Veinticinco años ha sido el tiempo que ha necesitado el brillante creador de mundos —adjetivarlo como realizador o cineasta se le queda corto— Guillermo del Toro para, de una vez por todas, recibir el reconocimiento que siempre ha merecido por parte de una academia que, injustamente, y salvo honrosas excepciones, ha tendido a mirar al cine fantástico de reojo y por encima del hombro temporada de premios tras temporada de premios.
Un cuarto de siglo en el que el mexicano ha demostrado una capacidad innata para transportarnos a los más diversos lugares y universos, deslumbrando tanto en sus aproximaciones al terror en filmes como 'El espinazo del diablo' o 'La cumbre escarlata'; a la acción en largos como la espectacular 'Pacific Rim'; o a ese híbrido que tan bien domina en el que la fábula fantástica se da la mano del drama, territorio al que pertenece la espléndida 'La forma del agua'.
Del Toro: magia y cinefilia
Sin mucho esfuerzo, puede encontrarse un claro paralelismo entre 'La forma del agua' y el clásico de Universal 'La mujer y el monstruo', gérmen confeso de lo nuevo de un guadalajareño que, desde que vio la película de 1954, siempre soñó con que el monstruo de la Laguna Negra y el personaje de Julia Adams pudiesen consumar ese amor monocromático que los guionistas Harry Essex y Arthur A. Ross les negaron.
El tierno e imposible romance entre Elisa y su amante anfibio está narrado con una sensibilidad y precisión indiscutibles y enriquecido por un toque de realismo mágico que termina siendo engullido por un mundo de fantasía habitado por unos personajes redondos, maravillosamente escritos, mejor interpretados —Sally Hawkins y Michael Shannon están sencillamente espectaculares— y de los que se hace imposible no enamorarse.
Un deleite para el corazón y los sentidos
Comenzando por la impecable banda sonora de Alexandre Desplat, que incluso escuchada de forma independiente a la película consigue emocionar como pocas, y continuando por un diseño de producción a la altura de las circunstancias y unos trabajos de cámara y dirección artística formidables, 'La forma del agua' logra alcanzar un atípico equilibrio entre técnica y narrativa en el que la fotografía y su paleta de colores se erigen como la guinda de un pastel irresistible.
Existe el debate sobre si las trece nominaciones a los Oscars que ha recibido 'La forma del agua' resultan excesivas o no; una discusión que pierde todo el sentido una vez te sumerges en su particular microcosmos y te dejas envolver por su dulzura y su sinceridad. Es en ese momento cuando eres consciente de que lo nuevo de Guillermo del Toro no entiende de premios y nominaciones, sino de amor, de color, de vida y, en definitiva, de todo lo que hace mágico al cine más puro.
Via:espinof
Comentarios