'Nadie' es mucho más que tiros y huesos rotos: un soberbio espectáculo de acción que retrata con acidez la crisis de la mediana edad
Como espectador compulsivo de cine en una época en la que el factor sorpresa se ha convertido casi en una anomalía, y tras años añadiendo títulos a mi cada vez más nutrida lista de visionados, encuentro pocas cosas mas gratificantes que el hecho de enfrentarme a un largometraje con unas ideas preconcebidas para que, sin esperarlo, termine subvirtiendo por completo —y para bien— mis expectativas.
Esto es, precisamente, lo que ha conseguido la magnífica ‘Nadie’. Desde que pudimos ver su primer tráiler, la nueva película de Ilya Naishuller tras ‘Hardcore Henry’ invitó a muchos —entre los que me incluyo— a pensar en una suerte de versión apócrifa de la saga ‘John Wick’. No obstante, pese a compartir buena parte de las bases de su código genético —de hecho, comparten a Derk Kolstad como guionista—, el parecido termina siendo únicamente tangencial.
En última instancia, este diamante en bruto va mucho más allá de las set pieces de rigor que se esperaban de él; desplegando frente al patio de butacas 90 minutos concisos, lúcidos y realmente espectaculares. Una hora y media que retrata con exquisita acidez la crisis de la mediana edad en una especie de ‘American Beauty’ cargada hasta los topes de sangre, pólvora, metralla y un encanto únicamente equiparable al arrollador carisma de su estrella principal.
Ven por las pilas de cadáveres, quédate por su salvaje inteligencia
Aunque pueda parecer una película de acción con un trasfondo y un discurso relegados a un segundo término, ‘Nadie’ es en realidad una dramedia que adereza su existencialismo con pilas de cadáveres. Una pequeña y brillante anomalía que deja clara su condición durante su primer par de minutos, en los que condensa la rutina del protagonista a golpe de montaje y que, en manos de otro equipo responsable, probablemente hubiese terminado ocupando un tedioso primer acto.
Esta hábil maniobra es sólo la primera muestra de una exhibición narrativa inusitadamente certera y que dedica buena parte de su tiempo a lo verdaderamente importante en una producción de cualquier tipo: construir, dar vida y desarrollar a un personaje redondo. Un maestro de ceremonias con que establecer una relación de empatía que, en este caso, es instantánea gracias, en parte, a un Bob Odenkirk que hace de cada pequeña mueca y de cada mirada una declaración de intenciones.
Haciendo gala de un tono marcado por una comedia más corrosiva de lo aparente, siempre presente pero en absoluto intrusiva, y que se infiltra en el metraje distanciándola de sus homólogas, ‘Nadie’ despliega una lectura lectura sobre las obligaciones familiares impuestas por las convenciones sociales, y sobre esa falsa necesidad de reprimirnos y adaptar nuestra vida a lo que se espera de nosotros y no a lo que realmente deseamos ser. ¿Simple? Puede. ¿Efectivo? A espuertas.
Todos llevamos dentro un Mitch Mansell en potencia, y Naishuller, plenamente consciente de ello, exprime hasta la última gota de este vínculo con su protagónico para que, cuando la violencia termina desatándose sin cuartel no nos despeguemos de él un sólo segundo; lo cual enriquece aún más si cabe unas secuencias de acción a la vanguardia del medio y que no tienen nada que envidiar a sus competidoras.
Distanciándose del espíritu ultraestilizado de las peleas de 'John Wick' y de las complejas coreografías de 'The Raid' y demás hits indonesios, las brutales —y artesanales— set pieces de ‘Nadie’, envueltas por un halo de autoconsciencia, están marcadas por la sobriedad formal, por la ausencia de artificios, por un trabajo de cámara y planificación impecable, y por el empleo del corte limpio y preciso como herramienta principal al servicio del espectáculo.
Si a este conjunto le añadimos una dirección de fotografía de primer nivel que no debería pasar desapercibida bajo ningún concepto, cortesía del DOP de cabecera de Ari Aster, Pawel Pogorzelski, y una selección musical rebosante de clásicos del blues, el soul o el swing; ‘Nadie’ termina trascendiendo a su espíritu lúdico para adoptar la forma de gran cine al que apreciar libre de prejuicios. Porque, sí, puede que ya la hayas visto antes... pero nunca de esta manera.
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Via:Espinof
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