Hay una serie de personajes por los que el séptimo arte siempre ha
tenido una predilección especial, incluso antes de que la proliferación
de reboots y remakes. Me refiero a creaciones con orígenes
mayoritariamente literarios como Sherlock Holmes o Drácula, cuya popularidad nunca ha decrecido lo suficiente como para quedar en un segundo plano. Tarzán también sería uno de ellos, pero en su caso sí le está costando más encontrar su hueco en el cine contemporáneo.
El rey de la selva creado por Edgar Rice Burroughs protagonizó en su momento más de una veintena de novelas y se ha dejado ver en alrededor de varias decenas de películas desde su primera aparición en la gran pantalla en 1918. Alexander Skarsgård ha sido el último actor que ha aceptado el reto de interpretarlo en ‘La leyenda de Tarzán’ (‘The Legend of Tarzan’), una ambiciosa adaptación que, por desgracia, ha dado pie a un ridículo espectáculo que ni siquiera llega a entretener.
Se calcula que Warner ha invertido la friolera de 180 millones de dólares
sólo en la producción de ‘La leyenda de Tarzán’ -a esa cantidad habrá
que sumar varias decenas de millones más para marketing-, por lo que lo
mínimo que podíamos esperar de ella era un acabado visual de primer con
grandiosos efectos visuales. Pues bien, ni siquiera ahí da la talla, ya
que la concepción de las escenas sí es la adecuada y hay momentos
poderosos, pero en líneas generales da la sensación de que no han sabido
o podido acabarlas correctamente.
Teniendo en cuenta que el rodaje de la película acabó en octubre de 2014, cuesta concebir la posibilidad de que hayan ido con tantas prisas que eso se haya traducido en múltiples descuidos por parte del departamento de efectos visuales. A su favor, la recreación visual de los escenarios africanos luce muy bien en los planos abiertos, pero la cosa cambia, y mucho, cuando llega al acción, con imágenes pixeladas, horribles zooms digitales y el hecho de que todo apesta a artificial en gran parte del metraje.
Lo mismo sucede si pensamos en las criaturas generadas por ordenador,
bastante convincentes en los planos más calmados, pero que se saben
falsas a la legua en cuanto llega el movimiento, por no hablar de las
escenas de acción, donde incluso el propio Tarzán parece en ocasiones un monigote creado con tecnología del siglo pasado.
Entre medias sí hay escenas puntuales estimulantes visualmente, pero
dentro de su propia irregularidad acaba por imponerse, y con mucho, lo
negativo.
Tampoco ayuda demasiado un trabajo de puesta en escena de David Yates que fracasa en su búsqueda de la épica y además llega a resultar hasta ligeramente molesto ver cómo en determinadas ocasiones busca dotar de un mayor dinamismo a las escenas moviendo sin parar la cámara careciendo de una verdadera razón que lo justifique. No llega a ser mareante como sucede con otros realizadores, pero esperaba mucho más de él tras su paso por la saga de Harry Potter.
Sospecho que los propios responsables de la historia sabían que a
estas alturas no podían limitarse a plantear la historia tal y como la
pensó Burroughs hace ya un siglo, por lo que han optado por darle un giro que acerca a Tarzán peligrosamente a ser un superhéroe,
con todo lo que ello conlleva. En este caso se agradece que no se opte
por la habitual historia de los orígenes del mismo, sino en mostrar qué
es lo que le lleva a recuperar un rol que había dejado ya atrás.
Esto último resulta esencial para entender la interpretación de Skarsgård, muy convincente en lo físico y que también se percibe que ha trabajado bastante el trabajo gestual para expresar las emociones de su personaje sin necesidad de exteriorizarlo verbalmente. El problema llega con que eso nunca llega a ser suficiente y pasamos de una primera hora en la que resulta bastante inexpresivo, casi inerte, a una segunda en la que carece de ese carisma arrollador necesario para recuperar todo lo perdido hasta entonces.
Además, el guion de Adam Cozad y Craig Brewer pronto
se olvida de explicar sin recurrir a los diálogos, careciendo además de
brillo alguno para salir de una molesta monotonía que hace que la
película esté coqueteando en todo momento con llegar a ser aburrida
-cayendo abiertamente en ello siempre que recurre a los flashbacks- y,
en ocasiones, hasta un tanto ridícula fruto de su búsqueda de cierta
trascendentalidad sin profundizar nunca en nada. Una aventura sin alma y que a ratos resulta incluso ridícula.
Por ello, ese arco del personaje, donde se agradece que se introduzcan ciertos cambios para que no sea más de lo mismo, acaba condenado al fracaso. No es ya cuestión de que sea demasiado simple -tampoco esperaba algo diferente a eso, la verdad- como que sencillamente no sabe cómo jugar con los elementos que tiene a su disposición y uno simplemente observa cómo todo va sucediendo según lo esperado y sin que haya detalle alguno que te haga pensar que por eso ha merecido la pena verla.
Es una pena que a Skarsgård le falte ese punto de carisma -o al menos
lucirlo aquí- para que sus esfuerzos no caigan en saco roto, pero es
justo reconocer que él responde a lo que se pide de su personaje, siendo
el enfoque lo que no logra encajar del todo bien. Para compensarlos,
está acompañado de varios secundarios de lujo que sobre el papel
hacen que ‘La leyenda de Tarzán’ sea más estimulante a priori, pero la
cosa cambia notablemente a posteriori.
Empecemos por el villano interpretado por Christoph Waltz, que curiosamente es el protagonista de la que seguramente sea mi escena favorita de la función -durante los primeros minutos cuando llega a un lucrativo acuerdo para entregar a Tarzán a unos salvajes. Ojalá el resto del metraje tuviese esa energía y tensión- . Lo bueno es que no es una simple variante de sus personajes a las órdenes de Tarantino, pero a cambio sí que es uno de esos villanos estándar de los blockbusters que a medida que va avanzando el metraje van importándote menos.
Por su parte, Samuel L. Jackson recupera su rol de
secundario cómico que ayuda a aliviar un poco el flojo dramatismo del
relato -y los fallos de Skarsgård para transmitir emoción al
espectador-, pero nunca termina de encajar del todo y también va a menos
según pasan los minutos. Eso sí, al menos no es un error de casting tan
clamoroso como una Margot Robbie que intenta dar la
imagen de mujer fuerte e independiente de forma pobre, aunque aquí creo
que el culpable es más quien decidió que ella era la adecuada para ser
Jane y no la propia actriz, que hace lo que puede.
Por lo demás, secundarios intrascendentes o desaprovechados -Djimon Hounsou impone muchísimo pero luego destrozan a su personaje con la excusa del honor-, y la gran sensación de que en realidad no había tantos ingredientes para mezclar y que simplemente sus responsables no han sabido cómo mezclarlos -cuánto podrían aprender de cierto gran pasatiempo de reciente estreno- , por lo que han tirado por la vía del hueco espectáculo para intentar distraer nuestra atención de todos sus problemas, sin dar tampoco la talla en esto último.
En definitiva, ‘La leyenda de Tarzán’ no llega a ser un completo desastre –aunque poco le falta-, pero sí que es una reimaginación muy poco interesante que fracasa en sus objetivos primordiales de ser espectacular y entretenida. Quiere aparentar más de lo que realmente es y acaba hundiéndose con todo el equipo cuando lo más acertado sería haberse centrado y apostar abiertamente por la diversión en lugar de realizar una aventura mal desarrollada y peor ejecutada.
Via.blog de cine
El rey de la selva creado por Edgar Rice Burroughs protagonizó en su momento más de una veintena de novelas y se ha dejado ver en alrededor de varias decenas de películas desde su primera aparición en la gran pantalla en 1918. Alexander Skarsgård ha sido el último actor que ha aceptado el reto de interpretarlo en ‘La leyenda de Tarzán’ (‘The Legend of Tarzan’), una ambiciosa adaptación que, por desgracia, ha dado pie a un ridículo espectáculo que ni siquiera llega a entretener.
Una inversión multimillonaria que no luce como debería
Teniendo en cuenta que el rodaje de la película acabó en octubre de 2014, cuesta concebir la posibilidad de que hayan ido con tantas prisas que eso se haya traducido en múltiples descuidos por parte del departamento de efectos visuales. A su favor, la recreación visual de los escenarios africanos luce muy bien en los planos abiertos, pero la cosa cambia, y mucho, cuando llega al acción, con imágenes pixeladas, horribles zooms digitales y el hecho de que todo apesta a artificial en gran parte del metraje.
Tampoco ayuda demasiado un trabajo de puesta en escena de David Yates que fracasa en su búsqueda de la épica y además llega a resultar hasta ligeramente molesto ver cómo en determinadas ocasiones busca dotar de un mayor dinamismo a las escenas moviendo sin parar la cámara careciendo de una verdadera razón que lo justifique. No llega a ser mareante como sucede con otros realizadores, pero esperaba mucho más de él tras su paso por la saga de Harry Potter.
’La leyenda de Tarzán’, ¿el superhéroe de la jungla?
Esto último resulta esencial para entender la interpretación de Skarsgård, muy convincente en lo físico y que también se percibe que ha trabajado bastante el trabajo gestual para expresar las emociones de su personaje sin necesidad de exteriorizarlo verbalmente. El problema llega con que eso nunca llega a ser suficiente y pasamos de una primera hora en la que resulta bastante inexpresivo, casi inerte, a una segunda en la que carece de ese carisma arrollador necesario para recuperar todo lo perdido hasta entonces.
Por ello, ese arco del personaje, donde se agradece que se introduzcan ciertos cambios para que no sea más de lo mismo, acaba condenado al fracaso. No es ya cuestión de que sea demasiado simple -tampoco esperaba algo diferente a eso, la verdad- como que sencillamente no sabe cómo jugar con los elementos que tiene a su disposición y uno simplemente observa cómo todo va sucediendo según lo esperado y sin que haya detalle alguno que te haga pensar que por eso ha merecido la pena verla.
El resto del reparto tampoco la salva
Empecemos por el villano interpretado por Christoph Waltz, que curiosamente es el protagonista de la que seguramente sea mi escena favorita de la función -durante los primeros minutos cuando llega a un lucrativo acuerdo para entregar a Tarzán a unos salvajes. Ojalá el resto del metraje tuviese esa energía y tensión- . Lo bueno es que no es una simple variante de sus personajes a las órdenes de Tarantino, pero a cambio sí que es uno de esos villanos estándar de los blockbusters que a medida que va avanzando el metraje van importándote menos.
Por lo demás, secundarios intrascendentes o desaprovechados -Djimon Hounsou impone muchísimo pero luego destrozan a su personaje con la excusa del honor-, y la gran sensación de que en realidad no había tantos ingredientes para mezclar y que simplemente sus responsables no han sabido cómo mezclarlos -cuánto podrían aprender de cierto gran pasatiempo de reciente estreno- , por lo que han tirado por la vía del hueco espectáculo para intentar distraer nuestra atención de todos sus problemas, sin dar tampoco la talla en esto último.
En definitiva, ‘La leyenda de Tarzán’ no llega a ser un completo desastre –aunque poco le falta-, pero sí que es una reimaginación muy poco interesante que fracasa en sus objetivos primordiales de ser espectacular y entretenida. Quiere aparentar más de lo que realmente es y acaba hundiéndose con todo el equipo cuando lo más acertado sería haberse centrado y apostar abiertamente por la diversión en lugar de realizar una aventura mal desarrollada y peor ejecutada.
Via.blog de cine
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