El pasado 2016, Fox marcó un antes y un después en el cine de superhéroes con la desternillante 'Deadpool', aportando un soplo de aire fresco a un subgénero excesivamente formulario y limitado por sus cánones autoimpuestos; algo que consiguieron a golpe de violencia explícita y un delicioso humor soez y referencial. Todo un éxito comercial cuya recaudación demostró que el público adulto también necesita su dosis de spandex y superpoderes.
Cuando se anunció que —obviamente— la aventura cinematográfica del Mercenario Bocazas tendría una segunda parte, lo único que todos los que disfrutamos de la cinta original podíamos pedir era que no se cambiase un ápice de la receta que nos cautivó, transformando la continuación en un "más de lo mismo, pero en mayores cantidades". Porque, si algo funciona, ¿por qué ibas a cambiarlo?
Con 'Deadpool 2', David Leitch —'John Wick', 'Atómica'— recoge el testigo de Tim Miller para traernos una secuela ultravitaminada y continuista que abraza el exceso sin contemplaciones. Un efectivo divertimento en el que las espectaculares secuencias de acción y las toneladas de carcajadas que provocan las ocurrencias de su protagonista luchan por destacar entre una autoconsciencia que le juega a la contra; haciéndola parecer prefabricada e, incluso, deshonesta en comparación con su predecesora.
La primera 'Deadpool' abrazó sin ningún tipo de complejo la irreverencia y el peculiar carácter del deslenguado personaje creado por Rob Liefeld. Elementos que utilizó para dar forma a una suerte de sátira dirigida en contra del sobresaturado cine superheróico, mofándose sin pudor de sus clichés, huyendo de las excesivas gravedades que habían invadido este tipo de producciones y entregándose en cuerpo y alma a divertir al patio de butacas con mucha mala leche y muy pocas pretensiones.
Esta continuación se ve atrapada en medio de una ardua batalla entre su intención de no traicionar a este espíritu simple, directo y provocador, y la aparente obligación de, innecesariamente, ofrecer al respetable un producto más complejo, calculado y "profundo" —nótese el entrecomillado—. Algo que, en última instancia, termina ahogando todo el potencial de 'Deadpool 2' en una maraña de esos tópicos sobre los que se esfuerza en ironizar.
Todo esto se traduce en un batiburrillo tonal que intercala los pasajes cómicos marca de la casa, tan cafres y tronchantes como de costumbre, con fragmentos dominados por un abundante componente dramático que se percibe ligeramente fuera de lugar y que intenta dotar al mercenario marvelita de una profundidad y un arco que, ni necesita, ni le sienta del todo bien.
El resultado es un viaje que, pese a lo disfrutable en términos generales y al buen funcionamiento de sus novedades, encabezadas por la genial pareja compuesta por Cable y Domino, se antoja mucho más irregular, frío y artificial que el ofrecido por el anterior filme; transmitiendo la sensación de que el honesto y desmelenado experimento de Tim Miller se ha convertido en un preciso engranaje en el que cada gag y cada set-piece están insertados en el relato siguiendo una plantilla que no se puede transgredir bajo ningún concepto.
Pero que todo esto no os preocupe, porque la esencia que ha convertido a Deadpool en uno de los personajes más queridos y celebrados por el fandompermanece intacta. Las rupturas de la cuarta pared, las salvajes carnicerías al ritmo de clásicos de la cultura pop, los chistes sobre genitales, parafilias y demás barbaridades, los guiños a otras producciones y un Ryan Reynolds que ha nacido para dar vida a Wade Wilson siguen estando ahí. Y esto tan sólo significa más diversión, más acción y más Regenerador Degenerado en estado puro... aunque esta vez puedan verse las costuras a kilómetros de distancia.
Via:espinof
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