'13 horas: Los soldados secretos de Bengasi', los excesos bélicos de Michael Bay

Michael Bay es un director con un estilo muy personal. Esa afirmación valdría en muchos casos para alabar el trabajo de cualquier realizador e incluso para incidir en la posibilidad de verlo como un autor en lugar de un artesano audiovisual, pero la cosa cambia, y mucho, cuando hablamos del director de títulos como 'La roca' (‘The Rock’) -aún hoy su mejor trabajo-, 'Armageddon' o, sobre todo, la saga Transformers.
De hecho, Bay suele ser objeto de infinidad de críticas, principalmente por el frenético montaje de sus cintas y por su abuso sistemático de las explosiones. Por mi parte, me sitúo a mitad de camino entre los que adoran y los que odian con pasión su cine, y la verdad es que su particular visión de la guerra en '13 horas: Los soldados secretos de Bengasi' (’13 Hours: The Secret Soldiers of Bengazhi’) vuelve a dejarme en una posición intermedia.

El inesperado toque humano

James Badge Dale En 13 Horas Los Soldados Secretos De Bengasi
No voy a negar que el Michael Bay que menos me interesa es el de la franquicia basada en los muñecos de Hasbro, la cual sigue resistiéndose a abandonar, pero sí que tiendo a disfrutar en mayor o menor medida del resto de su obra. Por ello, tenía ciertas esperanzas en que supiera cómo canalizar ese exceso de energía propio de su cine para sacar todo el partido a una potente historia real que tuvo lugar en Libia hace poco más de tres años.
Su decisión de apostar por rostros menos conocidos por el público -y encima el hecho de darle una gran oportunidad a James Badge Dale, un actor que Hollywood no está sabiendo aprovechar- también ayudó a que me ilusionara, pero a la hora de la verdad vuelve a hacer gala tanto de su mejor como de su peor cara, y es que a veces esta última no es más que el resultado de abusar demasiado de la primera.
John Krasinski 13 Horas Los Soldados Secretos De Bengasi
La cuestión es que Bay sabe cómo refrenar al menos en parte su instinto durante los primeros minutos, pero porque simplemente la historia demandaba un ritmo algo más pausado al que saber imprimir una sensación de tensión constante, ya estén los protagonistas en peligro o simplemente en estado de alerta por lo que podría pasar. Ahí ‘13 horas: Los soldados secretos de Bengasi’ sale airosa del envite e incluso logra maquillar la sobrecarga de tópicos del guion.
Además, la película tampoco se vuelve loca en sus lecturas políticas -sí que late en todo momento el habitual patriotismo norteamericano, pero, con la salvedad del final, sin llegar a nunca a tener una presencia demasiado directa para el espectador- y opta por dar un mayor peso a la carga dramática de sus protagonistas, sobre todo al personaje de John Krasinski, pues es el que tiene un mayor trasfondo.

Los altibajos de ’13 horas’

13 Hours The Secret Soldiers Of Benghazi
Por desgracia, el libreto de Chuck Hogan no va más allá de los aspectos más esquemáticos de las motivaciones de sus protagonistas y el buen hacer tanto de Krasinski como de Dale sólo logra mejorar en parte esa deficiencia que supone un lastre cuando se inicia el asalto al consulado americano en Bengasi. ¿El motivo? Se extiende tanto y resulta tan redundante que acaba por provocar que no nos importe demasiado lo que sea de los personajes.
En ese apartado la película pasa por dos etapas diferentes. Primero Bay se muestra muy efectivo en la necesaria inmersión en el conflicto, jugando con acierto con la confusión del momento y dotando tanto a los hechos como a las imágenes de la fuerza necesaria para mantenernos interesados hacia lo que sucede en pantalla. Ojo, no esperéis algo extraordinario o novedoso, pero ahí está a la altura de sus objetivos.
John Krasinski Y Max Martini En 13 Horas Los Soldados Secretos De Bengasi
La segunda etapa es la consecuencia de la redundancia a la que me refería antes, y es que el cansancio se adueña del relato, provocando que su capacidad de impacto se reduzca al mínimo. Además, Bay no hace nada por diferenciarlo de todo lo anterior y lo que antes era enérgico -a niveles similares a las escenas bélicas de ‘Pearl Harbor’, donde era lo único salvable de ese pobre intento de replicar el éxito de ‘Titanic’- ahora se vuelve cansino.
Me diréis que la guerra es así -aleatoria, repetitiva, etc.-, pero hay que tener la capacidad para hacer los recortes necesarios con el objetivo de hacer la mejor película posible. Eso no se hace en ’13 horas: Los soldados secretos de Bengasi’, de ahí que su excesiva duración -¿en serio hacen falta dos horas y veinte? Ya dos horas serían demasiadas sin incidir más en las motivaciones de los protagonistas- acaba siendo un lastre difícil de justificar.



En definitiva, ’13 horas: Los soldados secretos de Bengasi’ es una película estimable cuyo mayor problema es que pierde fuelle por no saber aligerar la parte bélica o por simplemente no tener interés en establecer una diferenciación suficiente para que no acabe siendo hasta algo pesada. Con todo, es una opción a tener en cuenta y claramente superior a la intrascendenteTenemos que hablar’, que también llegar este viernes a los cines españoles.

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