Es inevitable que se hagan malas películas. No obstante, hay muchos
motivos para que una obra acabe siendo na pérdida de tiempo, desde la
falta de talento de sus implicados hasta que la compañía detrás de la
misma haga una serie de cambios que la destrocen. Sin embargo, los casos
más llamativos son los de que aquellos títulos que directamente nos cuesta creer que simplemente a alguien le haya parecido buena idea sacar adelante.
No me cuesta nada confesar que creía que ‘El futuro ya no es lo que era’ entraba de lleno en esa categoría y sospecho que la participación de Dani Rovira, una garantía de éxito por ahora, fue esencial para que no se quedara en nada. Su campaña promocional ya invitaba a salir corriendo, pero es que luego el resultado final es mucho peor, logrando el “honor” de ser una de las peores películas que he visto. Un absoluto desastre que en muchos momentos provoca vergüenza ajena.
Lo primero que hay que tener claro es que ‘El futuro ya no es lo que era’ no es realmente una comedia
-aunque “humor” hay, claro-, sino una especie de relato de superación
personal en el que su personaje protagonista tiene que superar los
obstáculos vitales a los que se enfrenta para llegar a ser feliz. Eso se
traduce en que tiene un trabajo que no le gusta y que su relación con
sus hijos es prácticamente inexistente. Por ahí llegan los primeros
problemas, tanto en términos de enfoque como de equilibrio entre ambas
realidades.
Por un lado, el guion de Pedro L. Barbero, que también es director de la película, jamás logra dar con un tono que infunda entidad a la historia, apostando por un extraño cruce entre ligereza anodina y trascendentalidad forzada que provoca que ‘El futuro ya no es lo que era’ parezca sufrir de un trastorno bipolar en el que uno nunca tiene muy claro qué lado te va a mostrar exactamente, desconcertándote primero y desesperándote poco después.
Además, la unión entre ambas opciones jamás resulta fluida, por lo
que te resulta imposible tomártelo en serio, cargándose así de paso los
esfuerzos de Carmen Maura por dar profundidad a su
personaje. De hecho, casi parece estar en otra película en la que esa
misma interpretación seguramente hubiese encajado, pero aquí sólo
redunda en el desastre que estamos viendo y en el descontrol por parte
de Barbero para enderezar la situación.
Un buen ejemplo de ese caos narrativo lo tenemos en la propia forma de mostrar la evolución de la vida profesional de Carlos, ya que en un momento recibe una gran oferta para que su Kar-El salte a la televisión nacional para luego olvidarse completamente de ello durante muchos minutos. No es el único detalle en esa dirección, pero sí el más significativo sobre la incapacidad del guion para ligar los elementos con los que juega.
Con todo, lo verdaderamente grave es lo ridículo que llega a resultar
cada una de las tramas principales, ya sea por lo increíblemente
forzado que resulta todo en la evolución de la relación con sus hijos
-en la escena en la que se van de compras no me quedó otra que echarme a reír-,
aunque quizá peor sea la falta de naturalidad de los diálogos en
general y lo horrible y cansino que resulta la labor de Rovira como
narrador de su propia historia.
De hecho, el sentimiento principal que sobrevuela en todo momento es la incredulidad. Ya el mero hecho de iniciar el relato con Rovira apareciendo con su look habitual rememorando su labor como monologuista -aunque sea para hacer un particular homenaje cinéfilo- nos predispone a una cosa que luego la película no nos da. Hasta ahí podríamos decir que juega al despiste para sorprendernos, pero es que se trata de una desagradable en la que lo de menos es el absurdo look de Rovira como Kar-El.
Lo que sí me deja con dudas es de si realmente Rovira será incapaz de ofrecer una actuación dramática de cierta entidad o no, ya que es cierto que se le ven las costuras por todas partes y jamás le ves cómodo en ese rollo tragicómico de su personaje, pero es que todo a su alrededor luce a un nivel tan bajo que igual es que simplemente Barbero no supo orientar su camino en la dirección correcta.
Da la sensación de que lo único que tiene claro ‘El futuro ya no es lo que era’ es la moraleja que quiere transmitir,
sin importa lo más mínimo cómo se llega a ella. ¿Qué se consigue así?
Acabar con la paciencia del espectador, quien acaba sufriendo una cinta
interminable que incluso se resiste a dejarnos ir al incluir una serie
de “bromas” durante los títulos de crédito finales. Incluso la peor de ese tipo de escenas de Marvel se merece un Oscar en comparación.
Más allá de eso, podría ir actor por actor señalando qué todos fracasan en su cometido, pero en la mayoría de los casos pensé que el material que tenían a su disposición era tan desacertado que bastante tenían con intentar defenderlo con dignidad, ir señalando más escenas concretas que cuesta creer que alguien haya pensado que así estaban bien hechas o destacar diálogos concretos que me hicieron agitar la cabeza con incredulidad, pero creo que ya ha quedado todo bastante claro.
En definitiva ‘El futuro ya no es lo que era’ poco menos que redefine el concepto de bodrio con una propuesta caótica, absurda y desesperante. No me atrevo a descartar que haya quien disfrute con ella, pero su visionado para mí fue una tortura por ir viendo cómo todo se hacía mal y encima no dejaba de ir a peor. No lo tenía fácil, pero Barbero ha conseguido que su segunda película sea incluso peor que ‘Tuno negro’, su primer largometraje.
Via:blog de cine
No me cuesta nada confesar que creía que ‘El futuro ya no es lo que era’ entraba de lleno en esa categoría y sospecho que la participación de Dani Rovira, una garantía de éxito por ahora, fue esencial para que no se quedara en nada. Su campaña promocional ya invitaba a salir corriendo, pero es que luego el resultado final es mucho peor, logrando el “honor” de ser una de las peores películas que he visto. Un absoluto desastre que en muchos momentos provoca vergüenza ajena.
¿Pero esto qué narices es?
Por un lado, el guion de Pedro L. Barbero, que también es director de la película, jamás logra dar con un tono que infunda entidad a la historia, apostando por un extraño cruce entre ligereza anodina y trascendentalidad forzada que provoca que ‘El futuro ya no es lo que era’ parezca sufrir de un trastorno bipolar en el que uno nunca tiene muy claro qué lado te va a mostrar exactamente, desconcertándote primero y desesperándote poco después.
Un buen ejemplo de ese caos narrativo lo tenemos en la propia forma de mostrar la evolución de la vida profesional de Carlos, ya que en un momento recibe una gran oferta para que su Kar-El salte a la televisión nacional para luego olvidarse completamente de ello durante muchos minutos. No es el único detalle en esa dirección, pero sí el más significativo sobre la incapacidad del guion para ligar los elementos con los que juega.
’El futuro ya no es lo quera’, un desastre absoluto
De hecho, el sentimiento principal que sobrevuela en todo momento es la incredulidad. Ya el mero hecho de iniciar el relato con Rovira apareciendo con su look habitual rememorando su labor como monologuista -aunque sea para hacer un particular homenaje cinéfilo- nos predispone a una cosa que luego la película no nos da. Hasta ahí podríamos decir que juega al despiste para sorprendernos, pero es que se trata de una desagradable en la que lo de menos es el absurdo look de Rovira como Kar-El.
Lo que sí me deja con dudas es de si realmente Rovira será incapaz de ofrecer una actuación dramática de cierta entidad o no, ya que es cierto que se le ven las costuras por todas partes y jamás le ves cómodo en ese rollo tragicómico de su personaje, pero es que todo a su alrededor luce a un nivel tan bajo que igual es que simplemente Barbero no supo orientar su camino en la dirección correcta.
Más allá de eso, podría ir actor por actor señalando qué todos fracasan en su cometido, pero en la mayoría de los casos pensé que el material que tenían a su disposición era tan desacertado que bastante tenían con intentar defenderlo con dignidad, ir señalando más escenas concretas que cuesta creer que alguien haya pensado que así estaban bien hechas o destacar diálogos concretos que me hicieron agitar la cabeza con incredulidad, pero creo que ya ha quedado todo bastante claro.
En definitiva ‘El futuro ya no es lo que era’ poco menos que redefine el concepto de bodrio con una propuesta caótica, absurda y desesperante. No me atrevo a descartar que haya quien disfrute con ella, pero su visionado para mí fue una tortura por ir viendo cómo todo se hacía mal y encima no dejaba de ir a peor. No lo tenía fácil, pero Barbero ha conseguido que su segunda película sea incluso peor que ‘Tuno negro’, su primer largometraje.
Via:blog de cine
Comentarios