Se estrena precedida de un gran éxito en taquilla en Estados Unidos 'Halloween Kills', la secuela de ‘Halloween’ (2018), o bien capítulo intermedio de una trilogía que parece encerrar un arco tan cerrado que cuando se estrene ‘Halloween Ends’ en 2022 formará un tríptico que en teoría no se debe separar. Sin embargo, esta segunda visita al universo de Haddonfield en la actualidad funciona tanto como un interludio como un slasher uniforme y autocontenido.
La primera entrega del director David Gordon Green empezaba de forma errática. Se autonombraba la secuela verdadera y definitiva, se rebozaba de una importancia de drama judicial televisivo y ofrecía un genérico retrato del trauma que no cuadraba para nada con la actitud del primer film, además de ofrecer una estética pobre, resultante de ciertas dinámicas de producción heredadas de la casa Blumhouse, cada vez más entregada al cine al por mayor.
El resultado visual eran planos esquivos, casuales, a veces rodados con tembleque de cámara en mano y a veces conectados entre sí dando la impresión de que se ha rodado mucho material a la primera con varias cámaras digitales y arreglado en la mesa de edición. No ayudaba tampoco el terrible giro con un sosias de Loomis y un discurso tibio sobre las armas de fuego que convertían a Strode en una Sarah Connor con un síndrome de estrés postraumático alargadísimo en el tiempo.
Vuelta al slasher como género de horror sin humor meta
La cosa se compensaba con un Michael Myers eficiente en su tarea de exterminar todo lo que encuentra a su paso, algunos asesinatos se podían salvar, y parece que esta ha sido la vía de escape para convertir a ‘Halloween Kills’ en una de las mejores secuelas de la saga, e incluso uno de los grandes slashers de esta etapa de reformulación en la que nos encontramos. Si películas como ‘Este cuerpo me sienta de muerte’ no carecen de asesinatos con sangre, todo está codificado con un tono de comedia meta y autoconsciente muy ajeno a los clásicos.
Desde ‘Scream’ (1996), la propuesta de slasher adolescente se ha tratado de autojustificar, llegando al punto, como en las películas de Christopher Landon, de considerar el género una broma, un chascarrillo de llevar en la camiseta que no acaba de cuajar en las imágenes en la pantalla. No hay riesgo de hacer una película que no busque ser más que eso, un relato de asesino que sigue y persigue y en el camino mata y remata, a cuantas más personas mejor. De ahí el éxito del género, de ahí que elijamos cuál de nuestras secuelas de ‘Viernes 13’ o ‘Halloween’ es nuestra favorita.
Esta ‘Halloween Kills’ se quita la pesada losa del rictus de película importante y se entrega a una línea argumental absolutamente atolondrada y de guion delirante pero más directa al grano, casi una reinvención dentro de los axiomas del fetichismo por la original del anterior, pero sin pasar por engorrosas justificaciones y presentaciones, casi entregada por completo a dar todo lo que se le podría preguntar a una secuela de ‘Halloween’ canónica: muchísimas muertes explícitas y crueles.
El argumento es mínimo, el punto de partida es que la trampa de la anterior no funcionó y Michael Myers anda suelto de nuevo, pero esta vez nuestras heroínas, las Strode, no están para solucionarlo. Por tanto, la interacción de Jamie Lee Curtis con el asesino es mínima, y se pasa la mayor parte del tiempo en el hospital, haciendo un poco las veces del Dr. Loomis en la primera. Esto puede decepcionar a algunos fans, pero lo cierto es que deja el camino abierto para convertir la película en una carta de amor a Myers, a quien seguimos casi como el verdadero protagonista del film.
El psycho killer desatado como superhéroe
El fetichismo llega hasta tal punto que nos ofrecen un “final alternativo” de la primera película a modo de prólogo absolutamente delicioso que imita a la perfección la textura, fotografía y estilo de Carpenter. Replicando la imagen de Michael de niño cuando es capturado por primera vez, el flashback establece la idea del regreso a la casa donde cometió su primer crimen, dotando al lugar de una mística que recuerda a las sucesivas apariciones de la casa de Elm Street en la saga de Freddy Krueger.
Quizá por evitar que el grano variara demasiado, el cambio al metraje en los hechos de 2018 tiene una mejora de fotografía muy reseñable con respecto a la anterior entrega, lo que no parece algo del todo fortuito puesto que la dirección de David Gordon Green es mucho más compacta, sin esos movimientos arbitrarios y mucho más segura a la hora de plantear la acción con un marco que recoja la zona suburbial tan característica, sin la que casi no se entiende la figura de Myers.
Quizá también por la inercia de ese prólogo toda la película respira más Carpenter por todos sus poros, principalmente en puros aspectos estéticos: predomina la oscuridad azulada, hay planos que siempre recuerdan a estampas clásicas del original y el ritmo es como una apisonadora, sin perder demasiado tiempo en cada escena con una planificación y economía de planos siempre al servicio de la actitud del conjunto música-montaje, que acompaña a la propia forma de actuar del asesino. También gracias a la BSO del propio Carpenter, claro.
El ABC de las secuelas
Coescrita junto a su hijo Cody y Daniel Davies, la partitura tiene mucho más recorrido que la de la película anterior, las variaciones sobre el original son más creativas, los temas suenan más atemporales y potentes y, en general, deja notar que el otrora director no ha parado de crear música durante estos años de su etapa “estrella del rock”, encontrándose cada vez más cómodo en esa faceta con discazos como la trilogía ‘Lost Themes’, que es clave aquí para desplegar una nueva riqueza de sonidos dentro de su propio universo minimalista.
Lo cierto es que no se puede decir que la película sea muy inteligente, o que esté en pleno control de lo que hace y que su guion no sea un guirigay de ideas sin mucho sentido que revolotean alrededor de Michael Myers mientras este, como un animal escapado de un zoológico, se dedica a arrasar el pueblo. Y ni falta que hace. ‘Halloween Kills’ tiene todos los elementos para cumplir todas las reglas de la secuela de cine de terror escritas por ‘Scream 2’: Es más cara, con mas cadáveres, más sangre y un asesino invencible, casi fantástico.
Michael Myers está desatado y no muestra ni pizca de piedad en un slasher grosero, hiperbólico y grasiento que sube el volumen de salvajismo y roza la amoralidad hasta llegar a ser estúpida, conectando perfectamente con el espíritu de explotación pura inherente al estilo, especialmente en la era dorada del subgénero, unos primeros 80 donde todo se ponía al servicio de los asesinatos, los efectos especiales —aquí estupendos y sin CGI perezoso– y las subtramas eran puro tejido conectivo.
Disfrute zafio sin justificación irónica
A menudo se tiende a considerar (o insistir en querer considerar) a las películas de asesinos enmascarados como grandes ejercicios de suspense y elegancia, pero si miramos su mejor época encontramos que no suelen ser muy sofisticadas, sin que esto signifique que sean activamente autoconscientes o decididamente humorísticas, como parece que deben ser presentadas hoy para justificar que disfrutamos de su ausencia de buen gusto. No por casualidad, entre las mejores se suelen citar ‘La Quema’ (1981), ‘San Valentin Sangriento’ (1981) o ‘El asesino de Rosemary’ (1981).
Todas ellas pertenecientes a la ola tras la película de John Carpenter y centradas en aclarar las motivaciones del asesino, pero que también contienen algunos desvaríos de tono, muchos momentos de caradura y protagonistas que van muriendo en orden de carisma. ‘Halloween Kills’ no puede centrarse en las motivaciones del asesino porque es el mal puro, por lo que centra parte de sus diálogos en revolver esa idea del hombre del saco, poco más o menos que las películas de Batman de Nolan nos recuerdan y verbalizan que es la justicia, que es el mito que merece Gotham etc, etc.
Por eso, las reflexiones sobre el mal de la película están vacías, y tan solo sirven para añadir leyenda a la leyenda. Si los superhéroes pueden, ¿Por qué no uno de los iconos más queridos del cine de terror?. Y como de esa "no motivación" no se puede sacar un argumento válido, Gordon Green se saca de la manga una inversión de la narrativa clásica, que es buscar las motivaciones de sus víctimas supervivientes. Está claro que es un invento de la trilogía para completar el paso intermedio y no puede ser más… estúpido.
Terror con colesterol
Tiene también algo de discurso reaccionario cuando el pueblo entero se levanta en armas en busca del asesino, lo que lleva a alguna escenas muy torpes en el hospital, aunque no menos divertidas por lo mamarracho y delirante que recuerdan incluso al cine de la Cannon. Las masas entrando en modo purga adentra la secuela en los terrenos ideológicos resbaladizos de las últimas producciones Blumhouse. No deja de ser curioso que algunos achaquen esta escena como "claramente inspirada" en las revueltas del Capitolio de enero de 2021, cuando la película iba a estrenarse en... octubre 2020. Con lo que de alguna manera, tiene algo de visionario.
La idea de Haddonfield hirviendo en busca de venganza es torpe y chirriante, pero a pesar de centrar todas las críticas que se han vertido sobre la película, el guion no le presta tanta atención como para que resulte molesta, de hecho es bastante divertido presenciar cómo el largometraje se pone histérico y todo parece un artificio dirigido a llegar hasta una secuencia en el hospital, casi como la parodia de los Simpson de 'Alguien voló sobre el nido del cuco', tan inconscientemente grotesca y cafre que parece salida de una copia italiana de la de Carpenter hecha por Umberto Lenzi o Bruno Mattei, consiguiendo tocar esos momentos de un cine perdido que solo salen de forma involuntaria.
Llegado cierto punto la actitud es suficientemente desagradable como para casar perfectamente con el tono de un film de increíble mal gusto, de los que daba grima coger en el videoclub, pero acababas viendo varias veces con tus amigos, y el problema es que hoy por hoy tan solo está permitido consumir ese tipo de colesterol si nos viene envuelto con un tráiler falso hecho de risas y la imagen tiene unos cuantos efectos vintage añadidos en post-producción, con un cartel diseñado con rasguños y arrugas imitando una carátula de VHS.
‘Halloween Kills’ es puerca, macarra y ofensiva y no estamos seguros de cuánto de ello es consciente o no. Parece un resampleo demente de la 4ª entrega con lo mejor del Myers de Carpenter, la violencia salvaje de las versiones de Rob Zombie y la tasa de mortalidad más alta que todas las secuelas de los 90 juntas. Y todo ello empaquetado con una producción de serie A, sin el racaneo de la gran parte de las producciones Blumhouse de los últimos años. Todos los síntomas de que, guste más o menos en redes o a la crítica, estamos ante una de las secuelas que los fans de la saga de dentro de 20 años elegirán entre sus favoritas.
Via:Espinof
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