'La larga marcha' es adulta, salvaje y no deja ni un solo minuto de consuelo. Stephen King estará orgulloso de una adaptación que no se ha dejado llevar por 'El juego del calamar'


 Casi todos hemos pasado por una etapa de leer casi exclusivamente a Stephen King. Fascinarnos por la crudeza de 'Carrie', perdernos en la intrincada narrativa de 'Apocalipsis', asustarnos con el payaso de 'It (Eso)' o viajar por el espacio-tiempo en la infravalorada '22/11/63' hace que su figura perdure eternamente en nuestra memoria y seamos capaces de perdonarle relatos mucho menos acertados. Pero, de adolescente, nada me fascinaba más que 'La larga marcha'. La distopía asesina adolescente de King, escrita antes de 'Los juegos del hambre' o 'Battle Royale', supuso una piedra fundacional básica del subgénero que, en su ansiada adaptación cinematográfica, no ha quitado el pie del acelerador.

Me dejas muerto

El gran problema de la película de 'La larga marcha' es exactamente el contrario que el de la novela. Si aquella llegó antes de tiempo (y eso que salió trece años después de su escritura), en un 1979 donde servía como increíble alegoría de la ya pasada pero aún dolorosa Guerra de Vietnam, y sorprendió por su crudeza a todos los que se acercaron a ella, esta nueva versión llega cuando el público ya cree saber a qué atenerse. Tras cinco películas de 'Los juegos del hambre', dos 'Battle Royale' y tres temporadas de 'El juego del calamar'los espectadores nos hemos acostumbrado a ver gente muriendo en concursos distópicos, y el factor sorpresa se ha eliminado, tristemente, de la ecuación.

Contra todo pronóstico, Francis Lawrence, experto en estas lides, ha sido capaz de dar un barniz único a 'La larga marcha'. De hecho, es una película que se distingue del resto que ya hemos destacado por su crudeza, su suciedad, su poca concesión a la ñoñez y, al mismo tiempo, su obsesión por mostrar la amistad por encima de todo, incluso de la propia vida. Así, la cinta logra sobrepasar su condición y se convierte en mucho más que un agónico amontonamiento de disparos y estrambóticas muertes: es capaz de construir personajes tridimensionales y relaciones auténticas al borde de una muerte segura, sobrepasando cualquier expectativa que se pusiera sobre ella.

Aunque podrían haber optado por un tratamiento más lúdico de la muerte (especialmente tras su banalización en 'El juego del calamar') y por rebajar el sufrimiento en pos de explicar un lore prácticamente inexistente en la novela original, Lawrence nos ofrece una obra seria, dura y en la que no apetece aplaudir la muerte continua. Como en cualquier guerra, los asesinatos se sienten cercanos y personales al principio, pero después cada disparo es un simple "Pop" más que queda en el horizonte. Lo único importante es llegar al final, ganar a los demás y ser el último superviviente al que le espera la gloria... aún sabiendo que, con eso, estarás jugando a favor del sistema que prometiste cambiar.

El running salva vidas

Es imposible no contener la respiración en algunos pasajes de 'La larga marcha', con su angustioso y lento devenir, con ese constante y parsimonioso caminar, un pie tras otro y sin pausa. La película no agua ni minusvalora el texto original, ni trata de azucararlo y así hacerlo más fácil de tragar para un público general. De hecho, sorprende lo árida que es la propuesta, con ningún interés ni por hacer franquicia ni por atraer al público de las mismas: es una película adulta que va con todo y no frena en ningún momento. Porque, como queda claro, frenar significa morir, también en la narrativa.

Sin embargo, 'La larga marcha' es, también, un relato sobre la amistad a pesar de todo entre dos personas con valores claros que se cambian el uno al otro en unos pocos días como solo hacen las personas que conoces en una situación -literalmente- de vida o muerte. En este sentido, la narrativa acaba siendo redonda y las acciones, motivación y personalidad de todos los personajes quedan más que claras, de una manera rotunda. 

La película compensa con emoción y sensibilidad todo lo que no cuenta sobre su mundo... aunque, sinceramente, delinea todo lo necesario. No hace falta saber nada más. Vivimos en unos tiempos donde parece necesario conocer hasta el más mínimo detalle de cómo se ha llegado a una situación extrema, cuando es fácil imaginárselo: en tiempos de pobreza, el pan y circo más desquiciado calma a las masas. 

'La larga marcha' llega tarde, sí (al fin y al cabo, el texto original de King casi supera las seis décadas), pero consigue encontrar su propio hueco adulto alejado de la diversión y el juego de otras propuestas, con una sobriedad que solo se ve algo emborronada por un final que modifica el del libro original, pero aún así se pierde en lo críptico y alegórico. Es solo un pequeño error en una cinta pretendidamente seca, alejada de lo que el público general parece pedir, en la que las muertes duelen, los personajes se sienten como reales y el componente de juego queda reducido al mínimo frente al dolor, la desesperación y el terror por encima de todo. Stephen King estará orgulloso.

Texto:  Randy Meeks                                                Foto/Via: Espinof

Comentarios