Estaba claro que el enorme éxito de ‘Ocho Apellidos Vascos’ iba a provocar que más temprano que tarde se hiciera una secuela para seguir aprovechándose de la nueva gallina de huevos de oro del cine español.
El problema es que la primera entrega de esta saga improbable era un
relato cerrado que sólo podía seguir adelante forzando la situación de
una forma u otra para volver a tener una historia protagonizada por los
personajes interpretados por Dani Rovira, Clara Lago, Karra Elejalde y Carmen Machi.
Ese punto ayuda a que la frescura se convierta en algo forzado, surgiendo aquí la duda de si se limitará a ser más de lo mismo o si se intentará crear un cóctel entre lo que tango gustó al público y nuevos elementos para intentar conseguir una continuación con cierta voz propia. En el caso de ‘Ocho Apellidos Catalanes’ da la sensación de que se ha optado por lo segundo, pero sospecho que las prisas por estrenarla lo antes posible han sido vitales para que las virtudes de la primera desaparezcan para dar pie a una secuela sin gracia que hasta provoca varios momentos de vergüenza ajena.
Cada cual tiene su opinión sobre ‘Ocho Apellidos Vascos’, pero yo me
reafirmo en lo que dije sobre ella antes de que llegase a estrenarse: Es
una simpática comedia costumbrista
que entretenía y encima te sacaba varias risas. Habría sido feliz con
que ‘Ocho Apellidos Catalanes’ lograse ser exactamente eso y que la
única duda estuviera en cuál de las dos te hacía pasar un mejor rato.
Por desgracia, la realidad ha sido diferente y aquí la diversión es
prácticamente inexistente, en buena parte porque el manejo de los
tópicos resulta bastante pobre, pero también por una acumulación de
factores en la que no hay nada que realmente consiga enganchar al espectador.
Por mi parte, tenía claro que no podía esperar grandes cosas del trabajo de puesta en escena de Emilio Martínez-Lázaro, ya que su trabajo en la primera entrega resultaba plana y anodina. El ingenio del libreto de Borja Cobeaga y Diego San José conseguía que eso tampoco fuera decisivo, pero aquí no cuenta con esa baza y sus errores resultan más llamativos. Sí que es cierto que noté un trabajo de dirección ligeramente más dinámico, principalmente en los momentos que dependían menos del diálogo de los actores, pero es un cambio demasiado pequeño y que no aporta nada de verdadero interés. A decir verdad, hasta se nota en algún momento que ha tenido que ir con prisas –no sé si será cosa de la copia que vi, pero la mezcla de sonido durante los primeros minutos era bastante floja-.
Donde sí me he llevado una gran decepción ha sido en el guión, el
cual apuesta en esta ocasión por dar más fuerza al componente de enredo
con una historia que guarda ciertos paralelismos con ‘La Boda de mi Mejor Amigo’
(My Best Friend's Wedding) –no entraré en más detalles por aquellos que
prefieran saber lo mínimo sobre la película-. Su primer problema es que
la mayoría de sus gags o no funcionan o saben a más de lo mismo y
carecen entonces de toda frescura. Además, el hecho de que la historia
busque una mayor enjundia acaba resultando más nocivo que otra cosa,
porque al mismo tiempo telegrafían todo demasiado y en varias ocasiones hasta provocaron varios facepalms ante lo que sucedía y cómo estaba siendo contado.
Tampoco ayuda demasiado que la introducción de nuevos personajes provoque una mayor dispersión que incluso nos hace disfrutar menos de lo debido de la química entre los protagonistas de la primera entrega. Esto es hasta cierto punto inevitable al ser básicamente la historia de dos parejas que han de reconciliarse, pero es que tampoco sacan partido a sus momentos juntos y de los tres nuevos fichajes solamente Rosa María Sardá aporta algo –y más una energía especial que momentos realmente divertidos-. En el caso de Berto Romero es cierto que de entrada resulta llamativo, pero luego resulta demasiado monocorde, mientras que el personaje de Belén Cuesta está tan mal construido desde el guión -o quizá haya quedado así de desdibujado en el montaje- que la actriz poco puede hacer.
Tampoco ayudó que Cobeaga y San José planteen alguna idea interesante que luego o tiene serios problemas de ejecución –la falsa independencia de Cataluña- o acaba reducido a una anécdota demasiado elemental
–la presencia de la Guardia Civil-. Este último punto es otra de las
grandes debilidades de ‘Ocho Apellidos Catalanes’, ya que en su intento
de tener una historia con más jugo, lo cómico resulta excesivamente
básico –lo de la insistencia en el “chiste” con picha en lugar de pisha
es sólo uno de los muchos ejemplos- y no hay esa preparación necesaria
para que una broma vaya sumando a otra. Aquí tan pronto apuntan hacia un
lado como a otro y a duras penas consiguieron que sonriera en un par de
momentos.
Especialmente doloroso resulta ver que el necesario cambio en el personaje de Karra Elejalde esté tan mal llevado, ya que Koldo pasa de ser una garantía de diversión a ir dando tumbos, tan pronto recordándonos al de ‘Ocho Apellidos Vascos’ como mostrando una inesperada debilidad emocional. Con todo, seguramente el momento más divertido de la secuela está protagonizado por él –esas palmas mal dadas-, pero en líneas generales pierde su singular encanto y en varios momentos es poco más que un bulto que hay que mantener que algo que realmente aporte.
Los otros protagonistas tampoco es que se luzcan, quedándome definitivamente claro que Dani Rovira
tiene gracia cuando el material que utiliza sabe utilizar sus
habilidades, algo que aquí rara vez sucede –y que sí pasaba en la
primera, donde también transmitía una cierta ternura de la que no hay
rastro aquí-, mientras que en esta ocasión Carmen Machi está muy desaprovechada, al estar más centrada en el resquemor que siente hacia Koldo que en lo que puede aportar cómicamente.
Menos problemas tengo con Clara Lago, pero al menos salva como buenamente puede los erráticos vaivenes emocionales de Amaia, pero los que directamente sobran son Alfonso Sánchez y Alberto López, pero no por culpa suya, sino porque sus personajes están directamente metidos con calzador más allá de su anecdótica presencia durante los primeros minutos.
En definitiva, ‘Ocho Apellidos Catalanes’ no es graciosa y tampoco entretenida.
De hecho, a duras penas consiguió sacarme un par de sonrisas cuando con
‘Ocho Apellidos Vascos’ disfruté bastante en su momento y me reí un
buen puñado de veces. Sí que agradezco su intento de no limitarse a ser más de lo mismo, pero les ha salido mal la jugada y lo único que podemos esperar es que logren encauzarlo en una hipotética tercera entrega. Con todo, ya es mejor que cierta lamentable comedia española reciente
con la que comparte varios actores, pero si queréis ver una película
que realmente merece la pena. Triste consuelo, pero peor es nada.
Via:blog de cine
Ese punto ayuda a que la frescura se convierta en algo forzado, surgiendo aquí la duda de si se limitará a ser más de lo mismo o si se intentará crear un cóctel entre lo que tango gustó al público y nuevos elementos para intentar conseguir una continuación con cierta voz propia. En el caso de ‘Ocho Apellidos Catalanes’ da la sensación de que se ha optado por lo segundo, pero sospecho que las prisas por estrenarla lo antes posible han sido vitales para que las virtudes de la primera desaparezcan para dar pie a una secuela sin gracia que hasta provoca varios momentos de vergüenza ajena.
’Ocho Apellidos Catalanes’, diversión inexistente
Por mi parte, tenía claro que no podía esperar grandes cosas del trabajo de puesta en escena de Emilio Martínez-Lázaro, ya que su trabajo en la primera entrega resultaba plana y anodina. El ingenio del libreto de Borja Cobeaga y Diego San José conseguía que eso tampoco fuera decisivo, pero aquí no cuenta con esa baza y sus errores resultan más llamativos. Sí que es cierto que noté un trabajo de dirección ligeramente más dinámico, principalmente en los momentos que dependían menos del diálogo de los actores, pero es un cambio demasiado pequeño y que no aporta nada de verdadero interés. A decir verdad, hasta se nota en algún momento que ha tenido que ir con prisas –no sé si será cosa de la copia que vi, pero la mezcla de sonido durante los primeros minutos era bastante floja-.
Tampoco ayuda demasiado que la introducción de nuevos personajes provoque una mayor dispersión que incluso nos hace disfrutar menos de lo debido de la química entre los protagonistas de la primera entrega. Esto es hasta cierto punto inevitable al ser básicamente la historia de dos parejas que han de reconciliarse, pero es que tampoco sacan partido a sus momentos juntos y de los tres nuevos fichajes solamente Rosa María Sardá aporta algo –y más una energía especial que momentos realmente divertidos-. En el caso de Berto Romero es cierto que de entrada resulta llamativo, pero luego resulta demasiado monocorde, mientras que el personaje de Belén Cuesta está tan mal construido desde el guión -o quizá haya quedado así de desdibujado en el montaje- que la actriz poco puede hacer.
Una decepción en todos los frentes
Especialmente doloroso resulta ver que el necesario cambio en el personaje de Karra Elejalde esté tan mal llevado, ya que Koldo pasa de ser una garantía de diversión a ir dando tumbos, tan pronto recordándonos al de ‘Ocho Apellidos Vascos’ como mostrando una inesperada debilidad emocional. Con todo, seguramente el momento más divertido de la secuela está protagonizado por él –esas palmas mal dadas-, pero en líneas generales pierde su singular encanto y en varios momentos es poco más que un bulto que hay que mantener que algo que realmente aporte.
Menos problemas tengo con Clara Lago, pero al menos salva como buenamente puede los erráticos vaivenes emocionales de Amaia, pero los que directamente sobran son Alfonso Sánchez y Alberto López, pero no por culpa suya, sino porque sus personajes están directamente metidos con calzador más allá de su anecdótica presencia durante los primeros minutos.
Via:blog de cine
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