos de dificultad, como ocurre con la vida de las personas, pero lo importante es haber llegado hasta aquí”.
Un corte de tráfico en el centro de la ciudad provocado por una buena causa (el Maratón Solidario contra el Cáncer) nos privó de disfrutar en primera instancia de Une histoire de fou, película que tras su proyección colgó el letrero de “no hay billetes”. Robert Guédiguian (Espiga de Oro y de Plata en ediciones anteriores de Seminci) adapta en esta ocasión un relato autobiográfico del periodista gallego José Antonio Gurriarán, La bomba, en torno al cual orbitó en su momento la cineasta Pilar Miró. La historia que da pie al relato es la que centra también el contenido del documental Une bombe de trop, presente en “Tiempo de Historia”.
Zonda, folclore argentino, es la nueva maravilla escénica, cinematográfica y musical de Carlos Saura, quien en esta ocasión reúne a los mejores bailadores, instrumentistas y grupos de folclore argentinos para interpretar un conjunto de números musicales que van de la zumba a la copla, de la vidala a la chacarera, con dos homenajes preciosos: a Mercedes Sosa (“Gracias a la vida, que me ha dado tanto…”), y al quechua Atahualpa Yupanqui (“Preguntitas sobre Dios”).
Sin ser tan rara como Lucifer, la película que por su formato orlado el año pasado encendió a Pumares (“¡eso no es una pantalla, es un puntito!”, se le oía en la sala de prensa), Aurora pasa este año como la propuesta arriesgada de la programación (de momento). Dirige el chileno Rodrigo Sepúlveda y protagoniza Amparo Noguera: es una historia dura acerca de una profesora que se obceca en adoptar a un recién nacido que ha aparecido muerto en un vertedero. Yo congenié bastante con su soterrado humor negro y cotidiano y con unos presupuestos estéticos que encajan con los de esa nueva ola de directores del Cono Sur que pueden llegar a exasperar por su ritmo pausado, austeridad y minimalismo. Valiosa película que se le escapó a San Sebastián y tanto que se apunta Seminci. Pero yo, si vuelvo a encontrarme con una película que lleve el mismo título (la de Cristi Puiu también es negra y morosa de narices…), me lo pensaré dos veces.
Y vamos cerrando visionados, que ya nos dan las 04:00 AM, con la Sección paralela “Punto de Encuentro” que, recordemos, son primeras y segundas operas. Parcialmente participamos del entusiasmo que en la sala generó La decisión de Julia, del gallego Norberto López Amado (¿Cuánto pesa su edificio, señor Foster?). Aunque el nivel técnico e interpretativo de la película es notable (sobretodo en lo que corresponde a la actriz de Las razones de mis amigos), y la narrativa tiene una primera parte de indudable interés, los giros que vienen después, como muñecos de carrusel, terminan por confundirnos y provocan que la ambigüedad de la película se diluya en un juego de metáforas y de hallazgos visuales. Lo mejor de la película es la naturalidad con la que se incluye en la ficción ese personaje de nuestro entorno más traumático, como fue el terrorismo de ETA (tratado con cierto maniqueísmo, no obstante), y por supuesto, esos primerísimos primeros planos del rostro de Belaustegui, una de las presencias más magnéticas y desaprovechadas del reciente cine español.
Y termino con la que para mi programa diario fue la película de la jornada, también dentro de “Punto de Encuentro”, Les Cowboys, el debut en la dirección del guionista de Jacques Audiard en Un profeta, De óxido y hueso y también en la inaugural Dheepan. Parte de un argumento descabellado, pero verosímil, en el que una familia francesa que sigue un estilo de vida country sufre inesperadamente el abandono de su hija de dieciséis años, cuando esta escucha los cantos de sirena de su novio y el islamismo radical. La película es una actualización del argumento de Centauros del desierto, como bien explica la excelente revista oficial (nunca me cansaré de repetirlo) del Festival, pero va más allá cuando la narración se quiebra en dos partes, como en Psicosis, protagonizadas por dos personajes distintos, ambas con el mismo interés y la ambición cumplida por abarcar los últimos veinte años de tensiones entre el Primer Mundo, los pueblos del Sur y el fundamentalismo islámico. Película valiente, libérrima, de esas que una vez que arrancas no sabes muy bien hasta dónde pueden llegar.
¿Qué encuentro hemos celebrado? El de la mesa redonda “Femenino Singular”, que reunió a un selecto grupo de las mejores cineastas españolas (presentes en las distintas secciones con nuevas películas, o con su obra anterior) en torno al ciclo que reúne las películas de dieciséis directoras que han sido programadas por el festival. Entre dos mares, Un ángel en mi mesa, Cerezos en flor, Werther, Hola, ¿estás sola?, Cumbres borrascosas, o Sam & Me, son algunos de estos títulos recuperados, imprescindibles para entender el cine contemporáneo y el género como identidad.
En el Encuentro, que dio relevo a ese otro del 24 de octubre del 2000 en el que se reunieron directoras españolas que habían empezado a dirigir sus primeras películas a mediados de los 90, participaron Icíar Bollaín, Daniela Féjerman, Chus Gutiérrez, Josefina Molina, Silvia Munt, Inés París y Gracia Querejeta.
Icíar Bollaín valoró la existencia de la Asociación de Mujeres Cineastas y Medios Audiovisuales (C.I.M.A.) como “un punto de encuentro para nosotras, para poner en común nuestros problemas, reflexionar y hacer números para demostrar con cifras lo que antes eran sólo sensaciones, pues las directoras, guionistas y productoras siguen siendo escasas en relación a los hombres”.
Via:cinemania
La de un pastelero por encontrar el secreto de la receta para los dorayakis, la obsesión de un cowboy francés por encontrar a su hija, seducida por el islamismo más radical, a lo largo y ancho del globo, la de una mujer por adoptar a una beba muerta, la “bendita” obsesión de Carlos Saura por registrar cinematográficamente las raíces de la música popular y finalmente la obsesión más peligrosa de todas, la que en este caso lleva a una mujer (Marta Belaustegui) a enamorarse del hombre equivocado. Sobrevivir a la primera noche festivalera –no siempre he conseguido hacerlo- para darse de bruces con ellas…
¿Qué hemos visto? An, Una pastelería en Tokio es la película que se traía bajo la manga la prestigiosa cineasta de Nara (Japón) Naomi Kawase. Pocas miradas existen en el panorama actual tan complejas, y a la vez tan cristalinas, como la que posee ella. La SEMINCI estuvo alerta al despunte de esta creadora cuando programó su primer largometraje, Suzaku, en la 42ª Semana, y Nacimiento y maternidad, un espléndido documental autobiográfico protagonizado por ella misma y su abuela, en la 52ª. El problema es que sus últimas películas, al igual que le ocurre al otro gran director japonés del momento, Hirokazu Kore-eda, están cayendo en cierto academicismo, lo que a lo mejor tiene que ver con su autoconsciencia en el legado que van dejando, con su mutación en clásicos contemporáneos. En su encuentro con los medios, la Kawase se mostró –como buena japonesa- sutilmente emocionada por estrenar su película en el 60ª Aniversario del Festival. “Es un honor”, aseguró, para después añadir que “en Japón cuando una persona cumple 60 años significa que vuelve a nacer. En todos estos años el festival habrá pasado por sus momentos de dificultad, como ocurre con la vida de las personas, pero lo importante es haber llegado hasta aquí”.
Un corte de tráfico en el centro de la ciudad provocado por una buena causa (el Maratón Solidario contra el Cáncer) nos privó de disfrutar en primera instancia de Une histoire de fou, película que tras su proyección colgó el letrero de “no hay billetes”. Robert Guédiguian (Espiga de Oro y de Plata en ediciones anteriores de Seminci) adapta en esta ocasión un relato autobiográfico del periodista gallego José Antonio Gurriarán, La bomba, en torno al cual orbitó en su momento la cineasta Pilar Miró. La historia que da pie al relato es la que centra también el contenido del documental Une bombe de trop, presente en “Tiempo de Historia”.
Zonda, folclore argentino, es la nueva maravilla escénica, cinematográfica y musical de Carlos Saura, quien en esta ocasión reúne a los mejores bailadores, instrumentistas y grupos de folclore argentinos para interpretar un conjunto de números musicales que van de la zumba a la copla, de la vidala a la chacarera, con dos homenajes preciosos: a Mercedes Sosa (“Gracias a la vida, que me ha dado tanto…”), y al quechua Atahualpa Yupanqui (“Preguntitas sobre Dios”).
Sin ser tan rara como Lucifer, la película que por su formato orlado el año pasado encendió a Pumares (“¡eso no es una pantalla, es un puntito!”, se le oía en la sala de prensa), Aurora pasa este año como la propuesta arriesgada de la programación (de momento). Dirige el chileno Rodrigo Sepúlveda y protagoniza Amparo Noguera: es una historia dura acerca de una profesora que se obceca en adoptar a un recién nacido que ha aparecido muerto en un vertedero. Yo congenié bastante con su soterrado humor negro y cotidiano y con unos presupuestos estéticos que encajan con los de esa nueva ola de directores del Cono Sur que pueden llegar a exasperar por su ritmo pausado, austeridad y minimalismo. Valiosa película que se le escapó a San Sebastián y tanto que se apunta Seminci. Pero yo, si vuelvo a encontrarme con una película que lleve el mismo título (la de Cristi Puiu también es negra y morosa de narices…), me lo pensaré dos veces.
Y vamos cerrando visionados, que ya nos dan las 04:00 AM, con la Sección paralela “Punto de Encuentro” que, recordemos, son primeras y segundas operas. Parcialmente participamos del entusiasmo que en la sala generó La decisión de Julia, del gallego Norberto López Amado (¿Cuánto pesa su edificio, señor Foster?). Aunque el nivel técnico e interpretativo de la película es notable (sobretodo en lo que corresponde a la actriz de Las razones de mis amigos), y la narrativa tiene una primera parte de indudable interés, los giros que vienen después, como muñecos de carrusel, terminan por confundirnos y provocan que la ambigüedad de la película se diluya en un juego de metáforas y de hallazgos visuales. Lo mejor de la película es la naturalidad con la que se incluye en la ficción ese personaje de nuestro entorno más traumático, como fue el terrorismo de ETA (tratado con cierto maniqueísmo, no obstante), y por supuesto, esos primerísimos primeros planos del rostro de Belaustegui, una de las presencias más magnéticas y desaprovechadas del reciente cine español.
Y termino con la que para mi programa diario fue la película de la jornada, también dentro de “Punto de Encuentro”, Les Cowboys, el debut en la dirección del guionista de Jacques Audiard en Un profeta, De óxido y hueso y también en la inaugural Dheepan. Parte de un argumento descabellado, pero verosímil, en el que una familia francesa que sigue un estilo de vida country sufre inesperadamente el abandono de su hija de dieciséis años, cuando esta escucha los cantos de sirena de su novio y el islamismo radical. La película es una actualización del argumento de Centauros del desierto, como bien explica la excelente revista oficial (nunca me cansaré de repetirlo) del Festival, pero va más allá cuando la narración se quiebra en dos partes, como en Psicosis, protagonizadas por dos personajes distintos, ambas con el mismo interés y la ambición cumplida por abarcar los últimos veinte años de tensiones entre el Primer Mundo, los pueblos del Sur y el fundamentalismo islámico. Película valiente, libérrima, de esas que una vez que arrancas no sabes muy bien hasta dónde pueden llegar.
¿Qué encuentro hemos celebrado? El de la mesa redonda “Femenino Singular”, que reunió a un selecto grupo de las mejores cineastas españolas (presentes en las distintas secciones con nuevas películas, o con su obra anterior) en torno al ciclo que reúne las películas de dieciséis directoras que han sido programadas por el festival. Entre dos mares, Un ángel en mi mesa, Cerezos en flor, Werther, Hola, ¿estás sola?, Cumbres borrascosas, o Sam & Me, son algunos de estos títulos recuperados, imprescindibles para entender el cine contemporáneo y el género como identidad.
En el Encuentro, que dio relevo a ese otro del 24 de octubre del 2000 en el que se reunieron directoras españolas que habían empezado a dirigir sus primeras películas a mediados de los 90, participaron Icíar Bollaín, Daniela Féjerman, Chus Gutiérrez, Josefina Molina, Silvia Munt, Inés París y Gracia Querejeta.
Icíar Bollaín valoró la existencia de la Asociación de Mujeres Cineastas y Medios Audiovisuales (C.I.M.A.) como “un punto de encuentro para nosotras, para poner en común nuestros problemas, reflexionar y hacer números para demostrar con cifras lo que antes eran sólo sensaciones, pues las directoras, guionistas y productoras siguen siendo escasas en relación a los hombres”.
Via:cinemania
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