Mientras veía 'Megalópolis' no podía dejar de pensar en 'Southland Tales', siendo que no creo que sea el único. La asociación me parece, al menos como concepto, bastante lógica, comprensible y elocuente. Aunque cabe matizar que la de Francis Ford Coppola es un "desastre fílmico" más consistente, interesante y respetable. Y algo más digno. Pero bastante más.
Y es que Coppola se merece un respeto, no ya sólo por lo que ha aportado al cine en otra vida, sino por, a su edad, la valentía temeridad de hacer un film tan ambiciosamente kamikaze, enloquecido y extravagante como 'Megalópolis', un monumental caos sumamente inconexo e inconsistente que parece mantener una eterna lucha a muerte hasta con su sombra.
Coppola parece intentar encontrar el orden o el sentido dentro del caos. A veces lo consigue, y a menudo no. La película, de esta manera, bascula entre el ridículo, la vulgaridad, el disparate y el asombro sin solución de continuidad, siendo como un amante siempre atento que de pronto te da un abrazo como te suelta un bofetón. Siempre con pasión y cariño.
Porque, obviamente, Coppola quiere a esta película tal y como es, y eso está impregnado en cada fotograma. Es un ejercicio de amor desbocado, efusivo y por supuesto irreflexivo y desmedido. Como si hubiera volcado los 40 años que llevaba detrás de este proyecto de sopetón y del tirón, sin pararse a pensar ni a separar las buenas ideas de las malas. A cascoporro.
Coppola es un "outsider" empeñado en demostrarlo hasta el final. En vez de haber hecho más películas como 'Jack' o 'Legítima defensa' para pagarse una jubilación dorada, ha puesto a prueba su cordura y estatus con títulos como 'El hombre sin edad', 'Tetro', 'Twixt' o esta 'Megalópolis', posiblemente la película (o trolleo) experimental más cara de la historia.
¡Incluso la ha pagado de su propio bolsillo! ¿Cómo sabiendo esto no respetar una insensata extravagancia tan pretenciosa, paroxista y pagada de sí misma como 'Megalópolis'? Aunque se sufra tanto como se disfruta, aunque se sienta tanta frustración como admiración. Aunque se sienta una película no ya de de otra época o de otro mundo, sino de otra realidad.
En 'Megalópolis' es, un poco, como filmar una tarde de juegos entre un abuelo cascarrabias de vuelta de todo y un nieto de una imaginación desbordante fuera de toda lógica adulta. Un "desastre fílmico" tan orgulloso y desbordante, tan valiente y descontrolado que desafía la noción del bien y del mal, y nos reta a dejar de creer en el mantra del sentido común.
Por Juan Pairet Iglesias
Via: el séptimo arte
Comentarios