La caza del Jack Ryan perfecto: un viaje por las adaptaciones en cine y televisión del héroe creado por Tom Clancy
Puede que, de entre todas las sagas protagonizadas por espías, la que gira en torno a las aventuras de Jack Ryan sea una de las más infravaloradas o, cuanto menos, una de las tratadas con mayor condescendencia.
Lo cierto es que no escasean los motivos para que sea así. Su creador, Tom Clancy, era un cafre empeñado en proclamar a EE.UU. como el mejor país del mundo mundial cada dos frases, y cuyo nombre se ha convertido en una marca comercial que ampara tanto juegos de caudal ideológico sucesivamente más terrorífico como novelas situadas en una España sacudida por la guerra civil que inevitablemente ha acabado estallando entre vascos, catalanes, castellanos, andaluces y gallegos —el libro existe, se llama 'Equilibrio de poder', y es aún más delirante de lo que parece.
Con estos mimbres es difícil conseguir ese James Bond orgullosamente estadounidense al que Tom Clancy llegó a dedicarle en vida hasta veinte novelas, pero quizá el panorama no sea tan deprimente como parece.
Y del que hemos de llegar a concluir que, al igual que en la saga 'Misión: Imposible', no cuenta con una sola película mala en su haber. Comprobémoslo.
'La caza del Octubre Rojo' ('The Hunt for Red October', 1990)
A este intérprete le tocó lidiar no sólo con un Connery de tupé millonario y absoluto magnetismo escénico, recién llegado de ganar el Oscar por 'Los intocables de Eliot Ness' y de interpretar al padre de Indiana Jones en 'La última cruzada', sino también con la escritura menos agradecida de Jack Ryan.
En esta primera entrega ya vislumbramos las características fundamentales de este personaje —apego al entorno familiar, integridad a prueba de bombas, renuencia a entrar en acción porque "sólo es un analista, y no hace estas cosas"—, pero las encontramos bañadas en una pátina de arrogancia y sentimiento de superioridad frente a sus compañeros de trabajo que consiguen que el tipo acabe cayéndonos bastante mal, sensación agravada al compararlo con el noble Ramius —para quien lo más importante es el bienestar de su tripulación—, y cuando cerca del final de la película vemos cómo mata a sangre fría a un espía ruso sin siquiera pestañear.
No es tanto culpa de Baldwin como de un guión que, sin dejar de ser la soflama pro-norteamericana que es —y que no dejará de ser el resto de la serie en ningún instante—, gusta de administrar suficientes retazos de ambigüedad a lo largo de la trama, de modo que los estadounidenses sean mostrados como fríos profesionales, las verdaderas intenciones de Ramius tarden en ser aclaradas, y la persecución entre submarinos que constituye la totalidad del film sea, por muy difícil que parezca, de lo más entretenida.
Porque sí, la trama de 'La caza del Octubre Rojo' se reduce a un militar soviético empeñado en desertar y unirse al bando de los EE.UU. con la esperanza de que allí le den la bienvenida al "Nuevo Mundo" —tal y como se la da Ryan en una escena de gran vergüenza ajena que, a pesar de todo, funciona—, y el desarrollo de ésta es tan estimulante que acaban acogiendo bastante poca importancia los muchos reparos que se le puedan poner.
Que si lo ridículos que son todos esos intérpretes anglosajones hablando con acento ruso, que si lo irritante de los coros de Basil Poledouris —ahora que ya ha pasado el tiempo, ¿se puede decir por fin que esa banda sonora es intolerable?—, que si la escena en la que Ryan salta del helicóptero al submarino está muy bien rodada, pero ni por ésas consigue que no deseemos que el tipo se ahogue...
Da igual, 'La caza del Octubre Rojo' es un thriller modélico, con un equilibrio entre todas sus partes que, lamentablemente, nunca volvería a darse en la saga.
'Juego de patriotas' ('Patriot Games', 1992)
Este oportunista plegamiento a la realidad sociopolítica volvería a darse en la saga de Jack Ryan, pero nunca como a principios de los noventa, cuando los EE.UU. sacaban pecho, triunfantes, y se antojaba urgente darle continuidad a la carrera de uno de sus más voluntariosos paladines. Sin embargo, ahora que los soviéticos no eran un peligro, ¿a quién se enfrentaría Jack Ryan?
'Juego de patriotas' supuso la entrada en la saga de Phillip Noyce y Harrison Ford una vez se retiraron McTiernan y Baldwin —de hecho, tras 'La caza del Octubre Rojo' sólo repetiría James Earl Jones interpretando a James Greer, mentor del protagonista y director de la CIA—, y también la consolidación de Jack Ryan como protagonista de su propia serie.
A partir de entonces, todas las historias girarían en torno a él, y 'Juego de patriotas' se reveló en ese sentido como una transición quizá demasiado aparatosa. Tras su rol secundario en el film de McTiernan, la secuela correspondiente no se centraría en una nueva misión, sino en el propio Ryan, su familia, y el acoso que éstos sufrían a manos del IRA.
De esta forma, y aunque a Clancy le fastidiaran los cambios tanto como para desentenderse de la producción, el desencadenante de 'Juego de patriotas' obtenía un mayor potencial dramático al tener que sacar a Ryan de su tranquilo retiro en pos de la seguridad de su familia.
Tras frustrar un atentado terrorista mediante una prototípica secuencia de apertura en la que un ciudadano se toma la justicia por su mano, los Ryan se ganan para siempre la enemistad de Sean Miller (Sean Bean), empeñado en vengar la muerte de su hermano. El pobre Jack, a consecuencia de ello, tendrá que volver a la CIA, y hacer lo posible para detenerlo. Y ya está, ése es el argumento.
Es posible que nos encontremos ante la película de Jack Ryan que más difícilmente logra disimular su inherente estupidez —debido, también, a que es el film con el argumento más simple de todos, con bastante diferencia—, y al que más le cuesta compensar sus extenuantes dos horas de duración, pero eso no significa que sea una obra carente de virtudes. Y eso sobre todo se debe, como no podía ser de otro modo, al fichaje de Harrison Ford.
El actor, a partir de sus habituales herramientas —levantar el dedo índice, poner cara de buen chico con un leve rictus canallita en los labios—, consigue hacer suyo el personaje de Jack Ryan. Elimina también, casi por completo, ese ademán vanidoso de Baldwin, y le dota de cierta humanidad, subrayada en diálogos tan sensacionales como aquél en el que le preguntan "¿Acaso podemos estar seguros de algo?", y Ryan responde "Sí, del amor de mi hija". Tal cual, sin que se le escape la risa ni nada.
Gracias a esto, a un Samuel L. Jackson que pasaba por ahí, y a un clímax sucio y frenético donde Noyce enseña sus mejores cartas y Ryan demuestra que sigue siendo un bastardo torturando a uno de los terroristas, 'Juego de patriotas' no deja en ningún momento de ser un film pedestre y mucho más pobre que 'La caza del Octubre Rojo', pero consigue conservar gran parte de su diversión.
'Peligro inminente' ('Clear and Present Danger', 1994)
La apuesta más íntima y visceral de 'Juego de patriotas' había salido bien, pero las comparaciones con la grandeza de 'La caza del Octubre Rojo', en las que el film de Noyce no salía muy bien parado, convencieron a sus responsables de adaptar otra novela que fuera mucho más compleja y mucho más ambiciosa.
Así tomó forma 'Peligro inminente', y la saga confirmó que su leitmotiv, más que refrendar la hegemonía mundial de los EE.UU., era sacar a Jack Ryan de su zona de confort. De forma constante, y cada vez más espectacular. James Greer ha de ser hospitalizado debido a un cáncer —James Earl Jones abandonaba la serie tras tres películas— y Jack Ryan, su hombre de confianza, se convierte en subdirector de la CIA en plena crisis derivada del narcotráfico de Colombia.
En su lucha contra Ernesto Escobedo (Miguel Sandoval, en un remedo poco sutil de Pablo Escobar, muerto durante el rodaje de la película), nuestro héroe no sólo tendrá la oportunidad de ver cómo nuevamente los personajes no angloparlantes dejan su idioma materno a los 15 minutos de metraje para pasar a hablar un perfecto inglés —sucede en casi todas las entregas de la saga, sin explicación alguna—, sino que también conocerá al agente John Clark (Willem Dafoe), un personaje recurrente en la obra de Clancy al que éste siempre definió como "el lado oscuro de Jack Ryan".
Pero sólo es la parte más ilustrativa de un film que, desde el principio, trata de poner a Jack Ryan por primera vez en problemas. En auténticos problemas. Claro, ya otras veces Ryan había tenido que recurrir a la violencia aun cuando a él lo que de verdad le interesaban eran las estadísticas y la historia naval, y por eso 'Peligro inminente' debía golpear donde más le doliera: en su patriotismo.
Cuando tenía que defender a Ramius, o proteger a su familia de los terroristas, Ryan nunca dudaba de que estuviera haciendo lo correcto, o de que su lealtad no estuviera del lado que tenía que estar. Esto deja de ser así en 'Peligro inminente', cuando el protagonista descubre que el gobierno estadounidense está detrás de un ejército paramilitar afincado en Colombia que, bajo el pretexto de acabar con el narcotráfico, recurre a unas tácticas que contemplan despreocupadamente el asesinato de civiles.
Como pese a todo Ryan es un marine, deberá viajar a Colombia a rescatar a esos soldados, abandonados a su suerte por la Casa Blanca tras ser descubiertos, pero al volver se encontrará con una situación de lo más jugosa.
Y es que Ryan, pese a las amenazas de sus superiores —y el propio libro de Clancy, donde decide callarse en pos de un bien mayor—, acabará testificando y revelando toda la verdad al Congreso, otorgándole un desenlace de gran impacto a un film simple y llanamente fabuloso —el mejor de toda la saga de Ryan—, dejando al protagonista en una situación muy angustiosa que a buen seguro íbamos a querer ver cómo se desarrollaba en el futuro. Pero no pudo ser.
'Pánico nuclear' ('The Sum of All Fears', 2002)
En la segunda mitad de los noventa se produjeron varios intentos de adaptar nuevas novelas de Clancy, manteniendo tanto Noyce como Ford cierto interés en retomar el personaje, pero acabó pasando tanto tiempo, y tantas tentativas frustradas, que una posible secuela de 'Peligro inminente' dejó de tener sentido.
Cuando, además, Ford se desentendió de Jack Ryan, pareció claro que la única opción era dar al botón de reinicio, y presentar al analista de la CIA a una nueva generación de espectadores, con un nuevo rostro. Ben Affleck, treinta años menor que Ford, fue elegido, y en torno a él la historia de 'Pánico nuclear' comenzó a acoger visos de esa precuela que debió haber sido 'Juego de patriotas' pero que, también por cuestión de casting, se quedó en el camino.
De este modo, el público ahora podría conocer a Ryan al comienzo de su carrera, justo cuando acababa de iniciar un romance con Cathy Mueller, mujer con la que posteriormente tendría dos hijos, y que aquí, tras Anne Archer y Gates McFadden, sería interpretada por Bridget Moynahan.
Sin embargo, 'Pánico nuclear' renunciaba de forma voluntaria a mantener una mínima continuidad con la trilogía anterior en descargo a conservar los detalles más impactantes de la novela. Por ello, Jack Ryan conocía a John Clark (Liev Schreiber, digno sucesor de Dafoe) varios años antes de que lo hiciera en 'Peligro inminente', además de meterse en el mayor embrollo de su vida sin que previamente se hubiera hecho una mínima referencia a ello.
En la novela original de Clancy, los terroristas que planean desatar un conflicto entre Rusia y EE.UU. que desemboque en un infierno nuclear eran islámicos —algo que fue cambiado dentro de la película a cuenta de los neonazis— pero, contrariamente a lo que se pensó entonces, este cambio no se debió a los atentados del 11-S que se sucedieron en medio del rodaje.
Bien al contrario, todo fue cosa de Robinson, que no consideraba creíble que los terrorista islámicos pudieran hacer estallar una bomba nuclear en territorio norteamericano, y quiso cambiar este detalle en el guión. Una ocurrencia tristemente irónica, que no obstante condujo al aspecto más sugerente de un film, por lo demás, militantemente correcto: la visualización de unos EE.UU. vulnerables, expuestos y lejanos al esplendor que preconizara 'La caza del Octubre Rojo'.
La escena en la que una bomba nuclear estalla en Baltimore, y todo lo que le sigue —cambiando para siempre la fotografía a un tono azulado, casi deshumanizado, enmarcando numerosos paisajes de desolación absoluta—, forma parte primordial de la imaginería de Jack Ryan, así como el ocurrente personaje interpretado por Morgan Freeman, William Cabot, capaz de adueñarse de la función en los breves minutos que aparece.
'Jack Ryan: Operación Sombra' ('Jack Ryan: Shadow Recruit', 2014)
Los productores no vieron viable seguir por ese camino, de forma que la siguiente película tardó en concretarse, nuevamente, cerca de una década. Cuando lo hizo, tuvo que ser en forma de un nuevo reboot. 'Operación Sombra' es importante no sólo por tratarse de la última incursión, hasta ahora, de Jack Ryan en el cine, sino porque es la primera donde los atentados del 11 de septiembre desempeñan un papel específico —y no accidental, como ocurrió en 'Pánico nuclear'— dentro de su narrativa.
Éste es bastante similar, por cierto, al de 'El francotirador' de Clint Eastwood —su nombre tenía que aparecer en este texto—, pero se ajusta perfectamente al perfil de la criatura de Tom Clancy, ahora interpretada con discreto oficio por Chris Pine, y si bien no le provee de mayores aristas, sí que acierta al reubicar su lugar en el mundo. Concretamente, en uno post-11S.
Asimismo, este film también es el primero en no basarse en ninguna novela previa de Clancy —significativamente, el autor estadounidense falleció al poco de empezar el rodaje—, y su argumento hubo de nutrirse de parte de las psicosis del momento, mezclando sin demasiado acierto los devenires económicos con, por supuesto, la enésima tentativa de los rusos de desafiar a los Estados Unidos.
Este último también fue responsable de la dirección de la película, afianzando su paso por el cine de entretenimiento tras 'Thor', e hizo un trabajo poco menos que intachable a la puesta en escena del film más espídico, hiperbólico y descerebrado de la carrera de Ryan. 'Operación Sombra' es tan superficial como el resto de la saga —con la posible excepción de 'Peligro inminente'— pero, a diferencia de sus parientes, no se molesta en tratar de disimularlo.
Los apuros de Jack Ryan cada vez que tiene que coger un arma hace ya
tiempo que perdieron toda credibilidad, y es por ello que el film decide
endosarle la primera escena de acción a los veinte minutos de película,
para a continuación llevarlo a persecuciones de gran valor pirotécnico a través de la ciudad, e incluso subirlo a una motocicleta como si fuera el maldito Tom Cruise.
'Operación Sombra', como testamento cinematográfico de Jack Ryan, da cuenta por lo demás de la maleabilidad de nuestro querido analista de la CIA, y de lo fácil que puede hacer las cosas contar con un personaje tan plano y genérico a la hora de plantear nuevas historias.
'Jack Ryan' (2018)
John Krasinski, que no sólo tiene la quintaesencial cara de buen chico, sino que además ha demostrado desenvolverse con soltura tanto en escenarios humorísticos como dramáticos —su eficiente labor protagonizando la reciente 'Un lugar tranquilo' así lo refrenda—, ha sido la opción más adecuada para personificarlo.
No obstante, la serie de Carlton Cuse cae en los mismos vicios que hemos ido enumerando a lo largo de la saga, siendo éstos agravados al contar con más minutos que evidencien lo endeble de su argumento y más exposición para un protagonista que, por muchas relecturas que hayan profundizando en su psique, es soso hasta decir basta. Nada que haya evitado, en cualquier caso, su renovación por una segunda temporada a manos de Amazon, que aparentemente se ambientará en Venezuela.
Dado el buen recuerdo que nos dejaron las anteriores aventuras de este personaje en Latinoamérica, y la continuada presencia del siempre genial Wendell Pierce retomando el James Greer de James Earl Jones, quizá siga habiendo futuro para Jack Ryan, y eso está bien. Estados Unidos necesita a su analista de la CIA, y no le importará que éste cambie de cara otras ochenta veces más si así continúa siendo relevante.
Via:espinof
Comentarios