El cine de terror no suele ser muy bien recibido por la crítica.
Hay motivos de todo tipo para ello, desde que el uso de los lugares
comunes es especialmente dañino hasta que en Hollywood abusan un poco de
cintas de bajo presupuesto y talento equivalente porque son productos
bastante rentables, por lo que siempre llama la atención cuando algún
título logra esquivar esa tendencia como ha sucedido en el caso de ‘Nunca apagues la luz’ (‘Lights Out’).
Avalada por la presencia como productor de James Wan, ‘Nunca apagues la luz’ supone el debut en el largometraje de David F. Sandberg tras rodar varios cortometrajes, uno de los cuales tuvo tan buena acogida que ha acabado sirviendo como base para la película que nos ocupa. No dudo de que vaya a ser capaz de darnos unas cuanta alegrías en el futuro e incluso aquí logra algún momento con fuerza, pero en líneas generales deberíamos hablar de terrorífica estupidez.
El miedo a la oscuridad es una de las fobias más extendidas, hasta el
punto de que seguro que todos nosotros nos hemos sentido intranquilos
en algún momento por si alguien o algo iba a atacarte aprovechándose de
ella. Eso es algo que el cine ha explorado en multitud de ocasiones,
pero Sandberg juega aquí con un concepto potente que ayuda a que uno no esté pensando en todo momento que eso es algo que ya ha visto.
Además, Sandberg compone varias escenas en las que esa extraña criatura que solamente existe en la oscuridad realmente infunda respeto al espectador. Es cierto que ahí se nota que se trata de una película hecha para llegar al mayor público posible -esperad unos cuantos sustos trampa-, por lo que nunca llegan a ser escalofriantes, pero hay algo en su ejecución que invita a esperar grandes cosas de él a poco que lo lleve todo hasta sus últimas consecuencias.
Por desgracia, en ‘Nunca apagues la luz’ va perdiendo fuelle a medida que la historia avanza y la principal sorpresa que queda es ver cómo pueden evitar que la oscuridad ponga a los personajes en peligro constante. Además, por el camino hemos tenido la ocasión de asistir a ciertos problemas -y soluciones demasiado interesadas- que van destruyendo nuestro interés, tanto por no lograr que conectemos con sus personajes como por la credibilidad de la propia mitología planteada.
Tuve que verla doblada, por lo que creo que sería muy injusto valorar
el trabajo de los actores más allá de la faceta física de su
interpretación -ahí es Maria Bello la única que llega a
transmitir algo de angustia-, pero lo que sigue estando ahí es la pobre
definición de personajes, resultando especialmente molesto el caso del
irritante chaval al que da vida Gabriel Bateman, el cual incluso llegué a
desear que fuera asesinado por todo lo que estaba restando.
No es que el resto sean mucho mejores, pero sí que se incluyen pequeños detalles, como los problemas con depender de alguien del personaje interpretado por Teresa Palmer u otros que prefiero no desvelar que me sorprendieron en el tratamiento del novio de ella que cuenta con el rostro de Alexander DiPersia, que evitan que caigan por completo en la alarmante mediocridad -y soy generoso con la palabra elegida- que destroza desde dentro muchísimas producciones similares.
Sin embargo, el propio desarrollo de la historia realizada por el guion de Eric Heisserer
evita que Sandberg pueda obtener algo jugoso de ahí -se intenta lograr
un atmósfera similar al corto original, pero se fracasa en el intento-, y
encima vemos cómo el terror planteado -bastante efectivo su prólogo- va
cayendo en picado hasta llegar incluso a provocar la risa en algunos
momentos. La cosa empieza con uno planteándose en hasta qué punto es
necesaria la total oscuridad para que el “monstruo” ataque y traspasa el
límite de lo razonable cuando se descubrimos sus orígenes.
En el tema de lo sobrenatural siempre se exige un salto de fe muy importante al espectador, ya que no nos queda otra que aceptarlo para que la historia pueda funcionar, pero es que aquí la propia forma de descubrirlo por parte de los personajes hace que uno se cuestione aún más lo que está viendo. La actitud de los protagonistas ante ello -la madre al menos tiene la excusa del trastorno que padece- es la losa definitiva para que uno esté deseando que la criatura haga acto de presencia y anime un poco el cotarro, aunque también ahí caen en el ridículo...
En definitiva, ‘Nunca apagues la luz’ es una cinta con alguna escena inspirada gracias a su ejecución por parte de Sandberg, pero incluso eso acaba viéndose dañado por un deficiente guion que hiere la mitología planteada y nos presenta a una serie de personajes con los que resulta imposible tener cierta empatía. A eso le añadimos no pocos detalles que son literalmente estúpidos y nos queda algo discreto que al menos no se extiende más de la cuenta. Como mucho para pasar el rato un día que tengas bajo mínimo tus exigencias.
Via:blog de cine
Avalada por la presencia como productor de James Wan, ‘Nunca apagues la luz’ supone el debut en el largometraje de David F. Sandberg tras rodar varios cortometrajes, uno de los cuales tuvo tan buena acogida que ha acabado sirviendo como base para la película que nos ocupa. No dudo de que vaya a ser capaz de darnos unas cuanta alegrías en el futuro e incluso aquí logra algún momento con fuerza, pero en líneas generales deberíamos hablar de terrorífica estupidez.
Pequeñas luces en la oscuridad
Además, Sandberg compone varias escenas en las que esa extraña criatura que solamente existe en la oscuridad realmente infunda respeto al espectador. Es cierto que ahí se nota que se trata de una película hecha para llegar al mayor público posible -esperad unos cuantos sustos trampa-, por lo que nunca llegan a ser escalofriantes, pero hay algo en su ejecución que invita a esperar grandes cosas de él a poco que lo lleve todo hasta sus últimas consecuencias.
Por desgracia, en ‘Nunca apagues la luz’ va perdiendo fuelle a medida que la historia avanza y la principal sorpresa que queda es ver cómo pueden evitar que la oscuridad ponga a los personajes en peligro constante. Además, por el camino hemos tenido la ocasión de asistir a ciertos problemas -y soluciones demasiado interesadas- que van destruyendo nuestro interés, tanto por no lograr que conectemos con sus personajes como por la credibilidad de la propia mitología planteada.
’Nunca apagues la luz’ no deja de ir a peor
No es que el resto sean mucho mejores, pero sí que se incluyen pequeños detalles, como los problemas con depender de alguien del personaje interpretado por Teresa Palmer u otros que prefiero no desvelar que me sorprendieron en el tratamiento del novio de ella que cuenta con el rostro de Alexander DiPersia, que evitan que caigan por completo en la alarmante mediocridad -y soy generoso con la palabra elegida- que destroza desde dentro muchísimas producciones similares.
En el tema de lo sobrenatural siempre se exige un salto de fe muy importante al espectador, ya que no nos queda otra que aceptarlo para que la historia pueda funcionar, pero es que aquí la propia forma de descubrirlo por parte de los personajes hace que uno se cuestione aún más lo que está viendo. La actitud de los protagonistas ante ello -la madre al menos tiene la excusa del trastorno que padece- es la losa definitiva para que uno esté deseando que la criatura haga acto de presencia y anime un poco el cotarro, aunque también ahí caen en el ridículo...
En definitiva, ‘Nunca apagues la luz’ es una cinta con alguna escena inspirada gracias a su ejecución por parte de Sandberg, pero incluso eso acaba viéndose dañado por un deficiente guion que hiere la mitología planteada y nos presenta a una serie de personajes con los que resulta imposible tener cierta empatía. A eso le añadimos no pocos detalles que son literalmente estúpidos y nos queda algo discreto que al menos no se extiende más de la cuenta. Como mucho para pasar el rato un día que tengas bajo mínimo tus exigencias.
Via:blog de cine
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