Manteniendo en cierta ocasión una interesantísima charla con un doctor en psiquiatría, este me reveló que, pese a la lógica tendencia asociarlo con conceptos como la calma y la tranquilidad, el silencio, bajo según qué tipo de condiciones, puede llegar a ser un elemento particularmente desasosegante capaz de alterar los estados mentales de una persona e incluso conducirla a la locura.
Sabiendo esto, no extraña lo más mínimo la capital importancia del uso y control del sonido en el cine de terror, alzándose como la herramienta más efectiva a la hora de generar reacciones tanto físicas como emocionales en el patio de butacas; ya sea jugando al exceso o, por el contrario, optando por enervar a los espectadores mediante una supresión de estímulos auditivos que les encierra en esa incómoda calma que precede a la tormenta.
Entre los fotogramas de 'Un lugar tranquilo', especialmente durante sus primeros compases, puede percibirse una batalla entre dos géneros que, finalmente, terminan abrazándose dando lugar a una combinación de lo más placentera. De este modo, el drama de personajes —la verdadera esencia del filme— y el cine de terror se abrazan, utilizando sus peculiaridades conjuntamente y siempre a favor de la historia para conseguir captar nuestra atención, sobreponiéndose al efectista planteamiento formal de la película.
El cineasta destaca de igual modo en su faceta como realizador, consiguiendo aportar un punto de belleza casi bucólica a la desolación del mundo en que se ambienta la obra, y ejecutando una puesta en escena que funciona por igual en los asfixiantes momentos dominados por la acción como en los pasajes más reposados e introspectivos; dando lugar a un peculiar cóctel que bien podría haber sido gestado a cuatro manos por dos mentes como las de M. Night Shyamalan y George A. Romero.
Por desgracia, el caprichoso libreto de 'Un lugar tranquilo' impide que el conjunto despegue para convertirse en el clásico de culto que parecía destinado a ser. La torpeza de sus protagonistas, la tónica que hace progresar el relato mediante la sucesión de Deus y Diabolichus ex-machina y algún que otro problema de supresión de la credibilidad en algunas escenas son problemas menores que quedan ensombrecidos por un clímax cuyo tono rompe por completo con la atmósfera íntima y terrorífica predominante; cerrando el filme con una guinda un tanto agridulce que corona un pastel delicioso de principio a —casi— fin.
Via:espinof
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