Bueno, trabajamos en Disney, y en Disney los animales hablan. Es una de las cosas que Disney ha hecho realmente bien. Forma parte de la magia de la animación (Thom Enriquez)Si el siglo XX; la centuria en la que el estudio había nacido y se había asentado, aquella que había visto sus peores momentos y cómo se alzaba desde sus cenizas para alcanzar las cumbres del cine de animación; se había cerrado con dos de las mejores producciones que Disney había logrado estrenar en sus sesenta y dos años de historia; el arranque del s.XXI, con todos sus adelantos tecnológicos y el mundo de lo digital avanzando a pasos agigantados en la industria tenía que encontrar en la productora respuesta directa.
Y lo cierto es que, sin más disquisiciones al margen, 'Dinosaurio' ('Dinosaur', Eric Leighton y Ralph Zondag, 2000) supuso un paso de gigante en lo que respecta a la componente visual de lo que hasta entonces habíamos visto de mano de la casa de Mickey Mouse: espectacular hasta el asombro, la cinta dejaba claro de forma muy temprana —su primer trailer, un resumen del tramo inicial de la acción, fue contemplado por servidor con ojos como platos y mandíbula al suelo— que lo que aquí íbamos a ver se alejaba del mero "cine de dibujitos". O al menos eso era lo que parecía...
Una película de Disney firmada por Verhoeven
Para descubrir los inicios de 'Dinosaurio' hace falta remontarse bastante atrás en el tiempo hasta 1988 —curiosamente, el mismo año que se estrenaba cierta cinta de animación con los antiguos habitantes de nuestro planeta como protagonistas—, momento en el que los estudios se hicieron con los derechos de un guión escrito por Walon Green en el que se narraba la historia de supervivencia de un dinosaurio que ha de luchar contra la extinción después de que un meteorito gigantesco choque contra la superficie terrestre.
La intención de los directivos de la compañía a la hora de adquirir dichos derechos era muy clara. De una parte querían que Phil Tippett, el mago de los efectos visuales que ya había trabajado para ellos en la creación de Vermithrax —y que, casualidades, sería galardonado años más tarde con el Oscar por auxiliar a abrir las puertas de 'Parque jurásico' ('Jurassic Park', Steven Spielberg, 1994)— se encargara de hacer que las criaturas prehistóricas parecieran lo más reales posible. De la otra, no deseaban que otro director que no fuera Paul Verhoeven se pusiera al mando de la filmación.
Con tales ideas en mente —unas ideas que, de nuevo, y como ya hemos comentado en muchas ocasiones, hablan muy bien del rumbo que la productora tomó durante buena parte de los ochenta— se comenzó a tantear el arranque de una producción que pronto se encontró con dos escollos insalvables. El primero, la tecnología, que todavía no estaba a la altura de las circunstancias. El segundo, que lo que Paul Verhoeven veía cuando leía el guión no tenía nada que ver con lo que la Disney pretendía poner en la gran pantalla.
El holandés, fiel a su brutal forma de ver el cine, se imaginaba esta historia de supervivencia en condiciones extremas como una cinta carente por completo de diálogos y, por ende, de gestos amables hacia el supuesto público al que iría dirigida —¿lo adivinan? Correcto, los más pequeños—. Además, la historia tenía que terminar con el evento de extinción que cerró el período cretácico y, en consecuencia, el filme se cerraría con la muerte de sus protagonistas. Demasiado para que los delicados estómagos de la Disney pudieran digerirlo.
Sin nada que hacer para convencer a Michael Eisner y compañía del enorme potencial que encerraba la producción, 'Dinosaurio' fue archivada durante siete largos años hasta que, en 1995, alguien recordó aquélla historia protagonizada por las gigantescas criaturas y decidió que, ahora sí, la tecnología estaba a la altura de lo requerido para que la cinta pudiera ser la primera que se rodaba en la compañía generada por completo gracias al uso del ordenador.
Asombro técnico
Como ya he dicho al comienzo, y ciñendo nuestro discurso sólo a lo estrictamente visual, aquél primer avance de 'Dinosaurio' servía para que todos aquellos que cinco años antes habíamos alucinado —y de qué manera— con los cuatro dinosaurios y medio que podían verse en la cinta de Spielberg, tuviéramos la clara sensación de que el filme protagonizado por Sam Neill no era más que un preludio más o menos bien armado de lo que nos esperaba con la nueva producción Disney.
Y, de hecho, así fue. Esos primeros minutos con decenas de dinosaurios apareciendo por doquier sobre unos fondos que parecían —y de hecho (casi) eran— completamente reales eran tan sólo el impactante arranque de una cinta que, parafraseando al John Hammond de Richard Attenborough, no había reparado en gastos: desde el realismo del movimiento de los animales, para el que se desarrolló una nueva tecnología, hasta la precisión con la que se mostraba la piel mojada o el pelaje de los lemures...todo hablaba de una perfección inaudita hasta la fecha.
Una perfección que, vista hoy, quince años después, queda algo deslucida por lo mucho que la industria cinematográfica ha conseguido avanzar en el campo de los efectos visuales, dejando a 'Dinosaurio' en su revisionado —y, de nuevo, atendiendo sólo a cuestiones técnicas— como un paso muy importante en la escalada digital que, no obstante, ha quedado claramente obsoleto y que, en ocasiones, deja al descubierto sus más notables vergüenzas.
'Dinosaurio', Tarzán busca el valle encantado
Ahora bien, todo lo que podría achacársele a la cinta desde el punto de vista técnico y visual —que tampoco es tanto— se queda en pañales cuando uno comienza a rascar sobre la superficie de ese guión en el que trabajaron hasta diez manos diferentes y se descubre que, en lo que a desarrollo de personajes e historia concierne, 'Dinosaurio' está muy por debajo de lo que uno se había imaginado que encontraríamos a raíz de aquél primer y original avance.
Lamentablemente, la carencia de originalidad campa aquí a sus anchas hasta tal punto que el guión del filme no es más que una muy sucinta iteración sobre el esquema que Don Bluth había puesto en pie con 'En busca del valle encantado' ('The Land Before Time', Don Bluth, 1988) añadiéndole al mismo un punto de partida que, en esencia, es el mismo que habíamos visto el año antes en 'Tarzán' ('Tarzan', Chris Buck y Kevin Lima, 1999).
Con tales mimbres, la poca capacidad de sorpresa que atesora el transcurrir de la acción se limita a su arranque, y a la escena del meteorito —y para llegar a ella hay que aguantar la sandez del ritual de las parejas en el árbol—. Punto. No hay más. El resto, dada la fuente de la que mana de forma directa, carece de las herramientas para enganchar a un espectador que transitó —hace quince años— y transita —hace pocos días— por un erial creativo que, para más inri, cuenta con los inevitables e inefables añadidos para agradar al público infantil.
Descuidar de la manera que aquí se hace algo tan importante como el guión —del que terminaría renegando el autor original de la idea cuando vio lo que se estaba haciendo con él—, máxime teniendo en cuenta que no estamos hablando de una producción de cuatro dólares mal contados, sino de una señora película que acarreó a las arcas de la compañía casi 130 millones de dólares —aunque las malas lenguas afirman que alcanzó fácilmente los trescientos— es algo incomprensible que, obviamente, terminó jugando en contra de las aspiraciones de la compañía.
'Dinosaurio' tuvo que "conformarse" con una modesta taquilla de 137 millones de dólares. Y ya sabemos lo que en la industria significa una película que, al menos, no dobla inversión, ¿no?. Eso sí, nos queda el consuelo de que, al menos en lo musical, la cinta sirvió para dejarnos la portentosa partitura de James Newton Howard, único punto sobresaliente y atemporal de una cinta para olvidar.
Via:blog de cine
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