Por qué ‘El puente de los espías’ no debería ganar el Oscar

Desenmascaramos al Rey Midas mientras te explicamos nuestros motivos para creer que la película de Steven Spielberg no se merece el máximo reconocimiento de la Academia.
Bridge-of-Spies Ya ha pasado un año desde que vapuleamos Boyhood, El Gran hotel Budapest, La teoría del Todo, Whiplash, El Francotirador y a la mismísima (y ganadora del Oscar) Birdman. Y no queremos perder la tradición, así que, a una semana de los Oscar 2016, comenzamos este envenenado ciclo con El puente de los espías. Con seis nominaciones (y cuatro estrellas en nuestra crítica) El puente de los espías no es la favorita de los Oscar, sin embargo nadie estaría en contra de que se llevara la estatuilla. Es la típica película condescendiente con la Academia, con el cine clásico y con los Estados Unidos de América, es decir, que estamos ante una alegoría patriótica redundante, una palmadita en la espalda para una nación entera… Puede que la dirección sea impecable, o el ritmo de la cinta no deje respirar al espectador, pero una vez superados esos efectos es el título menos estimulante de los seis.

La gran película de espías era otra

El topo
Hay muchas películas de espías a lo largo de la historia, vale. El puente de los espías es una buena película: bien dirigida, interpretada, con un buen guión… vale. Es candidata a los Oscar, ¿algo que objetar? Pues sí, que hace cinco años otra película sobre espías, una obra maestra incontestable titulada El Topo, se mereció mucho más ese honor que la cinta de Spielberg. Por lo tanto sería un insulto para el género de espionaje que El puente de los espías se llevara el Oscar al que la maravillosa película de Tomas Alfredson ni si quiera optaba (sólo nominaron a Gary Oldman, al guión y a la banda sonora). El Topo está basada en la novela de John le Carré, está interpretada por ACTORAZOS como Oldman, Colin Firth, Tom Hardy, Mark Strong, Benedict Cumberbatch, John Hurt y está rodada con tensión y con mucha pausa. El Topo es mucho más rica en matices que la cinta de Spielberg, cuya narración es a veces tan convencional que resulta vulgar. La intriga que resuelve Alfredson es psicológicamente apabullante, una historia muy complicada de narrar que el director británico convierte en cine entretenido, opresivo y que nos acerca demasiado al frío. Al contrario que la cinta de Spielberg, que sencillamente, nos deja fríos.

Tom Hanks no es un género en sí mismo

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Hubo un tiempo, allá en los 90, que ver una película en la que trabajaba Tom Hanks era sinónimo de calidad, de película entrañable, sentimental, entretenida y oscarizable. Daba igual si la película era un drama, una comedia, cine de aventuras, bélico o de ciencia ficción, después de Philadelphia y Forrest Gump, Tom Hanks se convirtió un género por sí mismo. En esta misma época los premios a mejor película iban muy atados a los premios de mejor actor, era raro que una película ganadora no tuviera a su protagonista también nominado. Hoy esto ha cambiado considerablemente, sólo cuatro de las ocho cintas nominadas a mejor película tienen a sus actores nominados, Matt Damon por Marte (The Martian), Leonardo DiCaprio por El renacido, Brie Larson por La habitación y Saoirse Ronan por Brooklyn. Efectivamente, Tom Hanks no está entre ellos, su reinado se acabó hace muchos años y esto perjudica inevitablemente las posibilidades que tiene de ganar un Oscar El puente de los espías.

Spielberg ni está ni se le espera

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Recogiendo un premio, queremos decir. Porque estar es obvio que está, ya hemos aclarado que aunque no queramos el Oscar para El puente de los espías. es una película enteramente disfrutable. Y esperar claro que le esperamos, es un genio y por nosotros que siga haciendo películas hasta que su cuerpo aguante. Pero lo que es recogiendo un Oscar pues como que no, básicamente porque ni siquiera está nominado en su categoría, la de mejor director. Y hay motivos para esta omisión, claro. El comienzo es abrumador, la película de abogados que se marca Spielberg en los primeros minutos es de lo mejorcito de su carrera, pero después vienen los problemas. Todo se vuelve convencional, la narración no es en absoluto estimulante, la película podía haber sido rodada en los 90 y nadie se daría cuenta. Muchos la llamarán clásico, otros anticuada. Los académicos se han decantado por la segunda opción y han castigado al Rey Midas sin posibilidades. Una película cuya dirección es tan usual, tan poco extraordinaria, no merece ganar el Oscar. Pero poniéndonos a imaginar… ¿Qué sentido tendría que lo ganara si su dirección no ha entusiasmado a nadie en la Academia?

Ya nos hemos enterado, gracias

Hanks
Steven Spielberg quiere que nos queden claros ciertos giros de la trama, ciertas ideas, conceptos y escenas anteriores, por eso destroza toda sutileza con subrayados absurdos. Un ejemplo: el final de la película, una puesta en escena maravillosa, una la cámara percibe con delicadeza con un picado desde abajo cómo Estados Unidos recibe a uno de los suyos y la URSS a otro. Imágenes sutiles para describir dos formas de vida, dos culturas enfrentadas, dos sociedades enteras. Y va Spielberg y decide explicarlo en la siguiente escena, y en la siguiente y en la siguiente. Da la sensación de que a este alumno de John Ford se le han olvidado las clases del maestro. Y lo peor es que la mayoría de esos subrayados van encaminados a una misma (y machacona) idea que nos lleva a nuestro último argumento…

Los americanos molan más que nadie

El puente de los espías
El patriotismo exacerbado que Spielberg lleva por bandera (nunca mejor dicho) en cada una de sus películas, o al menos en casi todas, es insoportable. Se lo perdonábamos en Salvar al Soldado Ryan porque consiguió un hito en el cine bélico, una película con momentos tan sublimes que casi parecía un documental, también se lo perdonábamos en Lincoln, nos molestó en War Horse (Caballo de batalla) pero se lo pasamos en La Terminal. Y así… Pero en El puente de los espías, a pesar de la maravillosa construcción del personaje de ese espía ruso interpretado por Mark Rylance, hace gala otra vez de lo genial que es el estilo de vida americano. Lo guay que es estar en América en los 50 y las penurias que se pasan en la Europa comunista. Y para hacer gala de ello, no le basta con hacerse un Frank Capra en plena guerra fría, el director nos lo restriega por la cara con una escena irrisoria como la de esos niños americanos saltando la valla de un jardín que en la mente del personaje de Tom Hanks se transforman en alemanes saltándose el muro y siendo ejecutados al instante. Un golpe muy bajo, Steve. No te perdonamos
Via:cinemania

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