'Soy Nevenka' muestra con solvencia el primer "Me Too" de la historia de España, pero su mayor acierto es hacer que resuene con nuestro presente | Festival de San Sebastián 2024
En 2005, durante el preestreno del roast a Pamela Anderson, Courtney Love, pese a estar segura de que podrían acusarla de difamación, dio un consejo a las jóvenes actrices: "Si Harvey Weinstein te invita a una fiesta privada en el Four Seasons, no vayas". Entonces nadie le dio demasiada importancia, pero doce años después todos nos dimos cuenta de la advertencia que estaba intentando dar. Es lo mismo que nos pasó en España cuando, años después del "caso Nevenka", todos miramos de frente el reflejo del país que una vez fuimos y solo pudimos bajar la cabeza avergonzados.
Las cloacas de Ponferrada
Acabábamos de entrar en el siglo XXI, pero la sociedad aún no estaba preparada para escuchar sobre los habituales abusos sexuales (y, todo sea dicho, no tan sexuales) en puestos de poder. Era marzo de 2001, y Nevenka Fernández había denunciado a Ismael Álvarez, alcalde de Ponferrada, por acoso. Hoy por hoy el mundo se habría volcado para apoyarla, sería trending topic, sería respetada por la mayoría de las tertulias.
Sin embargo, por aquel entonces llegó a haber manifestaciones para defender a Álvarez, con la infame frase "a mí no me acosan si yo no quiero" por bandera. La de 'Soy Nevenka' es una historia escalofriante que mira fijamente a nuestro presente, devolviéndonos la mirada desde el pasado y respondiéndonos que debe ser narrada una y mil veces para no olvidar de dónde venimos. Por eso la película de Icíar Bollaín tiene sentido aún teniendo tan reciente el fabuloso documental 'Nevenka' de Netflix: ambas comparten cierto público, pero se dirigen a gente distinta.
Mientras que el documental de Netflix ponía el foco en la propia Nevenka y su calvario personal, con increíbles imágenes de archivo impensables hoy en día, Bollaín se centra en la pregunta que tanta gente se hace después de un caso como este: ¿Cómo llegó a pasar algo así? Para ello, centra todos sus esfuerzos en mostrar a Ismael Álvarez no solo como un monstruo, sino también como un hombre que de cara a la galería es carismático, atento, familiar y cercano, de esos en los que uno puede confiar. Un animal político que, según repite una y otra vez, no tiene necesidad de estar ahí y lo hace por ayudar a los habitantes de Ponferrada. Pero, como la película nos muestra constantemente, todos sabemos que la droga más dura, esa de la que nadie puede desengancharse, es el poder.
Vamos, Nenka
Sería muy fácil victimizar a Nevenka y mostrar solo una parte de la historia, pero el guion de la película es lo suficientemente inteligente como para no negar (de hecho, casi me atrevería a decir que en ocasiones lo enfatiza) el gran motivo del caso que hizo que en su momento no se entendiera correctamente: la relación consensuada que ambos tuvieron durante meses y que, al terminar, dio paso al atosigamiento continuo. Porque, al final, 'Soy Nevenka' es una película sobre el consentimiento, el placer y el acoso, sí, pero, sobre todo, habla de las dinámicas de poder, de esas personas que se creen tan eminentemente intocables que sienten que pueden salirse siempre con la suya.
Es cierto que por el camino, tiene varios resbalones en el tono que la asemejan -perdón por la referencia, pero es más acertada de lo que parece- con aquella película televisiva que montaban en el capítulo de 'Los Simpson' 'Homer, hombre malo' y en la que la actriz decía "No, Señor Simpson, eso es acoso sexual. ¡Si sigue así, gritaré tan fuerte que todo el país lo oirá!". Es decir: un guion que subraya y remarca una y otra vez su tesis para que no podamos perderla de vista. No es mala cosa en tiempos de la distracción continua, pero en ocasiones lo hace hasta el exceso. Pierde sutileza para contentar a un público que necesita que le expliquen el texto, y es una pena.
Por suerte, durante la mayor parte del tiempo 'Soy Nevenka' es un acertado retrato de una mujer fuerte descompuesta poco a poco, martillazo a martillazo, socavón a socavón, hasta que de ella solo queda un pequeño amasijo de lágrimas y nervios que no puede confiar ni siquiera en los suyos. Pero consigue driblar sabiamente la leccioncita o la bronca tuitera. En su lugar, lo sustituye por la empatía: es difícil no verse reflejado en el asedio a Nevenka, en su ansiedad, en sus ansias de desaparecer. Porque, en el fondo, ¿quién no habría defendido entonces (y quizá no solo entonces) a un alcalde del que dependía tanto tu negocio como tu supervivencia en la ciudad?
Soy Nevenka' plantea preguntas incómodas y les da respuestas inconformes, poniendo un espejo delante de nosotros y mostrando que, aunque gran parte de la sociedad haya evolucionado, otra sigue anclada en frases que hemos leído en Internet y se han susurrado por lo bajinis una y mil veces, como "Si no quería, ¿por qué entró al baño con él?", "A mí no me acosan si yo no quiero" y "Cállate, no te metas en líos, ¿qué tienes que ganar?". En el fondo, lo más terrorífico del biopic de Nevenka no es su presente, sino el reflejo en el nuestro. Y eso va a ser difícil que cambie.
Texto: Randy Meeks Foto/Via: Espinof
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