Así ha evolucionado 'Muñeco diabólico' en ocho películas: del clásico del slasher a su sorprendente remake
El reboot de 'Muñeco diabólico' supone un definitivo punto y aparte para una serie que se ha prolongado a lo largo de tres décadas, siempre continuándose entre sí en lo argumental, hasta el punto de incluso respetar el paso del tiempo real. MGM ha decidido dar carpetazo a la versión del muñeco que Don Mancini ha desarrollado a lo largo de estos años y prescinde por primera vez de la voz del carismático Brad Dourif para dar vida a Chucky, sustituido en esta nueva versión por un también estupendo Mark Hammill.
Sin embargo, la saga original de 'Muñeco diabólico' está llena de hallazgos: desde una trilogía original más o menos fiel a las reglas de los psycho-killers a la sarcástica dupla con familia disfuncional de látex, pasando por dos últimas e inesperadas entregas, un par de monumentos metarreferenciales que son toda una celebración para los fans de la saga. Y llegando, por supuesto, a la nueva entrega, que da un volantazo en los orígenes e intenciones de Chucky, y le inyecta una nueva dosis de mala baba muy apropiada para la era de la hiperconectividad.
Las revisamos todas en una lista que quiere ser tu amiga ("Hi-de-ho!") hasta el final o hasta donde le dejes. No olvides la caja de herramientas y comprueba que las pilas están incluidas.
Muñeco diabólico (1988)
De hecho, el género slasher se había agotado en su derivación inicial de asesino en campamento juvenil e introducía la fórmula sobrenatural para acercarse a Elm Street y justificar secuelas sin fin. El argumento de 'Muñeco diabólico' abraza desde los mismos títulos de crédito el componente fantástico con la historia de un asesino en serie, Charles Lee Ray (Brad Dourif), perseguido por un policía (Chris Sarandon) y que gracias a un conjuro de magia negra transfiere su alma a un muñeco de moda en una juguetería.
El resto de la película juguetea con un peculiar giro de las convenciones de las historias de muñecos maléficos: el espectador sabe, sin ningún lugar a dudas, que el muñeco que recibe como regalo el pequeño Andy (Alex Vincent) está poseído.
Las dudas con las que juegan otras películas del género son eliminadas
de un plumazo, lo que hace que también se pierda la atmósfera de
pesadilla o la falta de contacto de la realidad de películas como
'Trilogía de terror' o el episodio 'The Living Doll' de 'The Twilight
Zone', confesos precedentes del guionista Don Mancini.
Este tono, derivado de la raíz policiaca del enfoque, fue un afortunado volantazo conceptual que lo alejó de la primera idea de Mancini, un guión titulado 'Blood Buddy', mucho más tópico, donde Chucky ejecutaba las órdenes subconscientes de Andy. 'Blood Buddy' mantenía hasta el final la duda de quién era el asesino en realidad. La primera reescritura, del estimable y poco prolífico John Lafia, suavizaría la personalidad del niño, reorientando la película en la dirección actual.
Aún así, el guión de Lafia sería notablemente recortado para reducir la presencia de Chucky y buscando un efecto a lo 'Tiburón', es decir, que el monstruo fuera aterrador por lo poco que se le viera. Entre las escenas que se cayeron del guión estaban un ataque inicial de Charles Lee Ray a una mujer (excelente idea el empezar, en los mismos créditos, con el ritual en la tienda de juguetes), Andy contando detalles a Chucky sobre su padre desaparecido y un final mucho más extenso, con un enfrentamiento que incluía un coche teledirigido con un cuchillo y un soplete de productos corrosivos.
Muñeco diabólico 2 (1990)
Ya en el arranque de los noventa, 'Muñeco diabólico' generó una secuela que no fue producida por United Artists, ya que ésta fue adquirida por una compañía que no estaba interesada en producir terror (y que es por lo que algunas ediciones domésticas del film no incluyen la primera parte). Una puja de los derechos llevó la franquicia a Universal, que inyectó unos pocos millones extra en el presupuesto, hasta llevarlos a 13 para que las apariciones de Chucky fueran más abundantes y creíbles, ya completamente en la onda del estilo Krueger.El resultado es indiscutiblemente más comercial que la primera entrega, especialmente en la estructura de su guión, que sigue las directrices de un psycho-killer al uso: aquí, Chucky es reconstruido porque así es como funciona el capitalismo, y de nuevo bajo la personalidad de Charles Lee Ray persigue a Andy -ahora dando tumbos por casas adoptivas, ya que ha sido separado de su madre- para poder salir del cuerpo del muñeco Good Guy.
Pero la película también rebosa detalles muy interesantes de humor, con un punto reflexivo y metarreferencial, y que van desde los soberbios títulos de crédito, que muestran la reconstrucción de un Good Guy, a la propia idea del psycho-killer como parte de una cadena de montaje. Todo hasta llegar a la conclusión, en una fábrica de juguetes donde los cientos de cajas de muñecos como Chucky dan pie a un decorado a medio camino entre lo onírico y lo post-industrial, generando una de las mejores secuencias de la saga.
El resultado oscila entre la secuela al uso que sigue las reglas del juego, y una segunda parte decidida a distanciarse de su precedente y con destellos de inventiva muy interesantes. John Lafia, que reescribió el guión de la primera entrega, se sentó aquí en la silla de director mientras que Mancini asumía toda la responsabilidad del texto. La combinación de talentos no arrojó malos resultados: extraña a su manera, decididamente divertida y con algunos de los mejores efectos de la serie (como en la matanza final, con plástico derretido y maquinaria industrial) 'Muñeco diabólico 2' es imprescindible para los devotos de la franquicia.
Muñeco diabólico 3 (1991)
Esta vez, un Andy ya adolescente es enviado a una academia militar. Chucky es, de nuevo, revivido por accidente, y el muñeco irá en busca de su antiguo dueño, como siempre intentando salir de su cuerpo. Un punto de partida algo perezoso pese a lo atractivo del entorno militar y las posibilidades como decorado para un slasher al uso, y cuyo principal atractivo es sin duda la transformación de Chucky en estrella total de la función, con efectos animatrónicos muy interesantes aunque menos sofisticados que los de la segunda parte.
Las prisas para estrenarla sin duda repercutieron en un guión que a menudo funciona con el piloto automático (con los asesinatos de algunos de los militares planteados de forma algo rutinaria), e impidieron que Mancini desarrollara una idea estupenda: que hubiera varios Chuckys poseídos simultáneamente, reciclada en 'Cult of Chucky'. En cualquier caso, 'Muñeco diabólico 3' perduró como la entrega más convencional de la franquicia, pero disfrutable como un slasher del montón, derivativo pero divertido sobre todo en su tramo final, en un tren de la bruja (literal) tan memorable como insensato.
La novia de Chucky (1998)
Mancini y Kirschner acordaron olvidarse en esta entrega de Andy, y se centraron en las peripecias del propio Chucky, que aquí encuentra una compañera a su altura. En este caso, Tiffany (Jennifer Tilly), una desequilibrada asesina que tuvo una relación en su día con Charles Lee Ray. Tras devolver a Ray al cuerpo del muñeco Good Guy, ya lleno de remiendos y cicatrices, ella misma acaba en el cuerpo de una muñeca, y juntos intentarán, engañando a unos adolescentes fugados, recuperar su presencia corpórea original.
El sello de Yu se percibe a ratos en la película, pero sobre todo en el tramo final en el cementerio, absolutamente onírico y que parece salido de una de las películas de fantasmas del director. El resto se mueve por cauces más o menos conocidos en lo visual, con ocasionales alardes pero sin estridencias, lo que acaba cuajando, paradójicamente, en una de las entregas por las que peor ha pasado el tiempo. Su irritante reparto juvenil, su estilo visual reverente a las reglas de moda de entonces dan como fruto una película divertida, pero algo caduca.
Sin duda, 'La novia de Chucky' triunfa más en el terreno del terror grotesco y sanguinolento que cuando se centra en el chiste autorreferencial. Los últimos compases de la película (literalmente: el ultimísimo giro) podrían haber sido concebidos por un Henenlotter o un Larry Cohen desfasado, y la secuencia de sexo entre los muñecos es un buen revulsivo por la vía del delirio para el limpísimo cine de terror de la época. Lo cierto es que Jennifer Tilly está divertidísima y muy entregada a su necio personaje, y el conjunto es moderadamente salvaje y rompedor, pero el conjunto da la molesta sensación de que tras cada línea de diálogo, Chucky hace una pausa para que el espectador se ría.
La semilla de Chucky (2004)
Aunque 'La novia de Chucky' y 'La semilla de Chucky' se entienden como dos películas sucesivas y muy relacionadas entre sí, lo cierto es que entre ambas pasaron seis años, casi los mismos que entre las mucho más escalonadas estilísticamente 'Muñeco diabólico 3' y 'La novia de Chucky'. Pero la idea de la película estaba sobre la mesa desde el mismo momento en el que se certificó que la historia del romance entre Chucky y Tiffany había sido un éxito.Para entender la diferencia de tono entre 'La semilla de Chucky' y su precedente, basta con acudir a sus referentes: si la de 'La novia...' era 'La novia de Frankenstein', la de 'La semilla...' es 'Glen of Glenda', pieza clave del cine de Ed Wood Jr. que Mancini usó para hablar de disforia de género a través del hijo de Chucky y Tiffany. La película fue descartada en su momento por Universal por ser "demasiado gay", y Focus Features -que buscaba una película que prolongara el éxito de 'Cabin Fever'- asumió la producción años después.
'La semilla de Chucky' tiene un tono más venenoso y menos complaciente que su predecesora (la presencia de John Waters en un espléndido papel secundario es reveladora), y le sienta estupendamente el no tener que rendir pleitesía a las modas imperantes en el cine de terror. El propio Mancini se encarga de la dirección y el resultado es una de las películas más personales y extrañas de la serie: el personaje de Glen (o Glenda) no siempre funciona bien como réplica de Chucky y Tiffany, pero la metaficción de una Jennifer Tilly absolutamente estúpida haciendo lo que sea por un futuro papel de Virgen María tiene como resultado una sátira del mundo del cine mucho mejor encaminada que los chistes paródicos de 'La novia de Chucky.'
La maldición de Chucky (2013)
Cuando ya nadie daba demasiado por la franquicia, ésta recibió un impulso inesperado gracias a la devoción que Mancini tiene hacia su propia criatura. Consciente de que con el recurso del humor y la autoparodia había dirigido a Chucky hacia un callejón sin salida, planteó una revitalización de la saga devolviéndola a sus orígenes. La idea inicial, de la que se habló en 2008 por primera vez, era la de hacer un reboot y recuperar el tono inquietante de la película inicial, con Chucky como letal secundario en la sombra.Después de dimes y diretes durante unos años, y tras el fracaso en taquilla de propuestas como el reboot de 'Pesadilla en Elm Street', la criatura resultante fue otra. La produjo Universal con un magro (pero muy bien aprovechado) presupuesto de 5 millones de dólares y la destinó al mercado doméstico: 'La maldición de Chucky', que durante años fue conocida como 'Revenge of Chucky'. Se trata de una secuela con todas las de la ley, que continúa a grandes rasgos la trayectoria de posesiones de mucñecos de Charles Lee Ray, pero volviendo al tono misterioso de la primera entrega.
Infinitamente más sutil que 'La novia...' y 'La semilla...', pero muy consciente de que trata con material mítico, 'La maldición de Chucky' es un singular y muy divertido grand-guignol gótico (la mansión como escenario y la parálisis de Nica son elecciones de guión tan arbitrarias como clásicas y acertadas), con estructura de ficción a lo 'Quién es el asesino'... aunque todos sabemos quién es el asesino. El guión y la realización de Mancini juegan continuamente a fingir que mantienen el suspense, pero a la vez son conscientes de que todos sabemos cuál es el secreto de la película.
Apoyada en excelentes interpretaciones (Fiona Dourif es, quizás, la
mejor actriz que ha participado a la franquicia, en una elección de
casting inquietante -el parecido físico con su padre es pasmoso- pero
afortunadísima), 'La maldición de Chucky' juguetea con la atmósfera, el gore ocasional y muy bien ejecutado, y las expectativas del espectador.
La reformulación física de Chucky funciona, y los efectos animatrónicos
son modestos pero adecuados a esta nueva/vieja visión del personaje.
Una afortunada revitalización, quizás no tan borrón y cuenta nueva como
le hubiera gustado a Mancini, pero francamente refrescante.
Cult of Chucky (2017)
En la conclusión de 'La maldición de Chucky' (y una secuencia post-créditos), se trazaba de forma inesperada un puente con el resto de la franquicia, atando cabos sueltos con tono despreocupado e ingenioso. También se detectaba cierta voluntad de serializar la saga y darle un sentido común a toda la historia, lo que es un auténtico sinsentido, teniendo en cuenta la variedad de tonos, ambientaciones y personajes por las que ha pasado.'Cult of Chucky', debido a su naturaleza derivativa y a la pérdida del factor sorpresa, se sitúa un escalón por debajo de su inmediata predecesora, pero conserva muchos de sus elementos clave, aparte del regreso de Fiona Dourif, aquí algo menos inquietante y más enloquecida. El principal es el empleo de un solo escenario, allí la mansión y aquí un sofisticado sanatorio mental, que da un aire casi futurista y aséptico al entorno, aunque esta sea una de las entregas más perversas e insanas de la saga.
También es, sin embargo, una entrega inusualmente cuidada en lo visual. Algunos de los crímenes, tanto desde el punto de vista estético (la muerte de la paciente paralizada con sedantes) como en el uso de una violencia refinada y brutal, son comparables a los de producciones que quintuplican en presupuesto a 'Cult of Chucky'. Es asombroso que Universal haya destinado estas producciones al mercado doméstico: es cierto que son derivativas y están concebidas por y para fans, pero la intensidad de sus imágenes y su relativa originalidad está fuera de toda duda. Aún así, 'Cult...' vuelve a llegar a un nuevo callejón sin salida: lo enrevesado y demencial del argumento obligó a dar un giro a la serie.
Muñeco diabólico (2019)
Dejando aparte el feo detalle de que no se haya contado con Mancini ni siquiera de forma testimonial, lo cierto es que esta reformulación de la primera 'Child'd Play' funciona francamente bien: como en la primera entrega, una mujer soltera y de limitados recursos (sensacional como siempre Aubrey Plaza, que inyecta inesperados humor y humanidad en el papel de la atribulada madre de Andy) consigue para su hijo (Gabriel Bateman) y por vías no oficiales un muñeco que es la sensación de momento.
El cambio radical que presenta este nuevo 'Muñeco diabólico' es que aquí no tenemos una entidad malvada poseyendo un cascarón aparentemente inofensivo, sino un objeto que ya lleva el mal de fábrica. Se trata de un dispositivo inteligente al que se le han eliminado (en un prólogo ridículamente efectivo) todos los límites de vocabulario y comportamiento, lo que hace que este muñeco Buddi se comporte como un auténtico asesino cuando no termina de cumplir con la función para la que ha sido programado: ser el mejor amigo posible.
Niños que sustituyen a sus padres por tecnología punta, cámaras y sistemas de vigilancia horriblemente normalizados en el día a día, consumismo en serie para suplir las carencias más elementales... 'Muñeco diabólico' subraya la modesta vida que llevan Andy y su madre para que contraste con lo banal y ostentoso de la llegada de la nueva tecnología a su casa, y lo hace en un entorno de humor, guiños a los ochenta (de las películas de robots asesinos a los grupos de niños enfrentándose a criaturas del averno) y, por supuesto, con la magnífica labor de Mark Hammill como voz de Chucky, que impide que se eche demasiado de menos a Brad Dourif.
Este nuevo Chucky ya ha arrasado en taquilla, por lo que cabe esperar nuevas entregas del Buddi de aspecto alienígena, formulado como una versión perversa de 'E.T. el extraterrestre'. Y Mancini sigue por su lado, con una serie que esperamos que prosiga con el alto grado de complicidad y autoconsciencia de la saga madre. Sabemos que Chucky no puede morir, pero es agradable que los hechos lo confirmen de forma incansable, película tras película.
Via:espinof
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