Entre la inesperadamente lúbrica ración de sexo soft de The Handmaiden y
la inesperadamente emotiva colección de chistes de pedos de Swiss Army
Man, todo son sorpresas
Por si no hubiéramos tenido bastante con la avalancha de iconografía pornográfica de Tenemos la carne, Park Chan-wook nos tenía reservada una buena ración de sexo lésbico y apasionado disfrazada de drama de época y (cómo no) historia de venganzas. Y no es el único plato fuerte del día.
Ya veníamos avisados: pese a su armazón basado en un largo y recurrente chiste de pedos (cuya nota más alta se emite, todo hay que decirlo, con el arranque y los excelentes, por surreales e inesperados, títulos de crédito), Swiss Army Man es en realidad una emotiva y amable comedia indie, con espacio para el autodescubrimiento y el romanticismo. Lo que no esperábamos es que lo fuera hasta este punto. De hecho, lo más destacable de Swiss Army Man es cómo consigue trazar una historia humana y que trata temas cotidianos con la historia de un náufrago (Paul Dano) que encuentra un cadáver extremadamente flatulento y útil (Daniel Radcliffe), ya que gracias a sus gases y su compañía consigue abrirse paso en un entorno sumamente hostil.
Aunque ese es el punto de partida, Swiss Army Man no trata de eso: con un tono y una estética que parece, en su núcleo central, inspirado superficialmente en los trucos visuales y los recursos narrativos del Michel Gondry más asequible, cuando el alucinado náufrago comienza a comunicarse con el cadáver y a inventarle un trasfondo emocional propio, surge la amistad entre ambos. Aunque la película da varios volantazos, alguno de ellos muy interesantes, hacia la amargura y la desesperanza, su mensaje camina de la mano de esa estética de recortables, sombras chinescas y papel maché: ni survival, ni comedia oscura, ni jugueteo con cadáveres, sino todo lo contrario.
Una de las indiscutibles sensaciones del año, no por esperada (a estas alturas Park Chan-wook, director de Old Boy, Thirst y Sympathy for Lady Vengeance, parece condenado a facturar excelencia de forma continuada -sí, eso incluye Stoker-). Todo arranca con la presentación de una ladronzuela contratada por un peculiar seductor que quiere conquistar a la sobrina de un millonario para arrebatarle su fortuna: la joven impostora entrará a trabajar como doncella en la impresionante mansión, pero no cuenta con acabar enamorándose de la peculiar dama de la casa.
Park Chan-wook hace malabares con una cantidad de referentes muy dispares que maneja con una versatilidad asombrosa (del horror gótico de casas encantadas -la mansión es una fascinante mezcla arquitectónica de referencias inglesas y japonesas- al drama de tintes políticos -el choque entre coreanos y japoneses está simbolizado de forma espléndida, apartándose del texto de origen de Sarah Waters-, pasando por un erotismo puro que remite a los grandes autores del cine de género, de Borowczyk a Teruo Ishii). The Handmaiden, sin embargo, no sabe a pastiche, y posee una coherencia pasmosa: dividida en tres bloques, cada uno continuando la historia desde un punto de vista diferente, arranca como una aventura de delincuentes de guante más o menos blanco para, según se van descubriendo secretos del interior de casa, mutando hacia otros registros. Una sudorosa y elegante exhibición de poderío visual beneficiado, en buena parte, por el excelente trabajo de los actores, sobre todo la pareja protagonista: la sencilla y encantadora Kim Tae-ri y la misteriosa y llena de secretos Kim Min-hee.
Conscientemente frívola y vacía, The Neon Demon está llamada a seguir dividiendo, cada vez de forma más irreconciliable, a los fans de Nicolas Winding Refn atraídos por el peculiar romanticismo y la amable nostalgia ochentoide de Drive por una parte y, por otra… bueno, al resto. The Neon Demon, pese a las luces estroboscópicas y la inconfundible estética angelina, tiene más en común con la dispersión argumental, los silencios interminables y la estética imposiblemente estilizada de Solo Dios perdona. Es decir, que The Neon Demon prosigue con la inmersión del director danés en un universo personal y cada vez más aislado del naturalismo, donde los diálogos se declaman robóticamente, los actores se comportan como maniquíes y los maniquíes y los cadáveres generan tanto o más deseo que las personas.
Aunque The Neon Demon parece, en sus compases originales, que podría contar la historia de una jovencísima modelo (Elle Fanning) que llega a la gran ciudad buscando una oportunidad en el mundo de la moda y se ve sumergida en un infierno particular dentro de una agencia, en una especie de Suspiria de neón, la película de Winding Refn pronto se revela como una cosa mucho más sencilla, a medio camino entre un fashion film macabro, un spot de Calvin Klein y un giallo tardío. Gracias a esta orientación el director de Valhalla Rising puede pasar minutos lanzando al espectador una avalancha de estímulos visuales y sonoros (gracias en buena medida a la soberbia banda sonora de Cliff Martínez), a medio camino entre la horterez autoconsciente y demoledora -lo que conecta a The Neon Demon, imprevisiblemente, con Showgirls– y una belleza furiosa y que quita el aliento. Para quienes conciban el cine de terror como una experiencia primordialmente sensorial, es una cita imprescindible.
Una comedia moral con monstruo al más puro estilo Cuentos Asombrosos, cuya modestia, inmediatez y ligereza cuentan como sus mejores virtudes. Parodiando los retiros espirituales con detox físico incluido y new age con hierbas, Bobby Miller pone a Johnny Galecki (Big Bang Theory) a experimentar uno de estos procesos de limpieza, cuyos efectos percibirá en el mismo retiro campestre donde está ingiriendo líquidos repugnantes: su cuerpo expulsa una plasmación física (y monísima) de sus dramas pasados, a los que no tendrá más remedio que hacer frente.
En contra de lo que pudiera parecer, The Master Cleanse no es una película sobre la culpa en clave neocárnica: es un cuento con moraleja, previsible y modesto, y cuyo magnetismo está precisamente en su falta de sutilidad. Personajes de una pieza, parodias obvias y directas, humor sin dobleces… una refrescante pieza menor a la que es imposible exigirle demasiado, sobre todo teniendo en cuenta sus fenomenales, ingenuos y nostálgicos efectos prácticos.
Via:Cinemania
Por si no hubiéramos tenido bastante con la avalancha de iconografía pornográfica de Tenemos la carne, Park Chan-wook nos tenía reservada una buena ración de sexo lésbico y apasionado disfrazada de drama de época y (cómo no) historia de venganzas. Y no es el único plato fuerte del día.
Swiss Army Man
Ya veníamos avisados: pese a su armazón basado en un largo y recurrente chiste de pedos (cuya nota más alta se emite, todo hay que decirlo, con el arranque y los excelentes, por surreales e inesperados, títulos de crédito), Swiss Army Man es en realidad una emotiva y amable comedia indie, con espacio para el autodescubrimiento y el romanticismo. Lo que no esperábamos es que lo fuera hasta este punto. De hecho, lo más destacable de Swiss Army Man es cómo consigue trazar una historia humana y que trata temas cotidianos con la historia de un náufrago (Paul Dano) que encuentra un cadáver extremadamente flatulento y útil (Daniel Radcliffe), ya que gracias a sus gases y su compañía consigue abrirse paso en un entorno sumamente hostil.
Aunque ese es el punto de partida, Swiss Army Man no trata de eso: con un tono y una estética que parece, en su núcleo central, inspirado superficialmente en los trucos visuales y los recursos narrativos del Michel Gondry más asequible, cuando el alucinado náufrago comienza a comunicarse con el cadáver y a inventarle un trasfondo emocional propio, surge la amistad entre ambos. Aunque la película da varios volantazos, alguno de ellos muy interesantes, hacia la amargura y la desesperanza, su mensaje camina de la mano de esa estética de recortables, sombras chinescas y papel maché: ni survival, ni comedia oscura, ni jugueteo con cadáveres, sino todo lo contrario.
The handmaiden
Una de las indiscutibles sensaciones del año, no por esperada (a estas alturas Park Chan-wook, director de Old Boy, Thirst y Sympathy for Lady Vengeance, parece condenado a facturar excelencia de forma continuada -sí, eso incluye Stoker-). Todo arranca con la presentación de una ladronzuela contratada por un peculiar seductor que quiere conquistar a la sobrina de un millonario para arrebatarle su fortuna: la joven impostora entrará a trabajar como doncella en la impresionante mansión, pero no cuenta con acabar enamorándose de la peculiar dama de la casa.
Park Chan-wook hace malabares con una cantidad de referentes muy dispares que maneja con una versatilidad asombrosa (del horror gótico de casas encantadas -la mansión es una fascinante mezcla arquitectónica de referencias inglesas y japonesas- al drama de tintes políticos -el choque entre coreanos y japoneses está simbolizado de forma espléndida, apartándose del texto de origen de Sarah Waters-, pasando por un erotismo puro que remite a los grandes autores del cine de género, de Borowczyk a Teruo Ishii). The Handmaiden, sin embargo, no sabe a pastiche, y posee una coherencia pasmosa: dividida en tres bloques, cada uno continuando la historia desde un punto de vista diferente, arranca como una aventura de delincuentes de guante más o menos blanco para, según se van descubriendo secretos del interior de casa, mutando hacia otros registros. Una sudorosa y elegante exhibición de poderío visual beneficiado, en buena parte, por el excelente trabajo de los actores, sobre todo la pareja protagonista: la sencilla y encantadora Kim Tae-ri y la misteriosa y llena de secretos Kim Min-hee.
The Neon Demon
Conscientemente frívola y vacía, The Neon Demon está llamada a seguir dividiendo, cada vez de forma más irreconciliable, a los fans de Nicolas Winding Refn atraídos por el peculiar romanticismo y la amable nostalgia ochentoide de Drive por una parte y, por otra… bueno, al resto. The Neon Demon, pese a las luces estroboscópicas y la inconfundible estética angelina, tiene más en común con la dispersión argumental, los silencios interminables y la estética imposiblemente estilizada de Solo Dios perdona. Es decir, que The Neon Demon prosigue con la inmersión del director danés en un universo personal y cada vez más aislado del naturalismo, donde los diálogos se declaman robóticamente, los actores se comportan como maniquíes y los maniquíes y los cadáveres generan tanto o más deseo que las personas.
Aunque The Neon Demon parece, en sus compases originales, que podría contar la historia de una jovencísima modelo (Elle Fanning) que llega a la gran ciudad buscando una oportunidad en el mundo de la moda y se ve sumergida en un infierno particular dentro de una agencia, en una especie de Suspiria de neón, la película de Winding Refn pronto se revela como una cosa mucho más sencilla, a medio camino entre un fashion film macabro, un spot de Calvin Klein y un giallo tardío. Gracias a esta orientación el director de Valhalla Rising puede pasar minutos lanzando al espectador una avalancha de estímulos visuales y sonoros (gracias en buena medida a la soberbia banda sonora de Cliff Martínez), a medio camino entre la horterez autoconsciente y demoledora -lo que conecta a The Neon Demon, imprevisiblemente, con Showgirls– y una belleza furiosa y que quita el aliento. Para quienes conciban el cine de terror como una experiencia primordialmente sensorial, es una cita imprescindible.
The Master Cleanse
Una comedia moral con monstruo al más puro estilo Cuentos Asombrosos, cuya modestia, inmediatez y ligereza cuentan como sus mejores virtudes. Parodiando los retiros espirituales con detox físico incluido y new age con hierbas, Bobby Miller pone a Johnny Galecki (Big Bang Theory) a experimentar uno de estos procesos de limpieza, cuyos efectos percibirá en el mismo retiro campestre donde está ingiriendo líquidos repugnantes: su cuerpo expulsa una plasmación física (y monísima) de sus dramas pasados, a los que no tendrá más remedio que hacer frente.
En contra de lo que pudiera parecer, The Master Cleanse no es una película sobre la culpa en clave neocárnica: es un cuento con moraleja, previsible y modesto, y cuyo magnetismo está precisamente en su falta de sutilidad. Personajes de una pieza, parodias obvias y directas, humor sin dobleces… una refrescante pieza menor a la que es imposible exigirle demasiado, sobre todo teniendo en cuenta sus fenomenales, ingenuos y nostálgicos efectos prácticos.
Via:Cinemania
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