'Frankenstein' transpira la fascinación de Guillermo del Toro por el proyecto en cada uno de sus fotogramas. Por eso es un crimen no verla en el cine


 Pasan los años y, especialmente desde el recrudecimiento de las guerras del streaming y de la pugna entre plataformas y salas de cine, el debate sobre las virtudes y defectos de ambas ventanas de distribución continúa estando a la orden del día; algo que, por otro lado, sigue potenciando la ambigüedad de un término tan abstracto como es el de la "experiencia cinematográfica", usado con asiduidad por los defensores de la gran pantalla.

Resulta complicado llegar a una conclusión medianamente clara —ya no digamos a un consenso— sobre las implicaciones del concepto. Mientras unos asegurarán que hace referencia a la potenciación de las sensaciones al ver una película de forma colectiva en un espacio rodeado de personas reaccionando en tiempo real, otros se ceñirán a lo logístico, diferenciando sistemas de sonido y proyección y las capacidades inmersivas de ambas opciones.

Es este último ángulo el que marca la verdadera diferencia a la hora de disfrutar la fantástica 'Frankenstein' de Guillermo Del Toro en el cine o en la comodidad de nuestro hogar. En cómputo global, el largometraje sigue siendo el mismo, con todas sus muchas virtudes y siempre inevitables defectos puntuales, pero optar por el sofá en detrimento de la butaca puede hacer más complicada la digestión de la que, sin duda, es una de las grandes adaptaciones de la obra de Mary Shelley.

En casa el cine, como en ningún sitio

Martin Scorsese comentaba que el gran poder de una pantalla gigantesca dentro de una sala sumida en la más completa oscuridad reside en el hecho de que, como cineasta, tienes el control absoluto sobre el espectador. En el polo opuesto, una televisión ubicada en un salón, con todas las distracciones del entorno doméstico, incrementa las posibilidades de desconexión del público cuando se enfrenta a narrativas algo más exigentes de lo habitual.

La de 'Frankenstein' podría entrar dentro de esta categoría sin dejar de ser brillante, abrazando una estructura episódica dividida en dos claras mitades con dos puntos de vista que, en última instancia, afectan notablemente al tono y al estilo de cada fragmento. Ambas son intensas, emocionantes, y destilan amor por el material original y sus personajes, pero el abultado metraje de la cinta, sumado al drástico cambio de aires del mid point, podría invitar a pausar la reproducción en Netflix y convertir el largo en una miniserie, mermando su impacto emocional.

Esta decisión dramática, no poco arriesgada, refleja claramente la devoción de Del Toro por uno de sus proyectos soñados que, al fin, ha podido materializar, y que sería ideal para una sesión doble con su genial cuento de horror gótico 'La cumbre escarlata'. El entusiasmo del cineasta se proyecta en cada fotograma, en cada diálogo engolado —pero consecuente— y en cada uno de sus despuntes melodramáticos, que me hicieron llorar a lágrima viva en más de una escena posterior al ecuador. 

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No obstante, si hay un factor que demuestra que el visionado de 'Frankenstein' no debería haber sido relegado al streaming, ese es su descomunal tratamiento visual. Su relación de aspecto de 1.85:1 podría interpretarse erróneamente como una opción impuesta por la productora para perpetuar el, por otro lado, inexistente "look Netflix", pero es algo esencial para que la fotografía de Dan Laustsen y el arrollador diseño de producción, en el que lo práctico es algo esencial, brillen con todo su esplendor. 

La escala del filme es gigantesca, con unos sets en los que la verticalidad, y esto incluye unos interiores amplios llenos de detalle y capturados con angulares, hace impensable el uso del anamórfico. Si a esto le sumamos un diseño de vestuario precioso con una paleta de colores calculada al milímetro para subrayar simbolismos y dirigir miradas y un rango dinámico que pondrá a prueba a prueba a la inmensa mayoría de home cinemas —de hecho, en la sala a la que acudí deberían haber cambiado la bombilla del proyector hace una temporada—, el cine se alza como la única opción sensata.

'Frankenstein' no es perfecta, y se ve afectada por enamoramiento de su máximo responsable, incapaz de hacer sacrificios por el bien común, hacia su obra —y por un tratamiento del único personaje femenino que daría para un artículo aparte—, pero hace gala de un lirismo, una sensibilidad y una riqueza temática que explora la masculinidad, el ego, el sinsentido de la guerra y los males del capitalismo con no poco acierto. Elementos que la convierten en una de las mejores producciones originales de una Netflix que, pese a continuar aceptando a regañadientes dar estrenos limitados en salas a algunos de sus títulos, sabe muy bien cuándo debe hincar la rodilla y rendirse a las evidencias.

Texto:  Víctor López G                               Foto/Via: Espinof

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