'El fruto de la higuera sagrada' es la película más valiente de la década, pero también un thriller perfecto para acallar cualquier queja sobre el cine iraní | Festival de San Sebastián 2024
Durante años (y aún ahora), cuando se quería criticar el cine más aparentemente culto, siempre se daba la misma frase: "¡Vete a ver algo iraní!". Poco importaba la calidad en sí del cine de ese país, o siquiera que el emisor hubiera visto una sola película de allí: el cine de Irán quedó marcado de por vida como sinónimo de auténticos ladrillos cinematográficos de planos eternos en los que nunca pasaba nada interesante, solo aptos para culturetas e inaccesibles para el resto de la humanidad. Por supuesto, eran prejuicios entonces y lo son ahora, cuando lo que nos llega (es decir, las películas que molestan al régimen) está vivo, en continuo movimiento y retratado con una pasión y un ritmo únicos en el mundo. Sí, claro que me voy a ver algo iraní. Ojalá el resto del mundo supiera hacer películas tan auténticas como 'El fruto de la higuera sagrada'.
El terror del costumbrismo
Soy perfectamente consciente de que la idea de ver una película iraní de dos horas y cuarenta minutos titulada 'El fruto de la higuera sagrada' es suficiente para que muchos giren la cabeza hacia otro lado. Pero no deberíais guiaros por las apariencias: se trata de un thriller terrorífico que tiene su base en la lucha contra la república islámica. Frente a la inacción de unos padres acomodados que siguen hablando de "las leyes de Alá", el director nos muestra imágenes reales de movimientos estudiantiles luchando por salir de un sistema opresor, sacándose los hijab, enfrentándose cara a cara con un régimen de detenciones y penas de muerte aleatorias.
Decían Luis García Berlanga y Paul Naschy, entre otros, que el mejor cine en España se hacía contra Franco. Algo parecido ocurre aquí: Mohammad Rasoulof se ha visto obligado a abandonar Irán para siempre y se ha convertido en el enemigo número uno en el país por el absurdo delito de haber rodado una película. Sus actrices no han tenido la misma suerte. Rasoulof le encuentra las cosquillas al régimen planteando dilemas reales de Irán en estos momentos, volviendo a familias contra sí, dejando que el fanatismo haga mella en una aparente felicidad que se resquebraja por momentos.
El tramo final, de hecho, es una película de terror pura y dura. De esas que te hielan la sangre, proponiendo una inexorable caza del gato y el ratón que sabe aumentar la tensión paso a paso sin dejar respiro al espectador. Antes, la cinta ha calentado a fuego lento una trama de injusticias, recelos, violencia y sospechas familiares con uno de los giros de guion más sorprendentes del año y en el que encontramos varias escenas de acción puras, crudas y sin efectismos que son exactamente lo contrario de lo que esperarías de una clásica película iraní. Porque 'El fruto de la higuera sagrada' te mira a los ojos, te desafía, lucha contra tus propios prejuicios. Y, al final, triunfa.
Irán (y no volverán)
El régimen de Irán se está descascarillando por momentos, y el cine se está atreviendo a mostrar sus vergüenzas en películas tan fabulosas como 'Tatami', 'Holy Spider' o esta misma, que atacan frontalmente a la paranoia, el dolor injusto, la teocracia más ridícula y las muertes innecesarias de un gobierno que está perdiendo a los más jóvenes, en perpetuo estado de rebelión gracias a las redes sociales (y las VPN, como comentan en un momento). De ahí es de donde el director saca las imágenes más crudas de las revueltas, esas que nos llegan a cuentagotas en los telediarios o que nos aparecen, dentro de la crueldad algorítmica de TikTok, en un vídeo entre receta de cocina y vídeo de gatos. Pero aquí no podemos pasar hacia delante. Tenemos que verlo. Sufrirlo. Enterarnos de lo que está pasando. E indignarnos.
'El fruto de la higuera sagrada' no solo es un thriller modélico con unos personajes escritos a la perfección: también cumple, a su pesar, una labor educativa para el público occidental, igual que para las adolescentes de la película lo hacen los Reels que consumen de manera compulsiva, tratando de entender que está pasando más allá de su ventana y de las continuas prohibiciones impuestas por su madre. Durante toda la cinta, la paranoia de los líderes del país choca de manera brutal contra los intereses de una juventud cuya -lógica- desconfianza les lleva a desear tener un futuro en su país que no esté regido por la mano de Alá, sino por la justicia real.
La película es profundamente política, sí, pero eso no significa que caiga en el intento de adoctrinamiento ni en la charlatanería fácil. Claramente Rasoulof tiene unas ideas, pero no las ejemplifica a base de discursos vacíos, sino planteando la duda, el problema ético, la división entre dos maneras de ver la vida que culminan en una inevitable escena repleta de tensión y violencia con la que es imposible no estar al borde del asiento. Puede que la cinta dure más de dos horas y media, pero en ningún momento se hace pesada ni se siente como relleno: poco a poco, escena a escena, las espadas van estando más en lo alto hasta llegar a un final en el que deben caer. Y no sabemos a quién cortarán la cabeza.
Esta no es una película perfecta, y tiene sus pequeños baches a lo largo del camino, pero el mero hecho de atreverse a rodar una cinta contra la absurda teocracia iraní -ligada, como suele ser habitual en las religiones, con una flagrante misoginia- y que esta sea tan certera es digno de aplaudir. Estamos ante una de las películas más importantes del año, y de hecho, puede que la única que le pueda quitar el Óscar a 'Emilia Pérez'. 'El fruto de la higuera sagrada' es una obra que sabe nacer de lo real (esos infames vídeos de Instagram) para evolucionar en una historia ficcionada de buenos y malos, de poesía y dolor, de debate y violencia, de, en definitiva, Irán y el desgaste de su régimen.
Texto: Randy Meeks Foto/Via: Espinof
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