Hay una cuestión indiscutible con respecto a 'Isla de perros': es, indudablemente, una película de Wes Anderson. Puede que determinados temas de su obra, como la presencia de sofisticados urbanitas de clase media-alta que llevan vidas en las que severos problemas de conducta se camuflan de neurosis cuquis (nada de esto es una crítica: el cine de Anderson es lo que es) no aparezcan por ningún lado, pero el noventa por cien del cine de Anderson es delirio estético, y de eso no anda falta 'Isla de perros'.
Y ese es precisamente uno de los mejores cumplidos posibles para una película de animación: 'Isla de perros' es solo estética, pero... ¡qué estética! Un stop-motion delicioso, muy preciso, que exprime todo el partido que se puede sacar de esa mezcla de hieratismo propio de las marionetas y la dinámica hiperexpresiva del propio lenguaje animado, la tendencia a la caricatura y al chiste físico y al tiempo, el uso de silencios, planos estáticos, composiciones de plano que parecen retablos peludos.
Es algo que solo está al alcance del cine de animación, esa reducción a la esencia de las cosas debido a la posibilidad de llegar a la economía expresiva máxima. Y aplicado al cine de Anderson, funciona a la perfección: ese hieratismo, como decimos, casi neurótico, aplicado a animales como los perros -que lejos de los cartoons clásicos, aquí tienen una expresividad de perro real, es decir, cómicamente limitada-, les da una personalidad única y arrebatadora.
Y cuando esos códigos gestuales se aplican a los humanos, tienen como fruto la creación de un mundo único, ni realista ni fantasioso, perfectamente acorde con ese futuro distópico que cuenta la película: uno en el que lo perros son portadores de una terrible gripe canina y hay que aislarlos en una isla. El dueño de uno de esos perros, un niño llamado Atari Kobayashi (Koyu Rankin), no soporta la ausencia de su cánido amigo y corre en su rescate.
'Island of Dogs' se pronuncia 'I love dogs'
Ese punto se esfuma en 'Isla de perros', una producción absolutamente sometida al criterio estético de Anderson, y que funciona como un artefacto único, de una poética personalísima, y a la vez de una belleza insólita. Podría decirse que, esta vez sí, Anderson ha encontrado la forma adecuada de canalizar sus obsesiones en un empaquetado matemáticamente perfecto.
Es cierto que quizás Anderson ha desarrollado en otras ocasiones personajes más sofisticados que el grupo de perros de 'Island of Dog', pero el demoledor carisma de las voces de Bryan Cranston, Edward Norton, Bob Balaban, Bill Murray, Jeff Goldblum, Greta Gerwig o Scarlett Johansson, entre muchos otros, equilibran esa simplicidad. Puede que no sean los personajes más carentes de tópicos de la carrera de Anderson, pero sus personalidades esquemáticas y efectivas funcionan a la perfección.
'Isla de perros' es una película necesaria. No solo es puro cine de autor y a la vez extraordinario cine de animación, sino que puede ayudar a que la industria perciba que necesitamos voces distintas en un lenguaje tan rico como este. Los triunfos de Pixar y Disney en sus campos son dignos de celebración, pero el hecho de que una historia orientada al público adulto y con una técnica de animación en desuso se perfile como una de las producciones imprescindibles del año (dentro y fuera del cine de animación) es un logro infinitamente más valioso.
Via:espinof
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