El cine y la pintura. La pintura y el cine. Dos medios de expresión artística que han ido irremediable y lógicamente de la mano desde el nacimiento del séptimo arte, viéndose reflejada la influencia de los grandes artistas del pincel —o cualquier otra herramienta— en mil y un largometrajes en los que el tratamiento de la luz, la composición o la estética beben directamente de obras plasmadas en lienzo.
De entre las incontables veces que óleo y celuloide se han encontrado —los planos generales de 'Barry Lyndon' o el gérmen de filmes como 'Blade Runner' encontrado en el trabajo de Edward Hopper son tan sólo un par de brillantes ejemplos—, 'Loving Vincent' es, probablemente, la más especial de todas ellas, llevando un paso más allá este idilio centenario en una producción única; sobresaliente a nivel artístico pero algo descuidado en aspectos narrativos.
De genios incomprendidos e inconsistencias narrativas
Utilizando técnicas de rotoscopado, similares a las que se han podido ver en filmes como el estimulante 'A Scanner Darkly' de Richard Linklater, para animar al notable reparto de 'Loving Vincent', el equipo de artistas responsables de la película han logrado construir un mundo lleno de vida que logra maravillar durante los primeros compases pero al que es irremediable no acostumbrarse a medida que avanza el metraje, mitigándose progresivamente el impacto y haciendo visibles las sus carencias narrativas.La exploración de los diferentes puntos de vista sobre la leyenda, posteriores a su controvertido fallecimiento, que proponen Kobiela y Welchman se antoja especialmente interesante, y sabe cómo atrapar durante buena parte del largo. No obstante, la estructura centrada en la repetición de secuencias con un esquema de diálogo y reconstrucción con voz en off propician que, una vez sobrepasado el ecuador del segundo acto, la monotonía haga acto de presencia para hacer ligeramente cuesta arriba el disfrute del conjunto.
Problemas estructurales aparte, 'Loving Vincent' es una bellísima rara avis capaz de estimular nuestras retinas y sensibilidades estéticas como muy pocos largometrajes pueden y han sabido hacerlo. Una carta de amor en mayúsculas a uno de los genios del mundo de la pintura que, de haber expuesto con una pizca más de brío y originalidad su trama, podría haberse convertido en una pieza digna del mejor museo del mundo.
Via:espinof
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