El séptimo arte nos ha mostrado en no pocas ocasiones que, a menudo, las peores batallas en las que se ve envuelto un soldado se libran en lo más profundo de su mente; lejos de la pólvora, la sangre y la muerte con las que solemos asociar los conflictos armados. Para demostrarlo, quedan para el recuerdo cintas como la espléndida 'El cazador' de Michael Cimino, la aterradora 'Johnny cogió su fusil' e, incluso, la eterna 'Acorralado' de Ted Kotcheff.
El guionista Jason Hall, tras haber firmado el libreto de la irregular y moralmente dudosa exaltación patriótico-militar titulada 'El francotirador', dirigida por Clint Eastwood en 2014, da el salto a la dirección con 'Deber cumplido': un nuevo e irregular drama basado en hechos reales en el que el realizador explora por segunda vez los efectos del estrés postraumático, esta vez a través de un grupo de combatientes estadounidenses en la guerra de Irak.
Este primer largometraje de Hall peca de desleír sus buenas intenciones entre una narrativa obvia, previsible y, por momentos, disparatada. Desde sus primeros pasajes, 'Deber cumplido' muestra sus cartas con demasiado descaro, mitigando así su capacidad para sorprender y manifestando una corrección en cuanto a tono y discurso se refiere que le hace flaco favor al relato, privándole de un necesario golpe de efecto que, pese a esperado, nunca termina de llegar.
Pese a su falta de contundencia y a lo básico y, por momentos, telefilmesco de su puesta en escena, 'Deber cumplido' se las apaña para remontar el vuelo y salvarse de la quema. Gran parte de estos destellos de calidad viene junto a ciertos pasajes particularmente inspirados en los que se representan los efectos del trastorno que padecen los personajes principales y, por encima de todo, por un reparto que brilla como lo mejor del filme.
Encabezada por un Miles Teller entregado a la causa y que llena de matices y encanto un papel, a priori, de lo más plano y rutinario, 'Deber cumplido' es un relato lleno de buenas intenciones y con un gran material base, pero inconsistente en su desarrollo. Una oportunidad perdida para dar visibilidad a un problema institucional y para ofrecer un drama capaz de emocionar a un público que, probablemente, termine perdiéndose entre sus excesos y mareado por ese aroma a propaganda rancia que emanan sus fotogramas.
Via:espinof
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