'Halo', la temporada 2 de la segunda mejor serie basada en videojuegos sorprende y entretiene, pero no me acaba de enamorar
Los aficionados a los videojuegos lo han (hemos) tenido difícil en cuanto a adaptaciones audiovisuales. Por cada película o serie salvable, había otras veinte (proporción inventada, pero probablemente realista) que eran difíciles de aguantar. Estaban las que se tomaban tan en serio el material de partida que no funcionaban en lo narrativo, y las que pensaban que harían algo tan superior (o inferior) a lo original que resultaban aún peores.
El enfoque, con el tiempo, ha cambiado. Los creadores audiovisuales quieren seguir haciendo adaptaciones, pero siendo aficionados a los videojuegos, hacen un esfuerzo sincero por conjugar historia, tono, narración y diversión.
La mejor prueba de ello, por encima de la primera temporada de ‘Halo’ (que, os recuerdo, me gustó con algunos peros), es esa escena de ‘The Last of Us’ en el pasillo del hospital que comprendía mucho mejor que sus desarrolladores (Naughty Dog), las implicaciones narrativas, emocionales y morales del reguero de muerte de Ethan (Pedro Pascal).
Era un buen spartan, hasta que me dispararon con un blaster en el pecho
Me gustaría decir que la segunda temporada retoma donde terminó la primera, pero no es así y no le hace ningún favor a la serie. El nuevo showrunner, David Weiner (venido desde ‘Fear the Walking Dead’, entre otras) decidió que en vez de continuar la partida de los anteriores encargados, Steven Kane y Kyle Killen, era mejor hacer un salto temporal y tabula rasa.
Los que ya tenemos cierto bagaje y hemos visto esta jugada antes, sabemos que esta triquiñuela narrativa no suele acabar muy bien y que denota, o bien desconfianza en la temporada anterior, o como mínimo un enfoque errático. Lo que ganas en supuesta frescura por presentar a los personajes bajo una nueva luz, lo pierdes al poner a cero los hitos alcanzados.
El Jefe Maestro (Pablo Schreiber) vuelve al combate en la evacuación de un planeta a punto de ser cristalizado por el Covenant, cuando tiene un desconcertante encuentro con los Élites, esos alienígenas con espadas de energía, y un vistazo de Makee (Charlie Murphy, la humana criada por los malos), aunque se la suponga muerta.
Si recuerdas el final de la primera temporada, el Jefe había sacrificado su humanidad para unirse a Cortana y salvar a su escuadrón… pues ya no hay dudas sobre su alma. Esa pregunta, que se la hagan otros: en la primerísima escena de la nueva temporada, Cortana le es extraída y vuelve a ser el Jefe de siempre.
Otra cosa que se toma muy a la ligera de la primera temporada es el chip de control de los spartan. Si la spartan Kai (Kate Kennedy) protagonizó un gran arco de caída a la locura y recuperación a raíz de perder el chip de control de Halsey, en esta temporada el asunto se toma con demasiada ligereza en boca de Vannak (Bentley Kalu). De dudar sobre la moralidad de tus actos en varios episodios a proclamar alegremente que ves la tele en tu tiempo libre, ¡qué diferencia!
Al menos, eso les permite igualarse entre todos los miembros del equipo y que puedan comportarse como soldados y personas de verdad, en lugar de como marionetas. Ahí puede haber un buen filón dramático, porque Riz (Natasha Culzac) aún sufre de las graves lesiones sufridas a final de la primera temporada y aporta ese punto de duda y frustración que, en teoría, los spartan no sufren.
Oh, m*, allá vamos otra vez
Una vez más, la trama menos agradecida tiene que ver con todo lo relativo a Soren (Bokeem Woodbine) y la desplazada Kwan (Yerin Ha). El primero sigue con la vida pirata mientras se obsesiona, para mal, con la recompensa que la UNSC ofrece por la supuestamente fugada Catherine Halsey (Natasha McElhone).
A través de los dos, pirata y refugiada, se sigue ampliando la visión que tenemos de una sociedad nada perfecta, donde los refugiados planetarios no tienen lugar, ni siquiera, en las ventas clandestinas de esclavos; aunque la historia de ambos converge pronto de nuevo y es más interesante que en la anterior tanda de capítulos, está por ver cómo se hilarán sus destinos con el del Jefe Maestro.
Durante los dos episodios que están disponibles, es posible intuir cuál será el final de temporada porque el nombre del planeta Reach ya se menciona, pero me sorprende, para mal, la revelación de dicho nombre.
Me explico: una de las cosas que me gustó de la pasada temporada es que valía para cualquier espectador, daba igual que hubiera jugado a algún ‘Halo’ o no. Pero las semillas que se plantan en estos dos primeros capítulos ni siquiera tienen un sentido funesto para los propios personajes de la serie, menos aún para los neófitos en este universo. Es como la estúpida revelación de Benedict Cumberbatch como Kahn en ‘Star Trek: En la oscuridad’, a un capitán Kirk que no le conoce de nada y a muchos espectadores que no sabían del personaje compuesto por Ricardo Montalbán en la serie original.
Veré solo diez minutos… y ya van dos capítulos seguidos
Me ha vuelto a pasar. Venía pensando en todas las cosas que sí me han gustado de estos dos primeros capítulos y me he enfrascado en todos esos aspectos que no me han terminado de convencer. Una vez más el potencial sigue ahí y se nota que el nuevo showrunner quiere incidir aún más en la personalidad de sus personajes.
Por ejemplo, qué más da que Pablo Schreiber se pase sin casco casi todo el tiempo. Es el Jefe Maestro con y sin él, y su compromiso con el personaje y el drama es patente. Lo da todo en una charla cargada de intención en mitad de una cena familiar; en una escena con acompañante digital que intenta emular a Cortana (ahora con un nuevo aspecto) o en una discusión con el nuevo jefe del Proyecto Spartan, James Ackerson (Joseph Morgan).
Hablando del personaje de Ackerson, es la mejor adición a esta temporada. Es ese tipo de serpiente de despacho con mentalidad de tiburón que sabe que está sobre un castillo de naipes, pero prefiere cortar cualquier corriente de aire que pueda tirarlo, aunque eso, a la larga, suponga la perdición.
Y si seguimos con villanos, quien está desperdiciada es Natasha McElhone. La doctora Halsey había conseguido salirse con la suya en la primera temporada, pero aquí su situación ha cambiado y, al menos en estos dos episodios, no aporta nada. Habrá que esperar si el potencial dramático llega a ella o la dejan al margen.
La eterna promesa, siempre a punto de llegar
‘Halo’ no deja de ser esa serie que sabe lo que quiere y hacia dónde pretende llegar, pero se ve lastrada por decisiones inexplicables, caprichosas. El salto temporal; la extracción de Cortana y, por tanto, la supresión de todo dilema sobre el alma del Jefe Maestro; la situación de Halsey; la nueva imagen de Cortana, revelada de forma confusa y sin motivo aparente de ser. En dos capítulos hay bandazos, aunque el balance es más positivo que negativo y no me he aburrido pese a la falta de acción.
Puede que la intención sea corregir el rumbo con la gracia artística y saber hacer que J.J. Abrams en ‘Star Wars Episodio IX: El ascenso de Skywalker’: es decir, para contentar a una pequeña base de fans inconsolables y ruidosos. O que Weiner tenga una historia que contar y poco le importe lo que hubiera antes, lo cual, a la larga, podría ser beneficioso en términos narrativos si tiene paciencia... y talento.
Da igual el motivo. La primera temporada tuvo la pandemia y esta segunda, la huelga de actores, pero llegará un momento en que las excusas no les valdrán. Y sin embargo, y no lo digo solo como fan de la franquicia, sino como mero espectador, los cimientos sólidos siguen ahí y tengo interés en ver si construyen ese halo gigante encima o no.
Es lo malo de construir un anillo: puede salir rodando y llegar lejos, pero basta un terreno accidentado para que pierda el equilibrio y se caiga. De momento, contra todo pronóstico, la serie de SkyShowtime gira y gira, pero... ¿por cuánto?
Texto: Adrián Álvarez Foto/Via. Espinof
Comentarios