'El otro lado' es la reinvención definitiva de Berto Romero en una mezcla alquímica de terror y comedia que funciona casi a la perfección | Festival de San Sebastián 2023


 Nadie quiere sentirse encasillado. Quizá por eso Charlie Chaplin trató de dar un vuelco a su carrera rodando ‘Una mujer de París’, Bruce Willis decidió dejar su puesto como galán romántico para probar suerte en ‘La jungla de cristal’ y Bob Odenkirk dejó de lado su pasado gamberro en ‘Mr. Show’ para descubrir su poder como actor dramático en ‘Better Call Saul’. Ahora es Berto Romero el que ha decidido driblar a la audiencia haciendo volar por los aires a su personaje de los últimos 25 años (él mismo) gracias a ‘El otro lado’, una serie valiente, acertada… e irregular.

El terror llama a su puerta

Berto se aburrió muy pronto del slice of life en ‘Mira lo que has hecho’, y tras una temporada de humor blanco sobre la paternidad decidió que lo que le apetecía de verdad era darle la vuelta a la narrativa y a lo que se esperaba de él. A lo largo de las dos temporadas siguientes reflexionó sobre su existencia, habló sobre la pérdida e incluso tuvo tiempo de hacer un experimento meta sobre él mismo y la propia serie que mostraba algo que ya esperábamos aquellos que le seguimos desde sus inicios. Era la confirmación de que tras Berto vemos algo más que un fantástico humorista o el compañero inefable de Andreu Buenafuentehay un narrador de primera dispuesto a tomar riesgos.

‘El otro lado’ es la confirmación de este riesgo. La serie es una mezcla de géneros metidos en una batidora que une el terror con la comedia y añade una pizca de drama y amargor. Podría haber sido un desastre pero durante la mayor parte de sus episodios funciona a las mil maravillas. Y es que el equipo ha tenido la gran inteligencia de no convertir cada escena terrorífica en el festival de la risa o en una parodia al estilo ‘Scary movie’: cada vez que Nacho, el personaje de Berto, ve un hecho paranormal, este se muestra crudo, eliminando cualquier retazo de comedia. Y con ello, consigue lo imposible: que nos tomemos en serio a sus protagonistas.

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Uno pensaría que una serie con Berto y Andreu luchando contra los espíritus va a ser un no parar de reír, pero el público que espere dolor de tripa de las carcajadas va a llevarse un chasco similar al del público de 1999 cuando se metió a ver ‘Muertos de risa’. Te vas a reír desde el primer minuto, sí. A veces con sinceridad, a veces con nerviosidad, normalmente con cierto amargor… Pero normalmente la risa se te va a congelar en la cara. Y en ningún momento intenta convencerte de lo contrario: en su primera escena, Nacho, en la bañera, ensaya las distintas maneras de cortarse las venas para comprobar cuál es más dramática cuando le pillen. Amargor, acidez, humor negro y un personaje complejo. Nadie puede decir que ‘El otro lado’ no avisa de lo que está por llegar.

Nadie bromea nada (no mucho, al menos)

La serie brilla con luz propia en su parodia de los programas de parapsicología y, más concretamente y de forma muy subrayada, de ‘Cuarto milenio’, calificado como “el programa que dice lo que otros no se atreven” y que está presentado por un antiguo compañero de nuestro protagonista interpretado por Nacho Vigalondo totalmente en su salsa. Curiosamente, la sorna de la serie no dispara a bocajarro contra todos los investigadores mediáticos de lo paranormal, sino que incluso llega a tratarlos con respeto y veracidad.

Berto

Es el caso del Doctor Estrada, o sea, Andreu Buenafuente, un espíritu que acompaña a Nacho en sus pesquisas y que, pese a que tiene los mejores one-liners de todo el guion, nunca es cuestionado en su estudio del más allá. Sí, claro que hay bromas aquí y allí, pero el guion no niega la existencia de espíritus ni se dedica a hacer un ‘Abbott y Costello contra los fantasmas’, como me comentó Berto en la entrevista que pude hacerle en San Sebastián. Es más bien una crítica subyacente continua al sensacionalismo de los oportunistas que sobrevuela los episodios de una serie que podría haber sido más ácida y más sarcástica. Pero, simplemente, no le apetece. No es lo que quiere ser. Y eso es perfecto.

Por supuesto que tenemos gags marca de la casa (la discusión sobre corrección política en el bar, los comentarios pasados de moda de Andreu, etcétera), pero es una serie que nace con la vocación de ofrecer un entretenimiento opuesto al vodevil. Quizá demasiado: en su afán por reducir la comedia, hay episodios donde esta no termina de funcionar entre las escenas de terror. Especialmente se nota en unas escenas paralelas de flashback que narran el primer gran caso de Nacho y su compañero. Y, pese al esfuerzo por representar los años 90 televisivos, nunca terminan de funcionar y se notan faltas del carisma que sí subyace del resto de la serie.

La niña milagrosa

Por más que los momentos desarrollados en la actualidad funcionen como comedia y como terror casi como un reloj, lo cierto es que la fórmula no consigue repetirse en el caso paralelo que muestra cómo ambos colaboradores consiguieron su estatus actual. Este caso podría ser interesante, pero tarda en arrancar y está casi totalmente desprovisto de humor, sintiéndose irremediablemente como unos deberes de obligado cumplimiento para poder disfrutar de la parte realmente carismática. ‘El otro lado’ no necesitaba tantas explicaciones y, realmente, rompe un poco el innegable carisma del resto del metraje.

Un carisma, por cierto, aupado por un reparto magnífico, donde destaca con luz propia Andreu Buenafuente, capaz de interpretar a la perfección un papel mucho más serio del que nos tiene acostumbrados (y en el que ha bajado al mínimo el humor físico, consiguiendo, paradójicamente, devolver las líneas mejor tiradas del guion). Junto a él, Ramón Barea, Nacho VIgalondo, Eva Ugarte y María Botto están disfrutando con el proyecto tanto como el propio Berto Romero, que sale triunfal del experimento demostrando su versatilidad no solo como cómico y creador, sino también como intérprete.

‘El otro lado’ culmina la transformación de Berto en uno de los creativos audiovisuales españoles más importantes y sagaces de los últimos tiempos, un alma libre que siempre busca, casi por instinto, su siguiente evolución. Pudiendo haber pisado sobre seguro convirtiendo su nueva serie en un carrusel de la risa repleta de bromas estridentes, sketches y parodias (ojo: hay un poco de todo), ha decidido tomar un riesgo que define bien a la persona: un punto medio entre el terror y la comedia que se toma en serio (y en broma) solo lo necesario, encontrando una virtud exacta que a veces se desborda por alguno de los dos lados, pero enseguida vuelve a encontrar su cauce. Reducir a Berto a “el compañero de Andreu” en pleno 2023 es un error catastrófico: haríamos bien en seguir cada uno de sus movimientos a partir de ahora, porque su etapa de madurez artística promete quedar para el recuerdo.

Texto:Randy Meeks

Foto/Via. espinof

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