Empezó a llamar de verdad la atención del público con la estimable ‘Grupo 7’, pero fue con la excelente ‘La isla mínima’ cuando Alberto Rodríguez
logró la gloria. Una película de ese nivel sería en no pocos casos la
obra cumbre de muchos directores, por lo que uno de los grandes miedos
con su próximo trabajo tras las cámaras estaba en saber si lograría
mantener el nivel o si, por el contrario, iba a dar uno o varios pasos
atrás.
Sobre el papel, la idea de contar las fascinante historia real de Francisco Paesa resultaba de lo más estimulante. Además, Rodríguez ha contado con un estupendo reparto encabezado por Eduard Fernández, al que personalmente considero el mejor actor español actual. Todo hacía pensar en cine de primerísima categoría y lo cierto es que ‘El hombre de las mil caras’ es una propuesta muy interesante, pero también que deja con un sabor de boca ligeramente agridulce.
No tarda en quedar claro que Rodríguez busca insuflar energía a la
historia en la medida de lo posible, siendo ahí donde más destaca la
banda sonora de su colaborador habitual Julio de la Rosa.
No negaré que es, en líneas generales, bastante efectiva, pero también
llega a ser por momentos un tanto redundante, causando así casi el
efecto contrario al buscado. La pega es que en este caso tiene especial
importancia, ya que es uno de los aspectos clave para darle esa fuerza
adicional que lleve el relato a otro nivel.
En el apartado técnico también ha optado por antiguos colaboradores, como el director de fotografía Alex Catalán, quien aquí se ve algo más maniatado por la progresión de la historia y no logra nunca imágenes con tanta potencia como algunas escenas de ‘La isla mínima’. La cuestión es que ‘El hombre de las mil caras’ tampoco se prestaba mucho a ello, pero sí a tener un look visual muy solvente que quizá aleja al relato un poco de sus raíces en la realidad, pero lo hace buscando una estética de thriller americano que le sienta de fábula.
De hecho, la propia película va en todo momento de frente y propone
un juego a caballo entre el puro entretenimiento -incluso el humor tiene
una presencia importante. y el retrato convincente de un alucinante
caso real. Ahí creo que es donde está lo que impide a ‘El hombre de las mil caras’ alcanzar su plenitud,
ya que como lo primero quizá es demasiado contemplativa en algunas
fases de la película y como lo segundo resulta demasiado ligera para ser
todo lo apasionante que podría ser.
No voy a decir que se quede en tierra de nadie en todos los sentidos, pero sí que Rodríguez no termina de dar con ese delicado punto de equilibrio necesario para que ambas vertientes luzcan por sí mismas sin afectar al global. Por separado ambas funcionan bien y el propio trabajo de puesta en escena cuadra de maravilla, siendo concisa y dinámica cuando se potencia el entretenimiento y apostando por un minucioso reposo en esos momentos en los que se permite cierta introspección.
Volviendo a ello, creo que quizá la raíz de todo está en el
acercamiento al protagonista por parte del guion escrito por el propio
Rodriguez junto a Rafael Cobos. Dejando de lado los
primeros minutos, Paesa controla hasta tal punto todo lo que sucede y lo
oculta con tal facilidad que resulta casi imposible conocerle. Va tan
por delante del resto de personajes y del propio espectador que poco
menos que surge una barrera que no es que te saque de la película, pero
sí que te empuja hacia fuera, dejándote en una posición un poco
incómoda.
Soy consciente de que esa es una decisión muy meditada y que fue clave para la elección de Fernández, quien sencillamente borda a su Paesa pese a contar con un material especialmente limitado con el que ganarse al espectador. Al respecto me gustaría destacar una escena muy concreta en la que realiza una llamada al amor de su vida que no acaba como él espera, tanto por su propia interpretación como por la forma de matizarlo todo con un sencillo acercamiento y alejamiento de la cámara por parte de Rodríguez.
Son oasis como ese los que nos permiten conocer un poco mejor quién fue realmente Paesa -o al menos quién fue desde la óptica de ‘El hombre de las mil caras’-, pero al final uno se queda con la sensación de no haberle conocido realmente cuando la amarga situación en la que se encuentra tras conocer a Luis Roldán se prestaba a una mayor valentía. ¿Quizá la solución podría haber sido que él mismo ejerciera como narrador en lugar de confiar ese rol a un, eso sí, muy efectivo José Coronado?
En cierta medida, ‘El hombre de las mil caras’ es una película
juguetona que intenta puede que no despistar al espectador, pero sí
jugar con sus expectativas. Eso la beneficia bastante a corto plazo,
pero la cosa cambia en el largo, porque los juegos han de alcanzar su
punto álgido de diversión hacia el final y aquí lo que sucede es que
todos conocemos más o menos lo que pasó con el caso Roldán, por lo que
esas pequeñas sorpresas se encuentran con una llegada ya prevista y que realza ese sentimiento de cierta insatisfacción al que me refería antes.
Dicho así, podría parecer que tengo problemas muy importantes con ‘El hombre de las mil caras’ cuando en realidad no es más que algo que simplemente creo que le impide ser una gran película que compita de tú a tú con ‘La isla mínima’ pese a ir por caminos muy diferentes. Además, no es algo que llegue a ser una molestia insalvable, ya que todo lo que rodea al protagonista luce a un gran nivel, siendo quizá la mayor sorpresa un estupendo Carlos Santos como Roldán, ya que en mi cabeza estaba muy marcado por su papel en la televisiva ‘Los hombres de Paco’.
De hecho, técnicamente es irreprochable y, como comentaba, funciona muy bien en cualquiera de las dos vertientes que se propone, pero hay algo en la forma de abordar la historia que funciona a modo de lastre del que Rodríguez nunca termina de deshacerse. Salvando eso -que, por desgracia, forma parte del núcleo esencial de la película-, todo raya a un gran nivel y resulta complicado encontrar pegas reales.
En definitiva, ‘El hombre de las mil caras’ es una película en la que prácticamente todo raya a muy buen nivel de forma individual, pero hay un algo relacionado con la construcción de su personaje protagonista difícil de concretar que impide que sus dos vertientes, la de entretenimiento y la más reflexiva, terminen de cuajar de la forma deseada. Este lastre la aleja de la grandeza, pero tampoco es mala cosa ser una propuesta que un notable algo bajo ya se merece.
Via:blog de cine
Sobre el papel, la idea de contar las fascinante historia real de Francisco Paesa resultaba de lo más estimulante. Además, Rodríguez ha contado con un estupendo reparto encabezado por Eduard Fernández, al que personalmente considero el mejor actor español actual. Todo hacía pensar en cine de primerísima categoría y lo cierto es que ‘El hombre de las mil caras’ es una propuesta muy interesante, pero también que deja con un sabor de boca ligeramente agridulce.
Diversión y reflexión
En el apartado técnico también ha optado por antiguos colaboradores, como el director de fotografía Alex Catalán, quien aquí se ve algo más maniatado por la progresión de la historia y no logra nunca imágenes con tanta potencia como algunas escenas de ‘La isla mínima’. La cuestión es que ‘El hombre de las mil caras’ tampoco se prestaba mucho a ello, pero sí a tener un look visual muy solvente que quizá aleja al relato un poco de sus raíces en la realidad, pero lo hace buscando una estética de thriller americano que le sienta de fábula.
No voy a decir que se quede en tierra de nadie en todos los sentidos, pero sí que Rodríguez no termina de dar con ese delicado punto de equilibrio necesario para que ambas vertientes luzcan por sí mismas sin afectar al global. Por separado ambas funcionan bien y el propio trabajo de puesta en escena cuadra de maravilla, siendo concisa y dinámica cuando se potencia el entretenimiento y apostando por un minucioso reposo en esos momentos en los que se permite cierta introspección.
El lastre que la aleja de alcanzar el mejor nivel posible
Soy consciente de que esa es una decisión muy meditada y que fue clave para la elección de Fernández, quien sencillamente borda a su Paesa pese a contar con un material especialmente limitado con el que ganarse al espectador. Al respecto me gustaría destacar una escena muy concreta en la que realiza una llamada al amor de su vida que no acaba como él espera, tanto por su propia interpretación como por la forma de matizarlo todo con un sencillo acercamiento y alejamiento de la cámara por parte de Rodríguez.
Son oasis como ese los que nos permiten conocer un poco mejor quién fue realmente Paesa -o al menos quién fue desde la óptica de ‘El hombre de las mil caras’-, pero al final uno se queda con la sensación de no haberle conocido realmente cuando la amarga situación en la que se encuentra tras conocer a Luis Roldán se prestaba a una mayor valentía. ¿Quizá la solución podría haber sido que él mismo ejerciera como narrador en lugar de confiar ese rol a un, eso sí, muy efectivo José Coronado?
‘El hombre de las mil caras’, una cinta notable
Dicho así, podría parecer que tengo problemas muy importantes con ‘El hombre de las mil caras’ cuando en realidad no es más que algo que simplemente creo que le impide ser una gran película que compita de tú a tú con ‘La isla mínima’ pese a ir por caminos muy diferentes. Además, no es algo que llegue a ser una molestia insalvable, ya que todo lo que rodea al protagonista luce a un gran nivel, siendo quizá la mayor sorpresa un estupendo Carlos Santos como Roldán, ya que en mi cabeza estaba muy marcado por su papel en la televisiva ‘Los hombres de Paco’.
De hecho, técnicamente es irreprochable y, como comentaba, funciona muy bien en cualquiera de las dos vertientes que se propone, pero hay algo en la forma de abordar la historia que funciona a modo de lastre del que Rodríguez nunca termina de deshacerse. Salvando eso -que, por desgracia, forma parte del núcleo esencial de la película-, todo raya a un gran nivel y resulta complicado encontrar pegas reales.
En definitiva, ‘El hombre de las mil caras’ es una película en la que prácticamente todo raya a muy buen nivel de forma individual, pero hay un algo relacionado con la construcción de su personaje protagonista difícil de concretar que impide que sus dos vertientes, la de entretenimiento y la más reflexiva, terminen de cuajar de la forma deseada. Este lastre la aleja de la grandeza, pero tampoco es mala cosa ser una propuesta que un notable algo bajo ya se merece.
Via:blog de cine
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