'Bailando la vida': una "feel good movie" modélica que demuestra que el buen cine no entiende de edades

'Bailando la vida': una "feel good movie" modélica que demuestra que el buen cine no entiende de edades
De entre las muchas virtudes que atesora el séptimo arte, una de las más estimables es su innata capacidad para evadir al respetable, haciendo algunas producciones olvidar al patio de butacas sus preocupaciones —ya decía Pedro Ruiz que, en el cine, durante dos horas, los problemas son de otros— e impregnando la oscuridad de la sala de unas buenas vibraciones que suelen acompañar una vez concluida la proyección, y que convierten al medio en un balón de oxígeno.
Como no podría ser de otro modo, este tipo de bombardeos de estímulos positivos de corte puramente humanista, de ir acompañados de un mínimo de calidad cinematográfica, suelen ser sinónimos de éxito rotundo. Una más que justificada popularidad que ha derivado hasta dar forma a un subgénero etiquetado bajo el anglicismo "feel good movie", bajo el que se han estrenado taquillazos como pueden ser la celebrada 'Intocable'.

'Bailando la vida', el nuevo trabajo del realizador británico Richard Loncraine, se une a esta corriente, cada vez más prolífica, con un ejercicio cálido y honesto que se descubre como una de las sorpresas más agradables de la temporada. Un torbellino emocional repleto de virtudes, entre las que destaca su impagable habilidad para llevarte del llanto a la carcajada cómplice en un abrir y cerrar de ojos.
Loncraine arranca su undécimo largometraje con un planteamiento canónico que podría encajar con cualquier comedia romántica adolescente al uso, aportando una interesante vuelta de tuerca a la propuesta que abandona la revolución hormonal propia de la juventud para explorar el relato a través de los ojos de un encantador elenco de personajes a las puertas de la tercera edad.
Finding Your Feet
De este modo, y tomando como excusa la típica historia de desengaños y traiciones varias, 'Bailando con la vida' encierra entre sus lugares comunes y sus clichés y mecanismos dramáticos inherentes al género una auténtica oda al amor, la vida y las segundas oportunidades que, al contrario de lo que podrían sugerir su premisa y sus protagónicos, no entiende de generaciones.
Esto es posible gracias a la universalidad de unos temas perfectamente extrapolables a todo tipo de públicos que se hacen especialmente digeribles gracias al magnífico balance tonal entre el drama más amargo de algunos pasajes y la entrañable comicidad predominante, y a la intachable labor de un reparto que brilla con luz propia —magnífico Timothy Spall— soportando prácticamente la totalidad del peso del largometraje sobre sus hombros.
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Cabe remarcar que las buenas sensaciones, difícilmente mejorables, que transmite 'Bailando la vida', quedan ensombrecidas por sus ligeros altibajos rítmicos y la previsibilidad que envuelve varios de sus giros dramáticos, dejando un regusto a deja-vu tras su visionado; algo que queda instantáneamente diluido entre la sensación de felicidad que prevalece tras el visionado de esta soberbia feel good movie modélica.
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