Más. La franquicia de 'Fast & Furious' se sustenta sobre ese simple concepto. Más. Cada nueva entrega ofrece más de lo mismo. Y la séptima (contando a partir de la cuarta) no es la excepción.
Pero no vamos ahora a hacernos los sorprendidos ni a rasgarnos las vestiduras. Es lo que hay. Después de tantas películas insistiendo a estas alturas no hay nadie que se puede sentir engañado de alguna manera: Toretto y los suyos van de frente. E intentan ir con todo, aunque a menudo todo no sea del todo suficiente. Como no lo fue en la anterior entrega, la novena, de la que hable largo y tendido en su momento. Más de lo mismo sin que resulte más espectacular, sino más agotador. Cansino. Y surrealista. Hasta que no quede más leche que ordeñar en la vaca.
La diez comienza con el final de la quinta, todo un golpe bajo. ¿Cómo resistirse a la (estupenda) escena que inscribió a la saga en la historia del cine? Poco después, Roma. Una extensa y emocionante escena que va directa a las mejores de la saga, y cuyo buen sabor de boca sostiene una película que va claramente a menos hasta el fundido a negro que hace como de final (y que nos deja literalmente a medias...). Porque, ¿hacia dónde va la franquicia? La respuesta está clara: Hacia ninguna parte que no sea hacer otra parte más. Y si en vez de una son dos, mejor para el negocio.
Lo uno no quita lo otro: No puedo decir que esta décima parte me aburriese, ni que no disfrutase de ver en pantalla grande algunas de sus escenas de acción. Mejora a la novena, y el regusto no es malo. Pero al igual que con la octava, uno acaba mirando la hora. Porque no hay nada que resulte realmente emocionante, vibrante o sorprendente. Y es que el Toretto de Diesel juega en la misma liga que superhéroes como Superman pero sin la (aparente) existencia de Kryptonita. Hasta el punto de que 'Fast & Furious' podría ser una suerte de 'Vengadores: Infinity War' con coches.
Y con Jason Momoa haciendo del Joker. El crossover definitivo.
Un Momoa pasándoselo en grande que al igual que Theron, Cena o Statham sostiene la película con su sola presencia. Una franquicia salvada por sus teóricos villanos ante la incomparecencia de su elenco protagonista, clichés de una sola pieza a la sombra de Diesel cuya existencia a lo largo de diez películas se justifica única y exclusivamente con su capacidad para volver de la muerte. En esta franquicia está visto que nadie muere... y no hago ningún chiste al respecto por respeto, por más que Brewster siga estando por ahí sin que nadie se pregunte por qué ella sí y él no.
En fin, no me quiero alargar mucho más. A estas alturas son evidentes los puntos fuertes y los puntos débiles de la franquicia, siendo que con cada nueva película los primeros van menguando y los últimos se van haciendo mucho más presentes. A pesar de la relativa mejora respecto a la novena, 'Fast & Furious' está lejos de estar entre lo mejor que nos han dado... salvo a su paso por Roma, en donde a pesar de todo el (emocionante) caos no muere nadie. Tan inconcebible como su clímax pero salvo el final, dentro de lo que cabe y en sus propios términos, mucho más plausible.
Dicha secuencia, al lado de dicho clímax absurda y excesivamente digital, incluso podría pasar por "cinéma vérité". Pero así es esta saga: Una estúpida, torpe, predecible y gratuita huida hacia adelante por la que van desfilando todos sus conocidos. Un -en otra realidad fílmica- sinsentido salvado por alguna que otra escena de acción y la desacomplejada presencia de los que son o fueron sus villanos, con un desatado Momoa al frente, y a la que penaliza enormemente que la muerte sea algo pasajero. Porque no hubiera habido emoción si Superman o Tony Stark no hubieran podido morir.
Pd. The legendary Toretto will return.
Via: El séptimo arte
Por Juan Pairet Iglesias
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