Por suerte o por desgracia, formo parte de esa cosecha de seres humanos conocidos como "millennials" y, como miembro de susodicha generación, el fenómeno 'Mazinger Z' me pilló considerablemente tarde. Además de esto, he de reconocer que las aventuras de Koji Kabuto y compañía nunca me han llamado particularmente la atención, más allá del innegable encanto de su premisa —porque a nadie le amarga un dulce, y el hecho de poder disfrutar de robots gigantescos tripulados dándose tortas siempre es de agradecer—.
Sabiendo esto, podría calificar mi experiencia con 'Mazinger Z: Infinity' como una suerte de cita a ciegas; de esas que terminan saliendo especialmente bien. Y es que, a pesar de ser un neófito en el universo creado por el autor nipón Gō Nagai en 1972, he gozado plenamente de la inmensa mayoría de los 95 minutos que componen el metraje de esta espectacular y emocionante cinta animada.
Por encima de esto, reina la soberbia y electrizante ambientación del filme. Tras una intensa apertura en la que se plantea el conflicto principal sobre el que girará la historia, la secuencia de créditos hace acto de presencia con el mítico tema que introducía el anime clásico —reinterpretado para la ocasión de nuevo por Ichirō Mizuki— para conseguir dejarme con los pelos como escarpias, aún no se muy bien por qué, y completamente a merced de unos guionistas que construyen con efectividad el estatus-quo del mundo en el que se ambienta su obra.
Es en estos últimos tramos cuando 'Infinity' flaquea y tira por la borda toda la sencillez y contundencia que ha exhibido hasta el momento; convirtiendo su interminable clímax en un amasijo de clichés inundado por el drama desmedido y esa intensidad metafísica y pseudofilosófica pasada de vueltas que tanto gusta en el país del sol naciente. Una auténtica lástima que rompe la magia y resta enteros a un conjunto, en términos generales, recomendable.
Si por algo puedo alabar a 'Mazinger Z: Infinity' es por, pudiendo haber optado por explotar el recurso, no utilizar en absoluto la nostalgia como reclamo para atraer al público más crecido. El resultado, notablemente satisfactorio, se eleva como un largometraje animado con el que disfrutar de una buena ración de palomitas que, además de contentar a los fans del manganime setentero, dejará al sector inexperto del patio de butacas con ganas de más.
Via:espinof
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