Lo comentaba el otro día y creo que es un dato a resaltar que habla
mejor que ningún otro de algunas de las muchas capacidades que Jerry Goldsmith llegó a desarrollar a lo largo de su trayectoria: con 'El premio'
('The Prize', Mark Robson, 1963) cerramos el cuarto año de trabajos
para la gran pantalla del compositor con el asombroso saldo de las seis
producciones diferentes a las que el maestro regaló talento y buen hacer
convirtiendo a 1963 en doce de los meses más prolíficos de toda su carrera
que sólo igualará, como ya veremos llegado el momento, las
correspondientes cintas a las que Goldsmith pondrá sonoridad en 1966.
Impensable hoy en día —Michael Giacchino nos ha dejado este año boquiabiertos con sus cuatro bandas sonoras— pero práctica habitual en el Hollywood clásico con claros ejemplos como Tiomkin, Newman o Steiner, la calidad constante de las partituras de Goldsmith para las producciones que caían en sus manos terminaba decantándose por una de tres opciones: o sus scores superaban con mucho a la modestia de la cinta a la que acompañaban; o se mantenían en un entente cordial puntualizando de forma precisa las imágenes o, en sus más grandes hitos, ayudaban a la magistral percepción que nos podemos llevar de las obras maestras del séptimo arte a las que puso música.
Adscrita a la segunda de las opciones nombradas, 'El premio' es un ligero entretenimiento que demuestra la mutable personalidad de su director, un Mark Robson que en los veinte años de experiencia que había acumulado hasta el presente filme nos había dejado títulos de la categoría de 'El ídolo de barro' ('Champion', 1949) o 'Más dura será la caída' ('The Harder They Fall', 1956) y otros muchos que se movían con facilidad entre el drama, el thriller, la aventura, el corte bélico o la comedia. Mezclando aquí dos de ellos, el thriller
en su talante más ligero con la comedia, la efectividad con la que
discurre el filme descansa, más que en la correcta labor del cineasta,
en ese monstruo que fue Paul Newman.
Encarnando a un escritor estadounidense que es agraciado con el Premio Nobel de Literatura y se traslada a la capital sueca para recoger un galardón del que no se cree merecedor y que acepta de mal grado más por la compensación económica que por la distinción que ello supone, la actitud de estar de vuelta de todo que su rostro refleja nada más aparecer en pantalla es de las que se meten al espectador en el bolsillo para el resto de la proyección, sin que nada pueda evitar que caigamos rendidos a los pies de cada intervención de un actor al que la palabra carisma se le quedaba muy corta.
Metido en una trama criminal por su gran afición a los relatos de
detectives —una faceta que es la que le ha mantenido alimentado desde
que dejó de poder escribir los libros que le han hecho merecedor de el
premio— el Andrew Craig de Paul Newman es un mujeriego de cuidado que aquí tiene la ocasión de encontrarse de frente con ese bellezón teutónico que fue Elke Sommer, una actriz que da el contrapunto perfecto al protagonista y contra la que nada puede hacer la más modesta Diane Baker. Cerrando el cuarteto de protagonistas principales, Edward G.Robinson, un grande del Hollywood clásico que aquí queda relegado a un papel algo limitado para su extraordinario talento.
Discurriendo con espléndida fluidez durante sus dos horas —la cinta no tiene ni un sólo bajón de ritmo—, y aunque sea bien sencillo anticiparse al misterio al que pretende dar solución Newman, 'El premio' se beneficia tanto de su tono desenfadado —atención especial merece en este sentido la irrupción del protagonista en una conferencia sobre el nudismo— y de, de nuevo, la presencia del actor, que poco pesa aquí la facilidad con la que se lee la trama a distancia, un hecho que, aplicado a cualquier otro filme del género habría sido un auténtico veneno.
Aunque comparado con casi cualquier compositor actual, los doce
filmes que Jerry Goldsmith había firmado desde 1959 hasta 1963 suponen
un altísimo número, lo cierto es que, como apuntaba al comienzo, para la
época era algo tan normal —al contrario de lo que consideraríamos
ahora— que dicha docena de partituras conformaban un recorrido más bien
breve, no para que un músico tuviera la oportunidad de asentar su estilo
—algo que Goldsmith hizo casi desde su primera composición— sino para
que hubiera posibilidades de asistir a sonoridades difíciles de rastrear en la producción previa.
En otras palabras, que en lo que a 'El premio' se refiere en el aspecto musical, en un muy alto porcentaje de lo que podemos escuchar en la soberbia edición que FSM hizo del score en 2002 es muy sencillo apercibirse de lo mucho que Goldsmith tira aquí de los sonidos que quedaban prefigurados en 'City of Fear' (id, Irving Lerner, 1962) para lo que el maestro entendía por thriller desde un punto de vista musical. A ellos, añade aquí el compositor un pegadizo y rítmico motivo principal que se diluye en un tejido cambiante y de gran variedad que, por supuesto, mira por igual tanto a los citados matices de suspense como a las tonalidades cómicas del filme.
Via:blog de cine
Impensable hoy en día —Michael Giacchino nos ha dejado este año boquiabiertos con sus cuatro bandas sonoras— pero práctica habitual en el Hollywood clásico con claros ejemplos como Tiomkin, Newman o Steiner, la calidad constante de las partituras de Goldsmith para las producciones que caían en sus manos terminaba decantándose por una de tres opciones: o sus scores superaban con mucho a la modestia de la cinta a la que acompañaban; o se mantenían en un entente cordial puntualizando de forma precisa las imágenes o, en sus más grandes hitos, ayudaban a la magistral percepción que nos podemos llevar de las obras maestras del séptimo arte a las que puso música.
'El premio', espléndido entretenimiento
Encarnando a un escritor estadounidense que es agraciado con el Premio Nobel de Literatura y se traslada a la capital sueca para recoger un galardón del que no se cree merecedor y que acepta de mal grado más por la compensación económica que por la distinción que ello supone, la actitud de estar de vuelta de todo que su rostro refleja nada más aparecer en pantalla es de las que se meten al espectador en el bolsillo para el resto de la proyección, sin que nada pueda evitar que caigamos rendidos a los pies de cada intervención de un actor al que la palabra carisma se le quedaba muy corta.
Discurriendo con espléndida fluidez durante sus dos horas —la cinta no tiene ni un sólo bajón de ritmo—, y aunque sea bien sencillo anticiparse al misterio al que pretende dar solución Newman, 'El premio' se beneficia tanto de su tono desenfadado —atención especial merece en este sentido la irrupción del protagonista en una conferencia sobre el nudismo— y de, de nuevo, la presencia del actor, que poco pesa aquí la facilidad con la que se lee la trama a distancia, un hecho que, aplicado a cualquier otro filme del género habría sido un auténtico veneno.
'El premio', la música
En otras palabras, que en lo que a 'El premio' se refiere en el aspecto musical, en un muy alto porcentaje de lo que podemos escuchar en la soberbia edición que FSM hizo del score en 2002 es muy sencillo apercibirse de lo mucho que Goldsmith tira aquí de los sonidos que quedaban prefigurados en 'City of Fear' (id, Irving Lerner, 1962) para lo que el maestro entendía por thriller desde un punto de vista musical. A ellos, añade aquí el compositor un pegadizo y rítmico motivo principal que se diluye en un tejido cambiante y de gran variedad que, por supuesto, mira por igual tanto a los citados matices de suspense como a las tonalidades cómicas del filme.
Via:blog de cine
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