Llegan a nuestras pantallas con muy pocas semanas de diferencia, dos odiseas submarinas que incluso coinciden en la zona donde se ambienta la acción: el Mar de Barents. La primera de ellas, 'Hunter Killer', era una fantasía militarista que parecía llegar directamente desde la sencilla división política entre malos (ellos) y buenos (nosotros) del cine de acción de los años noventa, con golpe de estado en Rusia incluido. 'Kursk' tiene la mirada puesta en otra dirección, por mucho que coincidan las coordenadas de ese mar inhóspito, negro y helado.
Para empezar, su historia no tiene nada de política-ficción, sino que sucedió en el año 2000: el submarino ruso Kursk está haciendo unas extrañas maniobras con armamento pesado (no se hacían unas similares desde hacía diez años), pero un accidente provoca una serie de explosiones en la nave, mata a la mayoría de la tripulación y deja al resto abandonados a su suerte. Comienzan las tareas de rescate en una situación límite y en durísimas condiciones adversas, pero ni Rusia quiere aceptar una ayuda internacional que le vendría muy bien, ni se informa adecuadamente a las familias desesperadas que han quedado fuera.
Conversaciones de ese tipo son las que definen a los personajes y permiten a Vintenberg (bajo un guión de Robert Rodat, ya curtido en odiseas bélicas como 'Salvar al soldado Ryan') establecer un entramado de personajes muy humano, que van más allá de la descripción de la odisea en el submarino. Especialmente significativo es el papel de una extraordinaria Léa Seydoux como la mencionada mujer embarazada del protagonista, que se atreve a enfrentarse al alto mando ruso criticando el silencio sobre los avances en el rescate, y que casi parecen una tortura premeditada. Su valiente acusación de negligencia al alto mando militar es emotiva, sencilla y directa, y buena muestra de los valores de una película en la que el drama funciona como una frustrante olla a presión.
'Kursk': tensión bajo el hielo
La mano de Vintenberg se percibe de forma muy sutil, solo se deja notar en decisiones estéticas muy peculiares, como el cambio de formato, ampliando el scope, cuando la película entra en parajes submarinos. Pero en general su gran aportación está en la combinación de recursos de película de suspense convencional con curiosos momentos de dramática calma donde el director saca todo el partido a actores como Colin Firth, que da vida a un comandante británico que hace todo lo posible por colaborar en el rescate, sin que el ejército ruso se lo permita. Él o su némesis Max Von Sydow sirven a Vintenberg para plantear un mensaje de desencanto contra los poderes fácticos, siempre ostentando poder a costa de los que están en el punto más bajo de la pirámide alimenticia.El resultado, no obstante, es sobrio y equilibrado: una película de claustrofóbica tensión con un potente elemento dramático, un plantel de intérpretes rico y variado y una puesta en escena que nunca opta por el subrayado fácil, más bien todo lo contrario. No exactamente una aventura trepidante, pero sí una buena alternativa a las películas de aventuras submarinas de rigor.
Via:espinof
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