En una de las escenas de la nueva 'Muñeco diabólico', el protagonista y una pareja de amigos, todos adolescentes, ríen a carcajada limpia mientras ven 'La matanza de Texas 2'; quedándose perplejos con su excesivo tono, sus demenciales dosis de violencia y su grotesco —y tronchante, todo sea dicho— sentido de la comedia. Una pequeña instantánea que, más allá del a simple referencia cinéfila, se muestra como toda una declaración de intenciones.
Y es que este reboot, o remake —o actualización, llámenlo ustedes como quieran— del clásico de culto homónimo, gestado por Don Mancini y Tom Holland en 1988, abraza sin miramientos y con una deliciosa autoconsciencia los cánones del horror más festivo que se estilaban hace tres décadas; dando a Chucky y al universo que le rodea un lavado de imagen en clave tecnológica, acorde a los tiempos que corren, que contrasta con el espíritu añejo de la producción.
l resultado de esta peculiar combinación es una divertidísima e inteligente actualización de la saga que tiende plenamente la mano a los nuevos aficionados al género —nativos tecnológicos para los que las inteligencias artificiales y los asistentes personales son algo cotidiano—, mientras guiña un ojo al espectador veterano; enterrando cualquier conflicto generacional bajo el manto de un terror salvaje y jaranero que muchos echábamos de menos ver en salas comerciales.
Tendiendo puentes a cuchillazo limpio
Partiendo del afortunado —y espeluznante cuando se ve en movimiento— rediseño de Chucky, que combina los predominantes efectos prácticos de la vieja escuela con una ligera capa de CGI, 'Muñeco diabólico' tiende unos puentes entre dos épocas que se ven reforzados por la solvente puesta en escena de Klevberg; tan efectiva cuando se vuelca en desarrollar la trama de un modo orgánico, como sobre todo, en los inquietantes pasajes dedicados plenamente al suspense.
Si algo hay que exigirle a cualquier remake que se precie, eso es una vuelta de tuerca al planteamiento del referente que ofrezca un ángulo novedoso y coherente. En este caso, hay que aplaudir la apuesta del guionista Tyler Burton Smith por construir un relato que, pese a no explotar plenamente las posibilidades su propuesta, articula un ácido discurso tecnológico que no cae en paternalismos ni moralinas baratas, dando forma al mejor episodio de Black Mirror que podamos concebir.
Via:espinof
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