Por qué ‘Comanchería’ no debería ganar el Oscar

¿Un escocés rodando un western para Hollywood y optando al Oscar? ¡Venga ya! Si John Ford levantara la cabeza….


Como todos los años, CINEMANÍA inaugura su serie de artículos henchidos de razonamiento crítico con mala baba donde repasamos por qué todos y cada uno de los títulos nominados al Oscar de mejor película no se merecen ganar la estatuilla. Empezamos con Comanchería, de la que también puedes leer nuestra crítica de estreno aquí.
Lo suyo sería comenzar esta diatriba diciendo que un día en plena caza de brujas de la era McCarthy un conocido director de Hollywood con un parche en un ojo dijo eso de: “Mi nombre es John Ford y hago westerns”; pero todos nos sabemos esa historia. John Ford se llamaba John Ford y ha sido el mejor director de western de la historia (incluso el mejor director de cine, así a secas). Aunque Howard Hawks no los hacía nada mal, ni Sam Peckinpah, ni Clint Eastwood, ni Quentin Tarantino… Y qué curioso que todos tienen algo en común, todos son americanos. Básicamente porque el género western es un invento americano, como el jazz y la salsa carolina, y nadie lo sabe hacer mejor que ellos. Y ahora llega un escocés llamado David Mackenzie y se marca un neo-western casi de serie B, medio independiente, con buenos actores, mucho humor negro y un paisaje de Texas quemado por el sol… Sin embargo, a pesar de todas sus virtudes, la nominación al Oscar será lo máximo a lo que aspire esta película que ofrece mucho menos de lo que parece.

Una de (clichés) vaqueros


Cuatro tipos duros. Dos ladrones de bancos por un lado. Dos rangers de Texas por otro lado. Los cuatro son gente dura, castigada por el soleado y polvoriento sur de Estados Unidos. Beben cerveza agarrando el tercio por el cuello, con la maestría de un vaquero, claro. Llevan camisas holgadas, botines, sombreros, duermen en los porches, disparan sin preguntar, escupen y maldicen entre dientes. El indio, el viejo que sabe más por viejo que por diablo, el joven asilvestrado y su hermano el astuto. No solo hemos visto muchísimas veces a estos personajes moverse por calurosos paisajes del oeste americano, si no que el director, Mackenzie, no pone ningún remedio y exagera cada rasgo para restregarnos que sí, que su película es una revisión del western más sucio. Nadie duda de la portentosa mano para rodar escenas de acción o la capacidad de Taylor Sheridan (guionista de Sicario) para elaborar esos diálogos entre machos que marcan varias escenas clave del filme, pero a una película ganadora de Oscar se le pide algo más de riesgo, una narración más estimulante, un tono, aunque solo sea en el carácter de los personajes, poco familiar.

Solo son polis contra cacos


La película quiere ser una profunda crítica al abuso de los bancos contra las clases bajas. Ambos hermanos interpretados por Chris Pine y Ben Foster sólo están tratando de salvar la granja familiar que les será robada por los mismos bancos a los que deciden robar para precisamente pagar la injusta deuda. Un maravilloso argumento que podría haber sido construido con el tono laberíntico y negro que solo le sale bien a los Hermanos Coen. Pero Mackenzie está a años luz de los directores de Fargo. Al final todo ese discurso sobre el capitalismo atroz, el pobre robando al rico y esas convicciones que hacen de los ladrones, héroes no tienen demasiado peso en la historia. Al final Mackenzie lo que hace es una divertida película que se sostiene con una carrera contrarreloj de policías contra ladrones.

Jeff Bridges se hace un Marlon Brando


A la mayoría de la crítica se le ha caído la baba con la interpretación de Jeff Bridges. Es evidente que su presencia es portentosa, que su carisma es indiscutible y que cada plano mejora con su careto destacando en el encuadre. Pero ojo, esta profesión de actor, es engañosa. A veces solo basta con repetir la misma frase de distinta forma para dar el pego de que se está haciendo la interpretación del momento y otras veces  sólo es necesario recurrir a viejos iconos y repetir personajes. Es indiscutible que el personaje de Bridges, Marcus, tiene un parecido razonable con el Vito Corleone de Marlon Brando… En su forma de hablar, en su lentitud, en sus sentencias… Si hasta parece que se ha puesto dos bolas de papel en la mandíbula para que su Ranger tenga el mismo efecto que el padre de la Mafia. Y ya que nos ponemos hay que reconocer que Chris Pine es demasiado guapo para interpretar a un desesperado padre de familia. Ya le pueden dejar la barba o el bigote, ensuciarle la cara o ponerle un par de manchas de aceite en la cara, Pine es un actor demasiado perfecto para un papel que requiere fealdad, oscuridad y suciedad.

¿Dónde se han metido las mujeres?


Mira que es difícil no pasar el test de Bechel a estas alturas de la película. Pues bien, Comanchería ni siquiera se acerca al aprobado. El primer personaje es una trabajadora del banco suficientemente fuerte como para plantar cara a estos dos ladrones… Pero y a partir de ahí apenas aparecen la ex mujer del personaje de Pine, una recepcionista de hotel que acaba acostándose con el hermano rebelde y dos camareras una de muy mala leche y otra de lo más generosa y dulce. Y ahí se acaba la participación de la mujer. Nos podrán tachar de políticamente incorrectos pero este tipo de detalles no son solo políticos, un personaje femenino en cualquiera de los dos bandos, el de los polis o el de los cacos, le daría otra perspectiva muy distinta y más estimulante a este western repleto de hombres duros. ¿O acaso hay un personaje más absolutamente maravilloso que la policía embarazada interpretada por Frances McDormand en Fargo?

¿Un clímax a la altura? Pa’ qué…



Comanchería tiene momentos de violencia desatada. Esa paliza del hermano listo a un imbécil que pretende intimidar al hermano menos listo es digna de aplauso lento. Los golpes le duelen al espectador, la pólvora les estalla en la cara, la sangre mancha las camisas de los que la están viendo… Las carreteras interminables, la policía pisando los talones de los dos policías y cuando llegan los últimos 20 minutos ni rastro del clímax. Todo se resuelve de forma natural, sin un golpe de emoción destacable, y ese naturalismo juega en contra de un drama que pide una intensidad distinta en los momentos más dramáticos. Se echa de menos esa noche anterior a la guerra en  la que el tensión ahogaba todos los planos, como esa noche en la que John Wayne, Dean Martin y Ricky Nelson esperan al hermano de Joe Burdette en Río Bravo. La atmósfera irrespirable, los nervios, la terrible calma antes de que estalle la tormenta. Nada de esto está en Comanchería y por ese motivo los disparos certeros apenas pueden llegar a emocionar al espectador.
Via;cinemania

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