Sí, sabemos lo que vas a decir. Se trata sólo de un premio que se le
otorga a películas de una muy reducida parte del cine que se hace a
nivel mundial, pero si los premios del séptimo arte más cubiertos del
mundo llevan 87 años errando el tiro a la hora
de elegir la que es la mejor película de cada año, no íbamos a pasarlo
por alto. Y sí, es una lista hecha de sugerencias. El cine es
inabarcable. Y seguramente este año también se equivocarán
La primera primerísima cinta premiada en los Oscar fue Alas. No vamos a fingir que la hemos visto, pero Metrópolis sí y es un peliculón. Tres hurras por Maria.
Estatuilla para la Melodía de Broadway. Ajá. Parece que todos estuviesen muy contentos en esa película. Al otro lado de las emociones está La pasión de Juana de Arco,
una gran obra de Dreyer en la que su director hacía muy grande una cosa
nueva que se estaba probando: la composición pictórica y donde Renee
Maria Falconetti encargaba una de las actuaciones más arrebatadoras del
cine.
Tocaba premiar la superproducción seria (se empezaba a gestar la política de estudios) y de ahí que triunfase Sin novedad en el frente. Mientras tanto y en Francia un genio llamado Buñuel presentaba La edad de Oro, otra exquisita muestra de surrealismo tras Un perro andaluz en la que se escenificaba el amour fou.
¿Tú crees que verías Cimarrón, uno de los primeros westerns de gran presupuesto, si no fuera porque ganó un Oscar? ¿Qué me dices en cambio de M, el vampiro de Düsseldorf, la película que mejor expresa la inhumanidad de la masa cuando el ser humano actúa en grupo?
Los estudios, ya fuertes, plantan una película coral de actorazos (Greta Garbo, John Barrymore, Joan Crawford) en Gran Hotel. Pero Howard Hawks y Richard Rosson plantaban Scarface, el terror del hampa.
La primera gran obra del género gánster y una de esas ocasiones en las
que sospechas que sus directores estaban más en contra que a favor del
sistema.
Vale que eran momentos aún de gestación del galardón más popular del
séptimo arte, pero ni por esas lo vamos a olvidar. Nos parece
imperdonable que al bueno de King Kong lo pasara por encima Cabalgata.
Por cierto, esta peli era de Frank Lloyd, realizador prolífico de la
época y uno de los fundadores de la Academia de las Artes y las Ciencias
Cinematográficas de Hollywood. Bien la imparcialidad.
No nos gusta desmerecer a Frank Capra, más cuando nos ha dado, como la oscarizada Sucedió una Noche,
uno de los títulos fundamentales de la screwball comedy. Pero es
nuestro trabajo recordar que ese mismo año W. S. Van Dyke filmó La cena de los acusados.
Estética oscura, diálogos chispeantes, unas despreocupadas tendencias
al alcoholismo… Parece que 1934 era el año de pasarlo bien. Al menos en
pantalla. No es como para reprochárselo.
Otro premio a Frank Lloyd, que en estos momentos presidía la Academia. Al menos fue a Motín a bordo,
la que está considerada la mejor película de y una gran aventura
marítima de esas que ensalzan valores muy cívicos y tienen gran discurso
final. Los hermanos Marx le plantaban al mundo entonces Una noche en la ópera,
y eso significa la escena del camarote. Sintiéndolo mucho, nos llama
mucho más lo que pasa en este barco en cinco minutos que en el otro en
sus más de 2 horas.
Poco puede hacer El gran Ziegfeld frente a Tiempos Modernos,
Chaplin contra el fordismo, defendiendo a los hombres que apenas son un
eslabón más en la cadena de producción capitalista y hacerlo
divirtiendo al espectador. No vamos a descubrirte a Chaplin, así que no
nos extendemos más.
Qué pequeña se hace La vida de Emile Zola frente a La fiera de mi niña,
ese momento en el que Howard Hawks demostraba que las situaciones más
cotidianas podían transformarse, sin previo aviso, en un complicado y
divertido juego de sentimientos.
Cuando no deben dárselos, se los dan. Frank Capra se ganó la estatuilla con Vive como quieras el mismo año en el que Jean Renoir, uno de los maestros del cine, se presentaba en la ceremonia con La Gran Ilusión
bajo el brazo, una conmovedora película sobre los problemas de
identidad nacional y de clase que podría haber sido la primera película
de habla no inglesa en llevarse el premio. Patriótico para los de
izquierdas, antibelicista para los de derechas, con esa aparente
sencillez y su definitiva complejidad Renoir logró ponerse muy arriba en
el podio de autores de cine.
¿A ti qué te apetece más ponerte en fiestas? ¿El Mago de Oz o Lo que el viento se llevó?
No importa, aunque la película ganadora le dio el primer Oscar, de
secundaria, a una actriz negra (Hattie McDaniel), la de Judy Garland
tiene otro mérito añadido: haberse convertido en un icono para la
comunidad gay.
Rebecca vs Las uvas de la Ira. Un Hitchcock muy por los suelos frente a un John Ford tocando techo.
Qué verde era mi valle es una absoluta obra maestra
del género pastoral. Pero tal vez los encargados de premiar el mejor
cine al otro lado del Atlántico deberían sopesar cuándo se da la extraña
circunstancia de que tienen que premiar por igual a dos obras, que si
una de ellas queda fuera del podio estaríamos ante una tremenda
injusticia. Nos referimos a Ciudadano Kane, a sus planos, a su ingenio narrativo y a la trascendencia en el resto de directores venideros.
Es La señora Miniver otro gran filme de propaganda en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Ser o no ser,
con la guerra también de fondo, pretendía reflexionar con mucha comedia
de por medio sobre las terribles formas del nazismo. Eso mientras se
confunde al espectador sobre lo que es real y lo que es ficción dentro
de la propia historia.
Son malos tiempos, en general, para el cine, pero Casablanca
se alza como mito fílmico llevándose el merecido premio. De la cosecha
de 1943 destaca, también, otra joya de Renoir en el exilio, Esta tierra es mía,
en la que hacía un conmovedor y humano panfleto en favor de la
democracia en un momento en el que muchos de los ciudadanos de las
naciones aliadas habían perdido la ilusión en el sistema.
Siguiendo mi camino, cine del que agrada con curas buenos y mensajes amables, es lo que se premió en los Oscar de 1944. Perdición,
de Billy Wilder, es un clásico del cine negro de soberbia dirección
cuya historia, bastante rompedora para la época, era justo lo que debían
castigar los académicos. Se llevó al final la victoria moral.
Días sin huella ha pasado a la historia como el mayor alegato contra el alcoholismo, pero Roma, ciudad abierta
es la mejor película contra el fascismo. Y además juega en casa.
Rosselini, uno de los inventores del neo-realismo siembra aquí otro
brote estilístico que muchos continuarían después y también le da al
público, a su pueblo, un durísimo espejo en el que reconocerse.
En mitad de un convulso período de asentamiento de valores políticos,
una película cambió para siempre la forma que la nación estadounidense
tenía de verse a sí misma: Qué Bello es Vivir, de Frank Capra. Porque, por encima de Los mejores años de nuestra vida, la de Capra y James Stewart sí que era una película con alas.
El antisemitismo fue el tema protagonista de este año. La barrera invisible,
de Kazan, busca poner el foco en el ese subterráneo cáncer
interiorizado por la mayoría de ciudadanos, tal vez sin saberlo. Al otro
lado de los reconocimientos estuvo La dama de Shanghai,
un proyecto que se tuvo por fallido de Orson Welles pero que nosotros
vemos como un bellísimo accidente tal vez más eficaz por lo que yerra
que por lo que intenta acertar. Ah, y la secuencia de la sala de espejos
es, simplemente, demasiado.
Las zapatillas rojas fue una película de corte
surrealista que revolucionó algunas cuestiones cromáticas en su día. Una
exquisita oferta de Powell y Pressburger que se ha ganado su puesto
como mito de Fausto transmutado en tragedia musical más vibrante (y
cursi) que podrás ver jamás. Ganó Hamlet, de Laurence Olivier. Bueno.
El político, triunfadora de esta edición de los
Oscar, es en verdad una película más que recomendable (ese ritmo
endiablado, esa justa mesura en cuanto a la vertiente de denuncia) pero
El tercer hombre de Carol Reed despuntó sobre sus coetaneas, uno de los mejores títulos del cine británico
y una de esas películas en la que los espacios (los hombres y la
ciudad, los interiores y los exteriores) son la gran fuerza que hace que
converja todo.
Nos encanta, nos emociona incluso el premio a Eva al desnudo,
de Joseph L. Mankiewicz, la obra que camufló sólo lo justo la
homosexualidad de Broadway y de paso hacía un bonito juego metanarrativo
(los actores se estaban interpretando a sí mismos). Pero bueno, que ahí
está también Rashomon, tal vez la mejor película sobre la idea de justicia jamás filmada.
En Hollywood siguen muy a tope con la magia del baile y le dan todos los premios a Un americano en París.
Mientras tanto, Billy Wilder dejaba apartado su registro cómico para
sumergirse en un duro retrato del egoísmo humano en forma de pacto de
poder que se da entre la prensa y la política. No hace falta que vengas a
decirnos a los periodistas que no tenemos ética, que ya nos dejó el
recado antes Wilder en El gran carnaval.
A Hollywood le encanta más que a nadie el buen ejercicio de
ostentación visual, más en los tiempos de las megaproducciones. Ese año,
en concreto, el circo de El mayor espectáculo del mundo, de DeMille, pero, ¿No prefieres la jovialidad y el ánimo coreográfico de Cantando Bajo la Lluvia?
Aunque disimulasen, es muy posible que los académicos ya supieran
entonces que la mejor película y las mejores actuaciones no estaban en De aquí a la eternidad. No, estaban en Cuentos de Tokio,
de Ozu, para muchos, la película más revolucionaria de la época, una
que de verdad descubría otra forma de filmar, de mirar y de sentir.
Aunque sólo sea por los planos-almohada…
En realidad, los académicos no lo tenían difícil. No costaba nada haber nominado a La ventana indiscreta,
una de las películas dirigidas para el gusto cinéfilo estadounidense
que mejor les hablaba de su propia filia por el voyeurismo. Pero ni
siquiera estaba nominada a mejor película. Al menos ese año ganó un
hermoso cuento sindical de Kazan, La Ley del Silencio.
Los hijos, nietos y bisnietos de aquellos años no conocemos nada de Marty,
película oscarizada con la que Delbert Martin Mann se ganó también en
su día la Palma de Oro en Cannes. Pero algo sí que nos suena de Rebelde con Causa.
No importa cuánto de festín para los sentidos tenga La vuelta al mundo en ochenta días, la épica travesía de un Phileas Fog interpretado por David Niven. Lo único que sabemos es que Centauros del Desierto
es uno de los mayores hitos fílmicos. En su política de desmerecer el
género western perdieron la oportunidad de premiar (una vez más) a Ford y
de reconocer que su forma de premiar a las películas era viendo lo que
se escondía en ellas más allá de la forma.
El puente sobre el río Kwai es una de las más insignes películas del cine para padres. Otra opción que puede aportarte más satisfacciones es El séptimo sello,
para muchos, la puerta de entrada al cine de Bergman, un cineasta
esencial y uno de los más expertos artistas en guiar al espectador a lo
más hondo del angst vital.
Esta vez, en cómo podemos pasar de Vértigo,
Hollywood obvia una mezcla de thriller y psicodrama de impresionante
complejidad considerada por muchos críticos la mejor película del
cineasta para premiar con 9 Oscars a Vincente Minnelli con su
extravagante pero modesta Gigi.
Para esos que dicen que la nouvelle vague le tira para atrás porque
es muy intelectual, desordenado y sin argumento, recomiéndales Pickpocket,
de Robert Bresson. Si la ven y el dinamismo logrado por esa economía de
medios no les ha maravillado, si siguen en sus trece, diles que se
pongan Ben-Hur, que es la que se llevó la estatuilla ese año.
Es aquí donde todos los amantes de Billy Wilder, Shirley MacLaine y
los sueños (y espejos) rotos vienen a poner el grito en el cielo. Pero
sí, a nosotros nos parece mucho más revolucionaria Psicosis que El Apartamento.
En la línea de obras de Hitchcock que la academia se olvidó de premiar,
una de las historias que más ha transformado la mirada del espectador
(imagínate estar en aquella época y ver que matan a la protagonista… ¡a
mitad de película!) y una obra canónica en eso que podríamos llamar el
cine freudiano. También el que debe estar en el top 3 de posters
cinéfilos vendidos en El Corte Inglés.
El concepto musical de peleas de bandas no puede fallar, y por eso la academia justamente le dio la estatuilla a West Side Story. Pero sinceramente, fue mucho más relevante El año pasado en Marienbad,
experimento fantastique de Resnais en terreno de ensueños, recuerdos y
autoimagen. “Eres como una sombra y esperas que me acerque”. Delirio.
Da lo mismo cualquier punto bueno (los tiene, por supuesto) que podamos sacarle a Lawrence de Arabia. Matar a un ruiseñor
es una de las películas más definitivas sobre el coming of age y una
aguda crítica al racismo, de las que calan y educan sin adoctrinar.
Tom Jones u Ocho y medio. Qué me dices.
Dan ganas de prepararse un té y ponerse una elegante pamela un viernes noche para ver My Fair Lady,
una película con tanto talento en todos sus departamentos y una
historia tan adictiva que entendemos que los académicos premiasen la
cinta de George Cukor. Una pena que, por favorecer el musical se dejasen
el soberbio remake de Yojimbo que es Por un puñado de dólares. Sergio Leone en estado de gracia.
¿Sonrisas y Lágrimas? ¿Dos musicales consecutivos llevándose el gran premio? Pues nos pasamos a Repulsión,
de Polanski, y al cine desasosegante. No es fácil hacer bien el drama
psicológico a la vez que el físico, y las mil maneras con las que en
este filme vemos y tocamos a Carol aka Catherine Deneuve, son sólo
propias de un maestro.
A los Premios Oscar les dio por premiar teatro inglés. Un hombre para la eternidad
es ese cine sobrio y prudente cargado de grandes actuaciones dentro del
canon británico. Por aquella época también salió a la luz Blow-Up (Deseo de una mañana de verano),
una de esas películas que, además de haber sido la introducción a la
cinefilia de millones de adolescentes con ínfulas artísticas, es el cine
alegórico de Antonioni para disimular un thriller en un discurso sobre
la alienación de la juventud en tiempos modernos. Carlos Boyero la tildó
de insoportable.
Ganó la denuncia social de En el calor de la noche,
pero en nuestros corazones somos más de recordar a Mistress Robinson y
sus encantos, que nos sedujeron a nosotros y al joven y perdido Dustin
Hoffman en El Graduado. Sin El Graduado no habríamos tenido Academia Rushmore, así que tú decides.
Oliver es un cándido drama musical dirigido por
Carol Reed en 1968 que arrasó en el certamen cinematográfico. También es
la película que le quitó (junto al resto de contendientes) el premio a 2001: una Odisea en el Espacio,
la revolucionaria película de Stanley Kubrick tan menospreciada (en el
sentido estricto de la palabra, suponemos que no sabían a lo que se
estaban enfrentando) que ni siquiera fue nominada aquel año a Mejores
Efectos Visuales.
Aunque ganó la bienintencionada desmitificación del sueño americano que es Cowboy de Medianoche, había una película que no sólo cuestionaba lo heredado sino que también lo hacía saltar por los aires. Hablamos de Easy Rider,
el largometraje que marcó el comienzo de eso que se ha llamado el nuevo
Hollywood. Si no la premiaron fue porque era demasiado áspera, casi
antisistema para los estándares del cine comercial en su momento.
¿Qué tal un poco de propaganda? ¿Qué tal subirle la moral al pueblo
americano ahora que lo de Vietnam no va especialmente bien? Eso es lo
que significó el premio de aquel año a Patton. Pero
Robert Altman, de siempre un superdotado del guión técnico, hacía un
poco lo contrario que la película que acabaron encumbrando los
académicos. Una crítica, desde la mirada bélica, a lo que los
estadounidenses habían llevado al sudeste asiático. ¡Y eso que M.A.S.H. también estaba nominada! Tal vez pensaron que era demasiado pronto para darle el premio a un semidesconocido.
Para este año de French Connection Contra el imperio de la droga le pasamos el testigo a Despertar en el Infierno,
la loca epopeya australiana de Ted Kotcheff cuyo realismo sucio y drive
mental nos lleva directos a la revelación de que el infierno somos
nosotros mismos.
No, si ha ganado el Padrino nosotros no vamos a ofrecer aquí ninguna alternativa. Venga, acúsanos en los comentarios de falsa publicidad.
¿Fue 1973 uno de los años más duros en cuanto a competición a Mejor Película? Ganó El Golpe, pero… ¿es mejor que El Exorcista o American Graffiti? Aún con esas, el filme de culto Malas Tierras de Terrence Malick se quedó fuera de categoría. También Malas Calles, el revelador debut de Scorsese.
El Padrino. Parte II ganó y así se queda. Sí.
¿Qué te lleva a votar antes a Alguien voló sobre el nido del cuco que a Tiburón?
El miedo. El miedo a reconocer que algo tan básico puede haberte
provocado sensaciones tan profundas. El surgimiento del blockbuster, Rob
Scheider y el bicho que hizo que una generación no volviera a mirar de
igual forma lo que subyace a la superficie marina bien valen un premio.
Grande es el culto a Rocky, pero más grande aún fue en su momento Network, un mundo implacable.
La película definitiva sobre periodismo que deberían ponerle, muy por
delante de Todos los hombres del presidente (que también competía ese
año), a los estudiantes de ciencias de la información del mundo entero.
Si la ves a día de hoy, verás que lo que cuenta está de rabiosa
actualidad. Seguro que Dan Gilroy, el director de Nightcrawler, está con
nosotros. Por cierto: ¿sabes qué otra se quedó también fuera? Taxi
Driver.
De acuerdo, Annie Hall fue todo un descubrimiento.
Pero mientras nos centremas en las neurosis urbanistas y el diálogo
ingenioso y existencialista se nos olvida honrar a una, sino la mayor,
película tributo a la era disco. Fiebre del sábado noche seguirá viva y muy arriba al menos en este rincón de la red.
Por mucho estima que le tengamos a Michael Cimino (y El Cazador es, probablemente, su mejor película) ese año Carpenter se cascó La Noche de Halloween.
Es decir, la cinta de terror que marcaría unos patrones en el género
(el plano subjetivo, la música minimalista, la sugestión antes que el
susto explícito) que todavía hoy en día se repiten y plagian hasta la
saciedad.
Muy bonita Kramer contra Kramer, el drama de lo duro
que es para un hombre criar a sus hijos en solitario (extraño tema que
le interesa tanto al cine, pero no su equivalente, en proporción, con el
otro género). Algo más emocionante es sin embargo Apocalipsis Now,
obra en la que Coppola dejó, además del bolsillo y la salud, una de las
más originales y emblemáticas obras bélicas (y, de paso, una peineta a
lo que supuso la Guerra de Vietnam).
Menudo dramón se plantó Robert Redford en su debut tras las cámaras, Gente Corriente. Ah, espera, estamos hablando del mismo año en el que se estrenó El resplandor. Ya sabes, la película de terror de Kubrick y una de la obras de culto más nutritivas de la historia del cine.
Seguro que te acuerdas de la escena de Carros de fuego. De los chicos corriendo por la playa con música de Vangelis. Pero seguro que no recuerdas nada más. Sin embargo, si has visto Das Boot. El submarino
(bueno, más que visto, si la has experimentado) seguro que no podrás
dejar de pasar por alto más de una escena y, en general, su total
inmersión, puro ensayo sobre lo que significa a varios niveles la
claustrofobia.
Gandhi es otro clásico premio a biopic academicista.
En el año de The Thing, Blade Runner y Tron. Tiene delito la cosa. Como
hay que escoger sólo una de estas tres gemas vamos a dárselo a Tron, que por todo lo que desarrolló a nivel técnico bien merece el homenaje.
La fuerza del cariño está dirigida por James L.
Brooks, el director de Mejor… imposible (!) y uno de los guionistas y
productores de Los Simpsons (¿?). De acuerdo, le echaremos un ojo.
Mientras tanto, nos quedamos con la que para nosotros es LA película de
1983, ese tour de force de Brian De Palma llamado El Precio del Poder. ¿No te pasa que te apetece escuchar un rato a Moroder y salir a disparar a rivales?
El adiós de Leone al cine, Érase una vez en América, no estuvo ni siquiera nominada a Mejor Película en un año que premiaron a Amadeus.
Aunque no hay consenso sobre si estamos ante una de las mayores obras
de arte del cine, sí lo hay ante que es una de las más hermosamente
filmadas radiografías del alma inmigrante (y criminal, y mucho más) de Estados Unidos.
Entonces no sabemos, pero hoy en día ver Memorias de África
se puede hacer una experiencia especialmente difícil si no tienes el
estómago recubierto de una capa antiacrimonia. Se hace más sencillo ver
ese delirio llamado Brazil y ofrecido por Terry
Gilliam. Una distopía sucia contraria al canon estilístico impuesto por
Hollywood que se presenta como la obra perfecta para trastornar para
siempre a tu sobrino o sobrina de 7 años.
Vietman seguía caliente y de ahí el premio a Platoon, de Oliver Stone. Contra tanta guerra, mejor un poco de amistad old-school como la de los protagonistas de Cuenta conmigo,
una de esas raras películas que se permiten conmover sin caer en lo
estomagante. ¿Y tú? ¿Eres un Cornie, un Chris, un Vern o un Teddy?
Cualquier premio a Bernardo Bertolucci nos parece correcto, aunque eso implique premiar El último emperador. Pero ese era el año de La chaqueta metálica.
Ya sabes, un poco de pesimismo y misantropía contra un mundo más
violento de lo que lo son sus personajes en la película. Que si no es
por la sonrisa de Patoso, que lo sea por los videos parodia del sargento
de artilleria Hartman.
Rain Man es barata. Es un premio a una película en verdad desalmada. Es lo peor que ha representado Hollywood de siempre. No como Agárralo como puedas,
una película con coraje, atrevida, que sobrepasó los límites de la
comedia absurda… y que fue pionera del meollo en el que el género derivó
años más tarde, en las spoof movies. Un tipo de películas que son,
verdaderamente, un sálvese quien pueda.
Nos cargamos sin miramientos a Paseando a Miss Daisy frente a Haz lo que debas.
Para una de las más grandes películas de denuncia que han creado
directores afroamericanos y van y la dejan fuera de competición.
Kevin Costner, el tema del genocidio de los americanos nativos y un lobo llamado calcetines (hablamos de Bailando con Lobos) le ganaron la partida a Muerte entre las Flores,
de los hermanos Coen. Una película en la que se homenajeaba a todo el
cine negro y se le daba un pequeño empujón, un espejo sobre el que
mirarse a todo lo que este género traería después. Ah, y Uno de los
Nuestros también se quedó fuera. Que también podrían haber premiado la
tercera parte de El Padrino, pero vamos a dejarlo estar.
Es cierto que El silencio de los corderos es una
buenísima película, pero lo que se jugaba en competición en 1991 era
otra cosa. Hablamos de la primera vez que una película de dibujos entra a
las nominadas a Mejor Película, con La Bella y la Bestia.
Habría sido un bonito gesto por parte de la Academia reconocer, por
fin, que esta forma de arte es eso, arte. Por cierto, desde aquí
animamos a los organizadores a dejar de segregar al cine de animación en
categorías paralelas.
Igual que la camiseta marinière y la chaqueta de cuero, el western
siempre vuelve. Esta vez lo puso de nuevo en circulación Clint Eastwood
en la muy notable Sin Perdón. De ese año es también Drácula de Bram Stoker (de Coppola), fiel adaptación con hallazgos visuales y también un Keanu Reeves que conquistaba a cualquiera.
La lista de Schindler es una importante (y
explotadora) película sobre el holocausto, otro espectáculo
perfectamente preparado de Spielberg para dejarse llevar por las
emociones y dar inicio a la fiebre del efecto digital de la corrección
de color para aislar un tono junto al blanco y negro. Pero hay otra
película de ese año que ha trascendido a lo largo de todos estos años
entre jóvenes y otros que no lo son tanto. Pesadilla antes de Navidad
es el referente indiscutible de los neogóticos, los frikis y demás
raritos. Unas preciosas escenas para su impresión en sudaderas y bolsos.
Una nueva sensibilidad.
¿Nos atrevemos a desbancar al Forrest Gump de Zemeckis? ¿Qué tal con un poco de culto? Sacamos al frente Pulp Fiction, de Tarantino.
Con cariño hacia sus fans y a Mel Gibson lo decimos, pero el triunfo de Braveheart es el triunfo de la masculinidad más irracional. En el año en el que, encima, Fincher se sacaba de la manga Seven, película cuyo final estará entre los 20 mejores de todos los tiempos.
El paciente inglés es cine lírico, sentimental… Sí sí, pero Fargo es comedia marciana y golpes de genialidad que incluyen trozos de Steve Buscemi en una trituradora de maderas.
El transatlántico de Titanic arrolló carteleras y recogidas de premios. Mucho más silenciosa fue la llegada de Carretera Perdida
a nuestras vidas, una presencia que no ha hecho más que aumentar como
lo debería hacer cualquier fuga psicogénica a lo más hondo del ser
humano que se precie.
Sí, parece que somos unos fanboys de los Coen, pero es que nos duele un poco que Shakespeare in Love le ganase a El Nota y su comedia absurda e incómoda. El nihilismo de El Gran Lebowski bien vale un ruso blanco y una estatuilla, o qué.
Uno de los hitos precursores de la ideología Mr Wonderful, La vida es Bella, le robó el justo premio a Edward Norton haciendo de nazi. No señor, ese premio tendría que haber sido para American History X.
¿Es el premio a Gladiador una forma de La Academia
de Artes y Ciencias Cinematográficas de intentar conectar con la
sensibilidad del público mayoritario de multisalas? En cualquier caso,
así dejaron fuera Memento, la obra consagratoria del
tótem Nolan, un pequeño anticipo del despliegue creativo que nos daría
en años venideros y también, junto con Following, su película más
espontánea, imperfecta y conquistadora.
Lo sentimos por Ron Howard y su Mente Maravillosa, si hubo una película que llegó a conectar con el público fue Moulin Rouge!,
su Fin de Siècle, su artificiosa imaginería y la oligofrenia fílmica de
Baz Luhrmann. El mejor folletín protagonizado jamás por Nicole Kidman, y
ojo, que hablamos de la actriz que protagonizó Todo por un sueño. Si no
te convence, recuerda que Ghost World también anda por ahí.
El Pianista. Porque el tándem Polanski- tísico Adrien Brody le gana de calle a las chicas de Chicago. Además, todo lo que sea humor negro, más en el contexto nazi, lleva puntos extra.
El premio a Mejor Película para la tercera parte de El Señor de los Anillos
nos suena más un reconocimiento a una importancia histórica por sus
nuevos métodos de producción que a la calidad artística. Le quitamos la
estatuilla y se la entregamos a Sofia Coppola, que ese año nos dio Lost in Translation,
la obra que ha copado el imaginario popular de la desubicación cultural
y que también nos ha dejado inolvidables escenas para todos los gustos.
Unos son más del abrazo de Johansson-Murray y otros, como nosotros, de romepa medias.
Million Dollar Baby es un justo ganador, más viendo el bajísimo nivel de ese año. Pero no nos importaría honrar Descubriendo nunca jamás.
¿Que por qué premiar un biopic algo desalmado y fabricado para la
temporada de premios? Porque es Johnny Depp en una película de mediados
de los 2000 haciendo de persona normal.
Para muchos, este es el año en el que Crash le ganó a Brokeback Mountain. Pero ey, nosotros, que somos de la tercera vía, escogemos Munich, el gran espectáculo (¿glorificación?) del ojo por ojo de Spielberg.
Infiltrados, adaptación de la hongkonesa Juego Sucio
por parte de Scorsese, es un premio indigno para este director. Por eso
mucho mejor habría sido premiar a la de aliento Sundance, Pequeña Miss Sunshine,
una familia que era todo carisma y una de las raras excepciones a la
norma de “si sale Michael Scott, será lo más gracioso de la película”.
Se puede ser fan de los Coen, como los académicos que honraron a No es País para Viejos,
y también querer a Paul Thomas Anderson, a quien cada vez valoran menos
desde la institución y a quien le vimos perder este año que presentaba Pozos de ambición, una bonita película sobre el valor de la amistad entre un cura y un amable emprendedor.
Slumdog Millionaire es un poco el La vida es bella
actualizada (además de defender, sin querer, la patraña meritocrática en
un mundo que empezaba a sufrir los efectos del atraco financiero). No,
nos quedamos, mucho mejor, con el buen slapstick y ecologismo del
adorable Wall-E.
Cualquiera de las nominadas (vale, tal vez menos Un tipo serio) de
ese año podría haber ganado sin problemas, ya que rascaban mismos
méritos como pieza artística. De ahí el premio a En Tierra Hostil. Así que… ¿qué tal pensar fuera de la caja y premiar la distopía y los bichejos adorables de Distrito 9? A estas alturas del partido, ya casi que podemos garantizar que es lo mejor que nos va a dar Neill Blomkamp.
¿Te acuerdas de El discurso del Rey? Creemos que su
director tampoco. Qué demonios, deberíamos pedirle explicaciones a Colin
Firth sobre por qué se puso a hacer de Jorge VI. No, hay en ese año una
joya de la que sí nos acordaremos las próximas décadas. Se llama Scott Pilgrim contra El Mundo
y en su hiperbólica dirección y diseño (cómic) de personajes se
contiene gran parte del sentir de los jóvenes de nuestro tiempo.
Qué bonita The Artist, cuánto nos gusta la
nostalgia, los franceses guapos y los perros bailarines. Casi tanto como
los neones, la apología de la violencia y Ryan Gosling. Elige bien,
elige Drive y quédate con los real heroes.
No tenemos casi nada en contra de Ben Affleck, ni siquiera cuando se pone en el papel de director como en Argo. Pero sí contra el cine academicista y un puntito panfletario, más si no eres Michael Bay. Looper
tiene viajes en el tiempo, gente que muere en diferido y un trío de
protagonistas (Emily Blunt, Bruce Willis y Joseph Gordon-Levvit)
insuperable.
La película buena de Steve McQueen era Shame, no 12 años de esclavitud,
pero claro, se olvidaron de premiarle en 2011 y algo había que hacer.
¿No llega mucho más un cuento sobre un hechizado universo futurista
fuertemente influenciado por la tecnología pero que se cuida de no ser
tecnófoba? Además, en Her te recuerdan que, si alguna vez te vas a liar con Scarlett Johansson, es porque está todo en tu cabeza.
Birdman o la exasperante intrascendencia de la
crisis de los 50. Al pájaro le gana sin problemas el solo de batería, la
pedagogía militar y el sobreesfuerzo. Whiplash es quite our tempo.
1927/28: En el principio estuvo la distopía
1928/29: La pasión de Renée Maria Falconetti
1929/1930: Buñuel frente a las superproducciones
1930/31: un Fritz Lang noir antes del cine negro
1931/32: la mafia llama a tu puerta
1932/33: cabalgata al Empire State
1934: comedias frente a comedias
1935: todo lo que hay en usted me recuerda a usted, exceptuándole a usted
1936: No, Chaplin no lo ganó
1937: la fiera de Howard Hawks
1938: Renoir, lo difícil hecho fácil
1939: juramos que la bruja del este nunca más volverá a pasar hambre
1940: el detalle y el lirismo de John Ford
1941: Ciudadano Welles
1942: reírse o no reírse contra el nazismo
1943: siempre nos quedará Renoir
1944: Billy Wilder, James M. Cain y Raymond Chandler
1945: Roma, herida abierta
1946: Qué bello es fracasar en los Oscar
1947: el bellísimo accidente de Orson Welles
1948: Zapatillas frente a Shakespeare
1949: la noria de Harry Lime
1950: la (in)justicia de Rashomon
1951: Wilder vs el periodismo
1952: Cantando bajo DeMille
1953: la revolución Ozu
1954: ¿La ventana qué?
1955: Rebelde sin premio
1956: La vuelta al western en 80 Fords
1957: jugando al ajedrez con la muerte
1958: Vertigigi
1959: Un ladrón de bolsillos contra Ben-Hur
1960: "Oye, Carmiña, que soy Hitchcok, que lo dejo"
1961: Resnais ya tal
1962: Atticus Finch killing an arab
1963:
1964: Sergio Leone revisitando Yojimbo
1965: qué dulce cantar que susurra el monte
1966: ésta a Boyero le encanta
1967: Jesus love you more than you will know
1968: Kubrick, una odisea en la Academia
1969: cowboys de carreteras secundarias
1970: el suicidio es indoloro
1971: amar Australia por encima de todas las cosas
1972: y si te quejas, te mandamos una cabeza de caballo
1973: el sindiós de 1973
1974: ¿no te ha quedado claro lo de la cabeza de caballo?
1975: alguien voló sobre Amity Island
1976: the eye of the tiger periodístico
1977: hasta Woody Allen bailaría disco
1978: San John Carpenter
1979: el horror vs el divorcio
1980: nopormuchomadrugaramanecemástemprano
1981: cacharros de fuego
1982: motos digitales contra Gandhi
1983: Tony Montana que estés en los cielos
1984: Leone y la canción de Cockeye
1985: Terry Gilliam, garoto de iPanema
1986: un lugar donde ser siempre chavales
1987: el último soldado patoso
1988: ZAZ
1989: paseando a Spike Lee
1990: muerte entre los nuestros
1991: la Bella y Hannibal Lecter
1992: si estaba bien hasta Annie Lennox...
1993: qué es, qué es
1994: Corre, Vincent Vega, corre
1995: jamás nos podrán arrebatar la ira
1996: el largo invierno de los Coen
1997: todo es lounge, menos mi vida, mi vida es más bien Lynch
1998: rusos blancos
1999: los dientes contra la acera
2000. Nolan antes de Nolan
2001: para mente maravillosa, la de Luhrmann
2002: Polanski y el ardor nazi
2003: atrapados en el tiempo que nos queda por vivir
2004: a ver, estábamos a punto de saltarnos las reglas... pero no teníamos un Padrino a mano
2005: ojo por ojo
2006: pequeño mr. Scott
2007: ambición no recompensada
2008: Pixar mejor que Boyle
2009: mejor premiar a Blomkamp antes que fuera Blomkamp
2010: el discurso de Scott Pilgrim
2011: Ryan Gosling sí que es un artista
2012: muertes en diferido en regimen de simulación
2013: más quisiera Siri
2014: a latigazos
2015
¿Que quién nos gustaría que ganase este año?
Via:Magnet
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