Tras la Palma de Oro que logró por ‘The Square’, el cineasta sueco entra en el club de las dos palmas con ‘Triangle of Sadness’, una feroz sátira sobre las desigualdades en el mundo capitalista.
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Protagonista de la ‘Trilogía del trabajo’ de Stephane Brizé –en la que se diseccionaban las miserias de la sociedad capitalista–, el actor francés Vincent Lindon ha demostrado en numerosas ocasiones su implicación en la lucha contra la desigualdad y la intolerancia. Pues bien, ahora, desde la presidencia del jurado de Cannes, el actor de ‘Titane’ ha querido enviar un mensaje de marcado acento sociopolítico premiando un conjunto de películas comprometidas con la denuncia de las injusticias que golpean la realidad actual. Es en esa clave que debe entenderse la Palma de Oro lograda por Ruben Östlund gracias a ‘Triangle of Sadness’, premio con el que el cineasta sueco entra en el selecto club de los ganadores de Cannes por partida doble, formado por figuras de la talla de Francis Ford Coppola, Shohei Imamura, Ken Loach o Michael Haneke (cabe recordar que la primera Palma de Oro de Östlund, por ‘The Square’, se la concedió, en 2017, un jurado presidido por Pedro Almodóvar).
La fuerza política del discurso de Ostlünd no deja lugar a equívocos, ya que la feroz sátira de ‘Triangle of Sadness’ carga las tintas contra la banalidad e hipocresía de la clase burguesa (representada, en la primera parte del film, por el mundo de la moda). Luego, en el segundo acto, la película se convierte en una circense caricatura de la vida en un yate de lujo, en el que un grupo de pintorescos comensales, desde comerciantes de armas a oligarcas rusos, cumplen con los ridículos rituales del privilegio. Ostlünd emplea la brocha gorda para cargar contra sus indolentes e irrespetuosas criaturas, a las que somete a una escatológica terapia de shock. La película podría verse como una relectura de ‘El ángel exterminador’ de Luis Buñuel si no fuese por el profundo desprecio que el cineasta siente por sus personajes, algo que no le permite ahondar en sus aparentes sufrimientos.
En el resto del palmarés también abundaron los films con un fuerte discurso político. Así, los hermanos Dardenne, que también cuentan con dos Palmas de Oro en su haber, se llevaron el Premio Especial del 75 aniversario de Cannes por la estimable ‘Tori et Lokita’, retrato de la ardua odisea vital que deben sobrellevar una adolescente y un niño, inmigrantes africanos, que intentan sobrevivir en la Bélgica actual sin que ella pueda regularizar su situación laboral. Por su parte, el cineasta sueco de origen egipcio Tarik Saleh se llevó el Premio al Mejor Guion por la transparente ‘Boy From Heaven’, un thriller de misterio, heredero de ‘El nombre de la rosa’, que denuncia la infiltración del poder político en las instituciones eclesiásticas egipcias.
El impulso político del jurado alcanzó incluso a los premios actorales. Así, el galardón a la Mejor Actriz fue para la iraní Zar Amir Ebrahimi, que en la maniquea ‘Holy Spider’ de Ali Abbasi interpreta a una reportera convencida de la connivencia entre un asesino de prostitutas y las esferas de poder del estado iraní. Del lado masculino, el galardón fue a parar al extraordinario actor surcoreano Song Kang-ho (conocido por ser el protagonista de ‘Parásitos’), que en ‘Broker’ del japonés Hirokazu Koreeda humaniza la figura de un traficante de bebés. La tarea, sobre el papel, parece imposible, pero Song consigue la proeza exprimiendo su bonhomía relumbrante.
El discurso de corte social también tiene un peso crucial en una de las dos ganadoras del Gran Premio del Jurado: ‘Close’ del belga Lukas Dhont. En la nueva obra del director de ‘Girl’, se retrata, con enorme sensibilidad, la difícil experiencia de dos niños cuya intensa amistad se ve resquebrajada cuando algunos compañeros y compañeros de instituto les reprochan el comportarse como una pareja gay. La otra ganadora del Gran Premio del Jurado, ‘Stars at Noon’ de Claire Denis, fue de las pocas obras del palmarés que escaparon a las formas más tradicionales del cine social. Autora de ficciones alusivas y esquivas, Denis compone aquí una obra entre el cine de espionaje y el noir, donde el extravío existencial de su protagonista –una Margaret Qualley atrapada entre el deseo de supervivencia y el amor fou– pesa mucho más que el contexto sociopolítico, marcado por los intereses yanquis en Centroamérica.
Por último, cabe destacar las dos películas que compartieron el Premio del Jurado del festival. Por un lado, ‘Eo’ de Jerzy Skolimowski representa un tipo de cine radical, antinarrativo, que tuvo poco espacio en la programación de Cannes (‘Pacifiction’ de Albert Serra fue la otra excepción a la regla). En ella, el cineasta polaco plantea un homenaje en clave modernizadora de ‘Al azar Balthasar’ de Robert Bresson, un viaje de seguimiento de la figura de un burro sobre el que va recayendo toda la crueldad y el sinsentido del comportamiento humano. Y luego está ‘Le otto montagne’, en la que Charlotte Vandermeersch & Felix Van Groeningen reflexionan sobre las fuerzas y flaquezas del ser humano con los imponentes escenarios del Valle de Aosta como imponente telón de fondo.
Fotos/Via:Fotogramas
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