Alfonso Cuarón ha conquistado a millones de espectadores con su homenaje
a la sirvienta doméstica que le crió, pero le vamos a sacar los colores
a sus recuerdos en blanco y negro.
El pelotón de fusilamiento anual de CINEMANÍA contra todas las nominadas al Oscar de mejor película ha disparado su munición contra La favorita, Green Book, Bohemian Rhapsody, El vicio del poder o Infiltrado en el KKKlan. Pero vamos a dejarnos de rodeos: le ha llegado el turno a Roma, de la que puedes leer nuestra crítica aquí.
Alfonso Cuarón llega a los premios de la Academia de Hollywood con el empujón del León de Oro que obtuvo en el Festival de Venecia y las 10 nominaciones que acreditan su octavo largo como la gran favorita de la noche. ¿Pero es eso suficiente para llevarse una carretada de Oscar a casa? Veamos claramente por qué no.
NATURALISMO HIPERPRODUCIDO
Alfonso Cuarón ha explicado que su propósito con Roma fue bucear entre sus recuerdos de infancia para contar un año (de 1970 a 1971) en la vida de una familia como la suya, de clase acomodada y residente en la colonia Roma de Ciudad de México. Era una oportunidad para dar relevancia a la labor de la criada doméstica que lo crió junto a sus hermanos (a ella, Libo, está dedicada la película) y ha sido la inspiración para el personaje de Cleo y Adela, las dos sirvientas indígenas de la familia.
Lo malo es que en ese noble doble propósito acaba pesando más lo primero: el milimétrico detallismo aplicado a la recreación de época, con un diseño de producción asombroso, sets y escenarios cuidadísimos y un aparato formal apabullante con largos planos secuencia, panorámicas hercúleas y grúas imposibles (marca de la casa cuando se trata de Cuarón) corren el riesgo de ahogar con su grandiosidad el contenido humano del relato. Y, de hecho, lo hacen. Roma puede enmarcarse en la misma corriente de cine de autor tan escrupulosa con la imagen que se olvida de las personas (Nuri Bilge Ceylan sabe de esto).
DE TURISMO POR LA EMOCIÓN
Se puede decir que, al fin y al cabo, Cleo y Adela no dejan de ser como un mueble, un útil doméstico más para la familia. En consecuencia, resulta coherente que los recuerdos revividos del director les den esa misma consideración; no puede pasar más allá. Eso se integraría dentro del discurso crítico contra la desigualdad social, la xenofobia institucional y el paternalismo irrefrenable con el que la burguesía trata a sus empleadas en sus momentos más decadentes.
Pero cuando las dos pueden evadirse en sus ratos libres, charlan en su habitación o quedan con sus novios y van al cine, se mantiene el mismo escaparatismo que lleva a pensar más en tableaux vivants de una época que a una historia protagonizada por seres humanos. Cuarón pasa tiempo con los personajes, pero su retrato en blanco y negro de un colectivo como metonimia de todo un país está muy lejos de lograr la humanidad de los que hace Lav Diaz.
¿DÓNDE ESTÁN LOS PRIMEROS PLANOS?
El fetichismo pictórico de la recreación de época, el hiperdiseño formal y la falta de empatía confluyen en un detalle pavoroso: la asombrosa falta de primeros planos a lo largo de la película. A pesar de la estrecha relación del arte cinematográfico con el temblor de contemplar rostros en una gran pantalla a oscuras, el férreo dispositivo visual de Roma lo niega constantemente. Lo más cercanos que estamos a la cara de los personajes es a través de algún que otro plano medio; la mayoría de las composiciones son en planos generales, algunos con más profundidad de campo que otros (y cuando Cuarón la aprovecha es una delicia), que una vez más alejan del contacto con lo humano y refuerzan la idea de teatro de la existencia.
Se debe señalar que esta es una decisión plenamente consciente del director. En diversas entrevistas, Cuarón ha defendido que su propósito visual con Roma era, en parte, generar ese desequilibrio. Los movimientos de cámara, si bien repetitivos y distantes, remiten al fluir de su memoria personal y la distancia expresa nuestra incapacidad de actuar sobre el pasado. Es una frustración similar a la que causa la imagen ultradefinida proporcionada por la cámara Arri Alexa 65 utilizada en el rodaje. A pesar de tratarse de una historia ambientada en un pasado en blanco y negro, Cuarón no quería que pareciese rescatada de aquella época, sino evidenciar la superficie digital de la imagen. Decisión discutible, pero razonada en su aplicación. Otro tema es el efecto que causa, sobre todo cuando hay elementos que sí resultan dignos de obtener primeros planos: los objetos. Y cierta película dentro de la película.
EGO TRIP DISFRAZADO DE EMPATÍA
Roma pretende homenajear a la criada de la familia Cuarón, pero al mismo tiempo es, en cierto modo, un filme autobiográfico del propio director. No sabemos cuál de los hermanos protagonistas simboliza al pequeño Alfonso Cuarón, pero sí que la familia acude al cine a ver la película Atrapados en el espacio (1969). El filme espacial de John Sturges, además de haber servido como fuente de inspiración directa para Gravity (2013), es una de las películas claves de la infancia del director. De tal modo, Cuarón le reserva un lugar especial en Roma: es la película que van a ver los niños con Cleo cuando uno de ellos descubre a su padre saliendo del cine con una amante. Tras el inesperado shock, que una preocupada Cleo intenta remediar distrayendo al chaval, pasamos por corte (y ahí está el poder de un cambio de plano) a ver un fragmento de Atrapados en el espacio ocupando toda la pantalla.
No es como la escena de Cleo y su novio en otro cine con una de Louis de Funès de fondo; aquí la película dentro de la película se presenta de lleno ante nosotros con la misma realidad material del mundo de Roma (aunque es un filme a color, aquí se ve en blanco y negro). Es decir, la película que sirve de refugio postraumático al pequeño Cuarón, quizás escenificación del germen que lo llevará a convertirse en uno de los cineastas más aclamados de nuestra época, sí que recibe un primer plano que a la supuesta protagonista del filme se le hurta. ¿Quién es más importante para Cuarón aquí: la trabajadora doméstica o su propia transformación en director de cine?
A NETFLIX ORIGINAL OSCAR
Si Roma gana el Oscar de mejor película será la primera vez que eso suceda con una producción de Netflix. Un paso de gigante para el prestigio crítico de la plataforma, que puede atraer a más cineastas importantes a su redil, y profundiza en los cambios de distribución y consumo que ha causado el estreno del filme directamente en dispositivos de todo el mundo (tras unos selectos pases previos en algunas salas de cine), etc. Mira, si te encuentras con el ánimo suficiente para aguantar el chaparrón de artículos, columnas de opinión y tuits analizando ese presunto cambio de paradigma si Roma gana el premio gordo…. enhorabuena. Pero el resto de la humanidad no nos merecemos eso, y mejor evitarlo.
Via:cinemania
El pelotón de fusilamiento anual de CINEMANÍA contra todas las nominadas al Oscar de mejor película ha disparado su munición contra La favorita, Green Book, Bohemian Rhapsody, El vicio del poder o Infiltrado en el KKKlan. Pero vamos a dejarnos de rodeos: le ha llegado el turno a Roma, de la que puedes leer nuestra crítica aquí.
Alfonso Cuarón llega a los premios de la Academia de Hollywood con el empujón del León de Oro que obtuvo en el Festival de Venecia y las 10 nominaciones que acreditan su octavo largo como la gran favorita de la noche. ¿Pero es eso suficiente para llevarse una carretada de Oscar a casa? Veamos claramente por qué no.
NATURALISMO HIPERPRODUCIDO
Alfonso Cuarón ha explicado que su propósito con Roma fue bucear entre sus recuerdos de infancia para contar un año (de 1970 a 1971) en la vida de una familia como la suya, de clase acomodada y residente en la colonia Roma de Ciudad de México. Era una oportunidad para dar relevancia a la labor de la criada doméstica que lo crió junto a sus hermanos (a ella, Libo, está dedicada la película) y ha sido la inspiración para el personaje de Cleo y Adela, las dos sirvientas indígenas de la familia.
Lo malo es que en ese noble doble propósito acaba pesando más lo primero: el milimétrico detallismo aplicado a la recreación de época, con un diseño de producción asombroso, sets y escenarios cuidadísimos y un aparato formal apabullante con largos planos secuencia, panorámicas hercúleas y grúas imposibles (marca de la casa cuando se trata de Cuarón) corren el riesgo de ahogar con su grandiosidad el contenido humano del relato. Y, de hecho, lo hacen. Roma puede enmarcarse en la misma corriente de cine de autor tan escrupulosa con la imagen que se olvida de las personas (Nuri Bilge Ceylan sabe de esto).
DE TURISMO POR LA EMOCIÓN
Se puede decir que, al fin y al cabo, Cleo y Adela no dejan de ser como un mueble, un útil doméstico más para la familia. En consecuencia, resulta coherente que los recuerdos revividos del director les den esa misma consideración; no puede pasar más allá. Eso se integraría dentro del discurso crítico contra la desigualdad social, la xenofobia institucional y el paternalismo irrefrenable con el que la burguesía trata a sus empleadas en sus momentos más decadentes.
Pero cuando las dos pueden evadirse en sus ratos libres, charlan en su habitación o quedan con sus novios y van al cine, se mantiene el mismo escaparatismo que lleva a pensar más en tableaux vivants de una época que a una historia protagonizada por seres humanos. Cuarón pasa tiempo con los personajes, pero su retrato en blanco y negro de un colectivo como metonimia de todo un país está muy lejos de lograr la humanidad de los que hace Lav Diaz.
¿DÓNDE ESTÁN LOS PRIMEROS PLANOS?
El fetichismo pictórico de la recreación de época, el hiperdiseño formal y la falta de empatía confluyen en un detalle pavoroso: la asombrosa falta de primeros planos a lo largo de la película. A pesar de la estrecha relación del arte cinematográfico con el temblor de contemplar rostros en una gran pantalla a oscuras, el férreo dispositivo visual de Roma lo niega constantemente. Lo más cercanos que estamos a la cara de los personajes es a través de algún que otro plano medio; la mayoría de las composiciones son en planos generales, algunos con más profundidad de campo que otros (y cuando Cuarón la aprovecha es una delicia), que una vez más alejan del contacto con lo humano y refuerzan la idea de teatro de la existencia.
Se debe señalar que esta es una decisión plenamente consciente del director. En diversas entrevistas, Cuarón ha defendido que su propósito visual con Roma era, en parte, generar ese desequilibrio. Los movimientos de cámara, si bien repetitivos y distantes, remiten al fluir de su memoria personal y la distancia expresa nuestra incapacidad de actuar sobre el pasado. Es una frustración similar a la que causa la imagen ultradefinida proporcionada por la cámara Arri Alexa 65 utilizada en el rodaje. A pesar de tratarse de una historia ambientada en un pasado en blanco y negro, Cuarón no quería que pareciese rescatada de aquella época, sino evidenciar la superficie digital de la imagen. Decisión discutible, pero razonada en su aplicación. Otro tema es el efecto que causa, sobre todo cuando hay elementos que sí resultan dignos de obtener primeros planos: los objetos. Y cierta película dentro de la película.
EGO TRIP DISFRAZADO DE EMPATÍA
Roma pretende homenajear a la criada de la familia Cuarón, pero al mismo tiempo es, en cierto modo, un filme autobiográfico del propio director. No sabemos cuál de los hermanos protagonistas simboliza al pequeño Alfonso Cuarón, pero sí que la familia acude al cine a ver la película Atrapados en el espacio (1969). El filme espacial de John Sturges, además de haber servido como fuente de inspiración directa para Gravity (2013), es una de las películas claves de la infancia del director. De tal modo, Cuarón le reserva un lugar especial en Roma: es la película que van a ver los niños con Cleo cuando uno de ellos descubre a su padre saliendo del cine con una amante. Tras el inesperado shock, que una preocupada Cleo intenta remediar distrayendo al chaval, pasamos por corte (y ahí está el poder de un cambio de plano) a ver un fragmento de Atrapados en el espacio ocupando toda la pantalla.
No es como la escena de Cleo y su novio en otro cine con una de Louis de Funès de fondo; aquí la película dentro de la película se presenta de lleno ante nosotros con la misma realidad material del mundo de Roma (aunque es un filme a color, aquí se ve en blanco y negro). Es decir, la película que sirve de refugio postraumático al pequeño Cuarón, quizás escenificación del germen que lo llevará a convertirse en uno de los cineastas más aclamados de nuestra época, sí que recibe un primer plano que a la supuesta protagonista del filme se le hurta. ¿Quién es más importante para Cuarón aquí: la trabajadora doméstica o su propia transformación en director de cine?
A NETFLIX ORIGINAL OSCAR
Si Roma gana el Oscar de mejor película será la primera vez que eso suceda con una producción de Netflix. Un paso de gigante para el prestigio crítico de la plataforma, que puede atraer a más cineastas importantes a su redil, y profundiza en los cambios de distribución y consumo que ha causado el estreno del filme directamente en dispositivos de todo el mundo (tras unos selectos pases previos en algunas salas de cine), etc. Mira, si te encuentras con el ánimo suficiente para aguantar el chaparrón de artículos, columnas de opinión y tuits analizando ese presunto cambio de paradigma si Roma gana el premio gordo…. enhorabuena. Pero el resto de la humanidad no nos merecemos eso, y mejor evitarlo.
Via:cinemania
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