'Capone' es una delirante pesadilla febril: Josh Trank resurge de sus cenizas junto a un Tom Hardy inmenso
Resulta harto complicado intentar describir la carrera de Josh Trank en pocas palabras. Después de todo, no es habitual presenciar cómo un cineasta de tan sólo 27 años sale airoso de su primer largometraje de la mano de un gran estudio; pero el caso del found footage superheróico 'Chronicle' fue poco menos que un milagro de bajo presupuesto y gran osadía.
Con su célebre —por los motivos equivocados— '4 Fantásticos', el californiano descubrió la cara b de un sistema hollywoodiense en el que las decisiones creativas están supeditadas al negocio, y en el que las ataduras contractuales están a la orden del día. Un desencanto que le hizo plantearse abandonar sus aspiraciones fílmicas.
Cinco años después de tocar fondo, Trank ha roto las cadenas que le ataban a la industria para volver al ruedo con una libertad plena y asombrosa en 'Capone'; un largometraje a medio camino entre la catarsis personal y el experimento demencial que transforma en una grotesca pesadilla febril los últimos días del legendario gángster italoamericano.
Plena libertad
No hay más que centrar la atención sobre el imposible cóctel de géneros sobre el que se edifica la función para percatarse de que estamos frente a una cinta única en su especie. En ella, el drama biográfico más tradicional se abraza con el terror y una suerte de comedia negra como el carbón, tan extravagante que no deja clara su voluntariedad.
Aunque 'Capone' sea especialmente solvente en cuanto a forma y narrativa respecta, no sorprende lo más mínimo que encuentre en Tom Hardy su máximo reclamo. El británico, previa sesión de caracterización, realiza una labor inmensa como Scarface escudado en un amplio repertorio de gruñidos y onomatopeyas, en el dominio del lenguaje corporal y en una improvisación que acaba colindando lo caricaturesco y lo surrealista.
Tras conseguir salir del largo estado de estupefacción en el que me han sumido los 110 minutos de 'Capone', no puedo menos que celebrar el regreso de Josh Trank al más puro estilo ave fénix. No cabe duda de que el resultado dista mucho de la perfección, y que el pleno control del autor sobre esta rareza la ha terminado convirtiendo en un producto difícil de digerir; pero esta avalancha de excesos ha hecho que me empape de toda la pasión y el riesgo de su máximo responsable. Y eso es algo que merece todos los elogios del mundo.
Via.espinof
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