Cómo 'Spider-Man: Un nuevo universo' ha conseguido capturar al fin lo que nos apasiona del superhéroe de Marvel
Nada hay tan obvio para un lector habitual de comics de superhéroes como que Spider-Man es un personaje al margen del resto de los héroes de la editorial. Nació como un proscrito, con unos orígenes moralmente discutibles y durante muchísimos años situado al margen de la ley, más cerca de un vigilante urbano, pero en el lado moralmente correcto. La visión de J.J. Jameson de la Amenaza Arácnida era también la opinión pública mayoritaria, y eso lo situó durante décadas en la cuerda floja, entre el abandono y la frustración, perseguido por aquellos a quienes juró defender.
Por supuesto, del mismo modo que Peter Parker no podía ser eternamente un universitario, Spider-Man no podía estar salvando la ciudad de Nueva York cada semana y que no cambiara la percepción pública sobre él. Poco a poco pasó de ser un paria a convertirse en el mismo símbolo de la heroicidad cotidiana, del mismo modo que el Capitán América lo es del abstracto sentir patriótico. Sin embargo, algo quedó en su imagen de aquel Spider-Man original, un superhéroe al margen del universo Marvel, alguien que intentaba que los Cuatro Fantásticos le ayudaran y éstos le recibían en el Edificio Baxter dándole una paliza, o que intentaba hacerse Vengador porque estaba sin blanca y todo eran suspicacias y malas caras.
Un poco de esa refrescante sensación de estar ante un personaje en un compartimento aparte se percibe en 'Spider-Man: Un nuevo universo', una película absolutamente ajena en tono y estética al resto de las películas de Marvel, por supuesto muy diferente de las de DC, pero también alternativa a las adaptaciones de Spider-Man vistas hasta ahora. Adaptaciones que aunque con mayor o menor grado de éxito captaban detalles del argumento eterno del personaje (la muerte del tío Ben y la picadura de la araña que no falte), de la estética (por supuesto el traje y los poderes, replicados siempre fielmente) y la atmósfera neoyorkina habitual, no dejaban nunca de ser películas de superhéroes.
Películas de superhéroes con su aplicación en formato
disfraz-y-poderes de las tramas del cine de aventuras de toda la vida.
Aunque 'Homecoming'
dinamitaba parcialmente esto con unas buenas dosis de sensibilidad
adolescente y despreocupación general que sentaban al personaje como un
guante, las versiones de Raimi y Marc Webb, pese a sus
indiscutibles hallazgos, estaban anquilosadas por el peso de ser,
precisamente, películas de superhéroes. Algo que en cierto
sentido chocaba con un personaje caracterizado por su ligereza (física y
de tono): siempre quedaba la sensación de que había algo que se le
escapaba a sus adaptaciones al cine.
'Spider-Man: Un nuevo universo': perfecto cómic en pantalla
Ese algo es la locura, la imprudencia, el amor por el riesgo que lleva implícito todo buen cómic. El dinamismo, el colorido, la imaginación, la posibilidad de fragmentar una página en treinta viñetas y luego abofetear al lector con una splash page, de saturarlo de onomatopeyas y diálogos y luego que se sucedan una treintena de páginas mudas. Jugar con los formatos, con la misma idea de que el lector tiene que voltear una página cada dos hojas, generando un cliffhanger físico cada pocos segundos. Es decir, entender que el cómic tiene su propio lenguaje, sus propias dinámicas igual que el cine tiene sus travellings, sus arcos narrativos, sus fundidos, sus créditos (y sus post-créditos).La película de Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman no necesita entrar en explicaciones de por qué todo es tan frenético, de por qué en este universo las cosas suceden porque sí, y es porque nos hemos liberado de la pesada losa del realismo, de esa que obliga a buscar complejos retruécanos psicologistas para justificar que un millonario huérfano se disfrace de murciélago. En los tebeos de superhéroes las cosas funcionan así, y 'Spider-Man: Un nuevo universo' participa de esa lógica ausencia de lógica, y por eso todo es tan maravillosamente ágil, arbitrario, y se puede permitir pasar desde el primer segundo a la aventura, la comedia y la sorpresa. No hay porqués: así son los superhéroes.
La cuestión es que, paradójicamentente, 'Spider-Man: Un nuevo universo' es una película extremadamente sutil en sus resortes dramáticos internos. En realidad, lo que resulta tosco es tener que encontrar móviles tan tópicos y vacuos como la venganza, el honor, el patriotismo o las promesas post-mortem para justificar un comportamiento heroico o malvado. En 'Un nuevo universo' nos creemos los comportamientos honestos y generosos de los héroes... simplemente porque se nos describen con sencillez y naturalidad, a base de escenas que les dibujan como gente honesta y generosa de forma creíble.
Esa sutilidad del guión también se demuestra en tantos y tantos
detalles que pasan por los peajes inevitables a las historias de
superhéroes clásicas (los orígenes de los protagonistas, lo bien
enfocado que está un tópico como la identidad de según qué villanos), y
también a las historias de superhéroes modernas. En ese último sentido, la
secuencia post-créditos es enloquecedoramente aguda, haciendo
referencia a un puñado de memes clásicos del personaje en tiempo récord, en un auténtico regalazo para fans resabiados de largo recorrido.
Por eso 'Un nuevo universo' no solo ha entendido los comics de Spider-Man mejor que ninguna otra adaptación previa: también ha comprendido a la perfección qué es lo que nos fascina de los tebeos de superhéroes, de sus dinámicas y de sus mitologías. Por un vez, la magia ha surtido efecto y está arrasando en taquilla. Un alivio, un milagro y una gran esperanza para el futuro.
Via:espinof
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